La problemática de los refugiados a través del cine

Un fantasma recorre Europa

Un fantasma recorre Europa… y esta vez no anuncia tiempos nuevos. Migrantes forzosos de Siria buscan continuar sus vidas en países cuyos gobiernos no bombardeen a sus conciudadanos de opiniones distintas. Estos últimos meses aprovecharon primavera y verano y salieron de campamentos provisorios, ciudades y pueblos, dejando cientos de miles de muertos, algún millón largo de heridos, familias separadas y perdidas. Mayorías políticas y religiosas fuera del gobierno retomaron el camino del exilio, penoso y terrible.
Nos proponemos mostrar a los lectores de esta publicación, tataranietos, bisnietos y nietos quizás de migrantes judíos a la Argentina y permanentes lectores de diarios y noticieros y público de televisoras y redes sociales de Internet, cómo esta angustiante situación, presente en amplias generaciones históricas, se mostró en un particular medio de testimonio y expresión, como lo es el cine. Nos proponemos sugerirles tomar contacto con múltiples películas que nos ayudarán a  comprender mejor la realidad social e histórica de los últimos 100 años. Sus imágenes nos sirven para entender mejor el dolor, la angustia que imponen los traslados masivos, voluntarios o forzosos.
Por Mario Ber *

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) admite que unos 700.000.000 de personas sufren de hambre en los diversos continentes, buscando llegar a nuevos territorios, además de salvar sus vidas de persecuciones y matanzas. Como en los dos últimos siglos, armenios, irlandeses, africanos del centro y del Norte, palestinos y judíos -éstos retomando su experiencia errante de 30 siglos en distintos continentes-, sudaneses, eritreos, centro y sudamericanos, liberianos y ruandeses.
Vivimos en un arrabal del mundo. En las últimas décadas se achicó la cantidad de películas de esta temática presentes en las pantallas comerciales, a pesar de la cantidad de encuentros, muestras y otras manifestaciones, hoy muy minoritarias, que suelen difundir estos testimonios. Debemos hacer notar que aún en estas temáticas urgentes, de hoy, de muerte y sufrimiento, que impondrían decisiones políticas de mayor consenso internacional, faltan elementos comunitarios que ayuden a la conciencia, como simples cinematecas institucionales a disposición del público.
El cine genera la posibilidad de visualizar en las pantallas lo que ayer era simple relato oral, hoy multiplicado en la significación de la imagen. Algunos ejemplos en películas que sugiero se vuelvan a ver masivamente:
El malabarista, película norteamericana filmada en Israel (1953), dirigida por Stanley Kramer, muestra la tragedia personal de un alterado mental interpretado por Kirk Douglas, con terror ante la presencia de cualquier uniformado. Decenas de miles de sobrevivientes llegaron a Israel en la primera década después de la 2ª Guerra con las imágenes presentes de la barbarie nazi y sus representantes en sus pupilas. Muestra como pocas películas una época de construcción de un país, de sus poblados provisorios o definitivos, en el choque de una conciencia alterada por la crueldad humana.
Salaj Sabati, con guión de Efraim Kishón, construye en una película cómica, protagonizada por Topol, un personaje inolvidable con su familia de mujer y diez hijos nacidos todos en el Yemen, expulsados de allí en esa especie de trueque que significó la retirada de los palestinos de Israel en 1948, reemplazados por los judíos echados de los países árabes en el mismo período y tiempos cercanos posteriores. La mirada crítica pero amorosa de Kishón muestra el origen de muchas localidades y sus poblaciones del Israel de hoy. En este caso es Sderot, incómodamente cercana a la Franja de Gaza.
Carlitos inmigrante (1917), de Carlitos Chaplin. Un barco con emigrantes que pasa cerca de la Estatua de la Libertad, símbolo de un país al que llegan masivamente huyendo de la miseria y el hacinamiento. Se encuentran con la policía aduanera quienes ¡los atan entre sí! para identificarlos, símbolo de las crueldades de un sistema que reprime a los más débiles.
Ser digno de ser (2005), película franco-israelí dirigida por el rumano Radu Mihaileanu, un “polirubro” donde se muestran escenas verídicas de los campamentos donde se agolpan en Sudán fugitivos de varias naciones africanas que expulsan poblaciones varias. Allí se llevó a cabo el operativo israelí “Moisés”, de rescate de los “falashas”, habitantes judíos de Etiopía desde épocas bíblicas, con rumbo a Israel. Un chico cristiano reemplaza a otro, judío, muerto por una de las epidemias que los diezmaban, empujado por su madre. Su vida dentro de una familia que lo adopta expresará diversos momentos de la historia de un joven de piel negra en la sociedad Israelí, con un final emotivo pero aterrador, en el mismo campamento del principio.
Amistad (1997), del director Steven Spielberg. Con Morgan Freeman y Anthony Hopkins. Un barco cargado de esclavos africanos, cuyos pasajeros forzados se amotinan cerca de Cuba, a principios del siglo XIX y huyen flotando hacia EEUU. Una indefinición legal los posterga y agonizan de hambre mostrando las inhumanas y brutales condiciones en que los esclavos llegaron al “nuevo mundo”.
Éxodo (1960), del director Otto Premminger, sobre un best-seller de León Uris. Un viejo barco carga a más de 600 sobrevivientes de la Shoá rumbo a Israel, aún bajo dominio de los ingleses, quienes le prohíben bajar del mismo, y lo remiten a Chipre. Lo intentarán ilegalmente y llegarán de noche, con ayuda de habitantes de kibutzim, con una extensa historia posterior, ya en la Israel aún bajo mandato británico y luego de la proclamación de la independencia en 1948.

