La Ley Básica Estado-Nación como una oportunidad

La Ley Básica – Israel: Estado-Nación del Pueblo Judío presenta frente a nuestros ojos un gran espejo. En ella se ve reflejada una compleja realidad política, por la cual un grupo dentro de la sociedad disfruta de un estatus privilegiado. Es posible que esta realidad siempre fuera así, pero a partir de ahora lo es de manera formal y legal. Ya no es posible auto-engañarse con ilusiones vanas, como el valor moral supremo de la Declaración de Independencia u otras excusas.
Por Mario Schejtman *

La «Ley Nación» agudiza el debate que tiene lugar en el Estado de Israel y nos revela el profundo contraste de valores que nos dividen. Es común pensar que la brecha principal en Israel es entre la derecha y la izquierda en torno al futuro de los territorios y la resolución del conflicto. Pero una simple revisión de los resultados de las elecciones desde el comienzo del siglo XXI muestra lo contrario. Existe un amplio consenso en el público israelí con la posición de que en la realidad actual no hay posibilidad de llegar a un acuerdo o una definición contundente del conflicto.
Las excepciones son los dos polos ideológicos del mapa político, que todavía creen que hay una mejor alternativa a continuar con el status quo. En la derecha ideológica creen que la definición del conflicto se logrará mediante la anexión de todos los territorios y la creación de un sistema diferencial de derechos humanos, al menos temporalmente, de acuerdo con los planes del ministro Bennett y el diputado Smotrich, ambos del partido Habait HaYehudi (el «Hogar Judío»). Por su lado, en la izquierda ideológica todavía sueñan con el compromiso territorial y el establecimiento de un Estado Palestino independiente junto al Estado de Israel según el modelo del «Acuerdo de Ginebra». En el medio, hay alrededor del 80% del público que está dispuesto a mantener, ya sea de manera voluntaria o por falta de opción mejor, una realidad de «gestión de conflictos». O sea, mantener el status quo intentando impedir que la violencia salga de un nivel «aceptable». Por lo tanto, el futuro del conflicto no es la brecha que nos divide.
Hay otras brechas que nos molestan: los valores religioso-conservadores versus el modernismo liberal (la división religioso-secular); la exigencia de reconocer y corregir las injusticias históricas contra diferentes grupos de identidad frente a la expectativa de construir una nueva identidad y liberarse de las dificultades del pasado (la brecha étnica); y por supuesto, como en cualquier otro país del mundo, las diferencias entre el centro y las periferias y los problemas de la distribución del ingreso nacional (la división socioeconómica). Ninguna de estas divisiones es unidimensional, y dentro de cada una de ellas se pueden encontrar diferentes tensiones entre diversos grupos en la sociedad israelí e incluso fuera de ella, si nos relacionamos con la comunidad judía mundial por un lado y por otro con la comunidad de refugiados palestinos de todo el mundo como actores importantes de nuestra realidad. Estas divisiones son significativas y evocan muchas energías y frustraciones, pero ninguna de ellas es la más fundamental.
La «Ley Nación» nos ayuda a discernir las posiciones más profundas en relación al Estado, a la visión que lo guía (y a nosotros como parte de él), y a los valores que compartimos (o no) entre nosotros. ¿Qué significa el concepto de «Estado Nación»? ¿Acaso justifica otorgarle privilegios especiales a la mayoría dentro del país? ¿Justifica la existencia de disposiciones deliberadamente discriminatorias contra los grupos minoritarios? ¿Quién define al grupo de la mayoría? Recordemos que en diferentes situaciones, las poblaciones se pueden encontrar dentro de la mayoría o dentro de la minoría…
Esta ley ilumina la grieta real en la sociedad israelí. Nos muestra un profundo contraste entre los valores básicos dentro de la población. El mensaje de quienes apoyan la ley, ya sea de forma activa o en silencio, es que el principio ordenador básico del Estado es la lucha entre identidades nacionales. Mientras este conflicto no concluya, la obligación primaria y superior debe ser garantizar la continuidad del proyecto nacional sionista. Para este propósito, es necesario adaptar el comportamiento colectivo e incluso nuestros valores de acuerdo con los requerimientos de la lucha. Esto distingue la realidad en Israel de aquella en los países ilustrados y liberales. Por el contrario, para los oponentes a esta Ley Básica la premisa ordenadora del Estado se centra en el principio de la igualdad y en la visión de crear una sociedad modelo guiada por los valores de la diversidad, el pluralismo y la tolerancia que llevaron a la supervivencia del pueblo judío durante dos mil años de exilio, y que refleja la realidad multicultural y multi-identitaria ya existente en Israel.
Este contraste no es compatible con el actual mapa de partidos políticos. No se trata necesariamente de una cuestión de derecha e izquierda, sino de un conflicto de valores más profundo. Esta Ley Básica, que se une a muchas otras leyes y procesos, debilita la democracia y acerca a Israel a una estructura de gobierno estilo apartheid.
No es demasiado tarde. Es posible cambiar de dirección y avanzar hacia una realidad mejor. Para hacerlo, debemos unirnos en torno a la visión de un país que respete el valor de la igualdad sin presionar por un crisol de uniformidad. Un país que trata las diferentes culturas y tradiciones como una fuente de riqueza en lugar de una amenaza a la identidad. Un país que enfrenta los peligros y las amenazas sin renunciar a su alma y sin demonizar a nadie «que no sea como nosotros».
Si creamos esta nueva visión, no sólo superaremos la oscuridad antidemocrática que cae sobre nosotros, sino que aumentaremos la luz en beneficio de todos los ciudadanos y residentes del Estado.

* Director de la ONG Etgar y miembro de J-AmLat