teratura, inmigración y legados judíos en América Latina

Las avenidas del barrio judío en la ciudad literaria

Lo que sigue es la Introducción al trabajo presentado por Ricardo Feierstein en la Jornada de Reflexión sobre “Literatura, inmigración y legados judíos en América Latina”, organizada por el INDEAL- Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Hebrea de Jerusalén, que se desarrolló en el Museo Casa de Ricardo Rojas el 16 de agosto de 2016.

Por Ricardo Feierstein

Casi todos los intentos de clasificación que pretenden superar el desconcierto de libros sin ligazón entre sí e imaginan encontrar una idea de totalidad -o, por lo menos, de proceso vinculado a través de etapas que se entremezclan y dan origen a otras iguales y distintas- están condenados al fracaso, si pretenden superar sus términos didácticos.
Si el campo de estudio es la literatura, la situación se complejiza. Resulta equivalente al infructuoso intento de encuadernar la niebla: pueden imaginarse tapas bien diseñadas, títulos dorados, delicado cosido de pliegos y elección de los mejores materiales. Pero, al cerrar el libro, lo que está dentro de él comienza a deslizarse de su encierro y escapa hacia afuera, tan inapresable como la vida.
Y, sin embargo, es necesario tratar de encontrar un sentido.
La realidad es más rápida que la historia y los textos de ficción ya no alcanzan a describir la vertiginosidad de los cambios. El mundo real y nuestra imagen de él no coinciden. El denominado “posmodernismo” terminó de desintegrar la averiada idea de coherencia y totalidad posibles y nos lanzó de cabeza en una estética del “fragmento” como característica esencial. Una frase afortunada lanzada en una entrevista televisiva es más importante que el trabajo intelectual de toda una vida.
¿Puede imaginarse un escenario más desfavorable para transmitir una concepción de mundo que, como el judaísmo, requiere permanentes ligazones y referencias al pasado y al futuro para construir un continuo-histórico? Podemos ver cien árboles diferentes en simultáneo, pero nos cuesta imaginar un bosque (es un árbol más un árbol más un árbol…). Descubrir el hilo de color que pueda tejer con un denominador común tanto material acumulado.
La formulación de una propuesta con series literarias o idiomáticas deberá ser similar a la de un director de cine, que construye la “forma” de su filme variando de continuo planos, encuadres, iluminación o escenografía, en busca de acercar la idea de totalidad. Ernst Cassirer lo define de esta manera: “Un todo no surge nunca de la unión puramente mecánica de las partes. La auténtica totalidad se da solamente cuando todas las partes se hallan presididas por un único fin y tratan de realizarlo. (…) No es un concepto de cosa, sino de relación: no está formado por fragmentos, sino que es un sistema, una totalidad de líneas de fuerza”1.
Detrás de toda “inspiración original” existe una multitud de experiencias personales, familiares y hasta tribales, transmitidas a través de la historia. En el caso de los judíos latinoamericanos, su producción literaria atraviesa una definida parábola que acompaña la gradual integración generacional de comunidades que hoy se debaten entre la memoria y el olvido de ese pasado que trajeron los primeros inmigrantes, confrontado con la realidad cotidiana de su tiempo.
¿Cuánto de todo ello recupera la memoria y aparece en la obra ficcional de los escritores judíos, cuánto responde a la emergencia de una nueva identidad que rescata elementos de la historia, pero no los congela en su versión original, sino que los transforma?
Desde este punto de partida, que un pueblo “recuerde” significa, con más precisión, que el pasado fue activamente transmitido a las generaciones contemporáneas y éstas, a su vez, cargaron ese conocimiento de un sentido propio. Ese mismo pueblo “olvida” cuando una generación no transmite a la siguiente, o cuando ésta rechaza lo que recibió y cesa de transmitirlo, a su vez. Es un proceso que puede producirse bruscamente o al término de una erosión que abarca varias generaciones. Yerushalmi distingue entre la memoria (mneme), que permanece esencialmente ininterrumpida y continua; y la reminiscencia (anamnesis), que designa la recordación de lo que ya se olvidó: “Todo conocimiento es anamnesis, todo verdadero aprendizaje es un esfuerzo por recordar lo que se olvidó”1.