Contradicciones que permanecen…
Por supuesto que este breve listado de películas no agota las posibilidades de tomar contacto con la temática. Pero debemos plantearnos otra clase de prevenciones. A pesar del conflicto que se nos aparece como espectadores deseantes de un mundo mejor, la realidad de la Europa de hoy nos muestra también la expectativa de un mundo que reproduce contradicciones presentes hace 70 u 80 años, con el agregado de la presencia de unos 20 millones de personas de origen islámico, que comienzan a introducir, ellos y sus descendientes, actitudes tradicionales de enfrentamiento con otras minorías, como el caso de Noruega, Gran Bretaña y países de anterior pertenencia al orbe soviético, donde en los niveles académicos y políticos comienza a traslucirse una actitud de rechazo y/o no aceptación de la presencia judía o del Estado de Israel.
También en esta situación hay antecedentes que llegaron a nivel de expresión cinematográfica. Podríamos destacar decenas de películas del ámbito europeo, pero querría destacar algunas de realización argentina.

Made in Argentina…
Kamchatka (2002), del director Marcelo Piñeyro, inspirada en un juego de estrategia que se hizo popular hace algunos años. La amenaza de la dictadura lleva a dos profesionales, padres de hijos universitarios a guarecerse en un lugar del propio país en una actitud de protección para con sus hijos. La cerrazón necesaria para cuidar de ellos los lleva incluso a acallar y postergar su protesta.
Bolivia (2001), de Israel Adrián Caetano. Las crisis económicas que aquejaron a ambos países empujaron a miles de familias bolivianas a cruzar la frontera y cobijarse en múltiples talleres textiles clandestinos, o en quintas de frutas y verduras alrededor de las mayores ciudades argentinas de provincias. Surge así el racismo como límite a la libertad y al crecimiento individual.
Martin Hache (1997). Un muchacho de menos de veinte años (Hache) embarcado en una actitud de rebeldía es enviado por su madre a vivir con su padre, Martín, quien vive solo en España a la espera de mejores épocas en nuestro país. Allí, y sin vivir mayores dificultades como la ilegalidad o la cerrazón, Hache se expresa ante la vivencia de que a su padre se le escapa su propio ser cultural, un testimonio tan vívido que bien nos sirve para cerrar esta nota: “Eso de extrañar, la nostalgia y todo eso, es un verso. No se extraña un país; se extraña el barrio en todo caso, pero también lo extrañás si te mudas a diez cuadras. El que se siente patriota, el que piensa que pertenece a un país es un tarado mental, la patria es un invento. ¿Qué tengo que ver yo con un salteño o con un tucumano? Son tan ajenos a mí como un catalán o un portugués. Una estadística, un número sin cara. Uno se siente parte de muy poca gente. Tu país son tus amigos y eso sí se extraña, pero se pasa. Lo único que cuando uno tiene la chance de irse de su país debe aprovechar. Es un país donde no se puede ni se debe vivir, te hace mierda. Si te lo pensás en serio, si pensás que podés hacer algo para cambiarlo, te hacés mierda. Es un país saqueado, depredado, y no va a cambiar. Los que se quedan con el botín no van a permitir que cambie”.

* Docente y Coordinador del Cine-club en el Dep. de Cultura de Amia.