Lo que propongo, entonces, es un gráfico- o un modo de entender la cuestión- que posea la suficiente flexibilidad como para contener la mayoría de las experiencias literarias que integran un posible canon de la literatura judía latinoamericana y, al mismo tiempo, permita vivir allí -o transitar por sus calles o vincularse con el resto de la ciudad- no sólo a distintas generaciones de escritores, sino también a diversas épocas de producción de su literatura. Un doble desplazamiento (en el tiempo interior y en el espacio exterior) que va desde los primeros viajeros del Wesser (1889) hasta las actuales generaciones nativas, a veces la cuarta o quinta nacidas en Argentina. Las experiencias vivenciales -lengua de alrededor, veredas del barrio, paisaje en el que se crece, comidas regionales, códigos del lugar- van perfilando los contornos de una mirada sobre el mundo que ese mismo protagonista desplegará en su madurez creativa.
Es posible verificar, así, cómo una condición de identidad -forjada durante siglos y trasladada al nuevo continente por los inmigrantes- va decolorándose con el paso de las generaciones, perdiendo peso, dejando su lugar a tonos y confidencias más ligados a la influencia de la tierra americana, a su clima y su lengua.
Sobre el eje de una constante predeterminada -memoria, identidad, evolución en el grupo de pertenencia- pueden intentarse clasificaciones que permitan marcar diversos momentos para ayudar a comprender un proceso evolutivo. Pero la búsqueda de una “lógica literaria” no responde fielmente a la geometría de la periodización histórica y se revela con retraso. Tiene sus propios tiempos, relacionados con modos de representación y elecciones estéticas de lenguajes y contenidos.
Se trata de modelos de aproximación, que reflejan el intento de ligar la experiencia literaria a las modificaciones que traen los años en sus contextos personales y colectivos, de manera consciente o en entrelíneas ocultas que a veces el mismo autor no puede descifrar. Una historia literaria no apunta, pues, a una supuestamente objetiva e idéntica memoria colectiva, sino a la coherencia de los argumentos y la estructura de la exposición que se encuentran en las obras analizadas.
Comenzaré con una imagen visual para tratar de atrapar esta secuencia como organismo vivo y diversamente conectado con su entorno (Figura 1). Se trata de bosquejar el barrio judío de la ciudad literaria latinoamericana, donde las manzanas no poseen construcciones materiales sino libros, y sus calles representan modos de acercamiento a esta zona de la literatura por parte de múltiples y diferentes creadores.
Este lugar posee siete grandes avenidas y  -en sentido radial- algunas calles laterales y pequeños pasajes, por las que circulan con frecuencia escritores que residen en el distrito o vienen de paseo por aquí. Esas “líneas de fuerza” o avenidas elegidas trazan senderos diacrónicos entre algunas de las categorías centrales que hemos elegido para el análisis, de manera de poder intuir cómo juega la distancia al pasado original y la memoria (o reminiscencia) del mismo a lo largo del lapso señalado y, a la vez, analizar brevemente los extremos del arco que traza cada una de ellas en esta conceptualización que, inevitablemente, es algo abstracta: muchos escritores comparten, en su obra o a lo largo de su producción, varias de estas categorías, que se incluyen sólo a título analítico.
No todas estas líneas son de la misma extensión ni conducen a lugares idénticos. Unas limitan su recorrido al gueto o circunvalan los bordes externos del barrio literario judío. Otras, más audaces, continúan su carrera por afuera de esas fronteras y eso permite ir y venir a otros confines de esta ciudad y, por qué no, a su mismo centro.
La memoria y producción de un autor del barrio literario judío, entonces, puede transitar por las siguientes avenidas: 1) nostálgica; 2) lingüística; 3) existencial; 4) mestizada; 5) posmoderna; 6) plural y 7) tecnológica.

1) Ernst Cassirer: “Las ciencias de la cultura”. Fondo de Cultura Económica, México, 1965.
2) Yerushalmi, Yaacov; Loraux, N.; Milner, J. C.;Vattimo,G.: Usos del olvido. Segunda edición, Nueva Visión, Buenos Aires, 1998.