Elecciones presidenciales 2015

‘Cambiemos futuro por pasado’

La olla en la que se cocinaron las elecciones del 25 de octubre sigue tibia… o más bien hirviente. Ningún pronóstico anticipó el resultado arrojado por las urnas. Políticos, consultores, palpitadotes y quiromantes diversos equivocaron groseramente los guarismos, en un caso para festejar la sorpresa, en otro para no salir aún del estupor. El presente artículo pretende ofrecer, con el diario del lunes en la mano, una explicación de lo sucedido.

Por Mariano Szkolnik

Domingo por la mañana. Todo normal, como lo es votar periódicamente desde hace 32 años. Sin sobresaltos, el electorado elegía al próximo presidente. Por la tarde, un interminable silencio en torno a los resultados parciales puso a prueba la tensión arterial de parte de la ciudadanía. Ya por la noche, comenzaron a filtrarse algunos datos. Finalmente, a eso de las 23:30, la sorpresa arrancó lágrimas de alegría, o de tristeza, según el caso, y en proporciones similares. Por menos de una cabeza, Daniel Scioli aventajaba a Mauricio Macri. Con poco más de dos puntos porcentuales de diferencia, y con un tercero de peso como Sergio Massa capaz de influir en el resultado de la segunda vuelta, el Frente para la Victoria fue desplazado de la zona de confort del 40 por ciento de los votos que hubiera colocado a Scioli en la puerta de la Casa Rosada. Aunque en segundo lugar, Macri emergía como ganador (se esperaba que no superara el 30% de los votos), con chances de alcanzar la presidencia en diciembre.
Atribuir “irracionalidad” al electorado, dudosamente suponga el mejor camino para alcanzar la comprensión del hecho político más destacado desde 2003. El juicio de valor no debe invisibilizar las razones del voto, ni perder de vista que una parte de la población “apostó” por un cambio, con independencia del carácter real o fantaseado de dicho cambio. Hay algunas cuestiones que, a la luz de los hechos, parecen evidentes:
1) Daniel Scioli no es CFK. La actual presidenta supo congregar la preferencia electoral de la población, más allá de los núcleos duros de militancia. Habría que releer al sociólogo Max Weber para comprender que el liderazgo carismático tiene carácter de excepción. Para sus seguidores, el caudillo ostenta una serie de atributos sobrenaturales, y las adhesiones que concita no responden a lógica transmisible alguna, sino que obedecen al sentimiento, al amor, al corazón. La fe y la esperanza de Scioli no lo convierten en un líder de esta especie particular.
2) Si de contabilizar porotos se trata, huelga decir que Scioli no aportó votos adicionales al caudal histórico del kirchnerismo puro. Obtuvo poco más del 36 por ciento, lo cual sugiere que han habido desgranamientos en la base social que sustentó al gobierno por tres periodos consecutivos.
3) Otro dato claro es que algunos históricos del conurbano, atornillados a un poder que han venido ejerciendo casi bajo la lógica del señorío, sufrieron el castigo de las y los electores. Aunque pertenecientes a diferentes espacios políticos, los casos de Curto, Cariglino y Gutiérrez son más que significativos. Todos ellos fueron desplazados por recién llegados a la política.
4) Los analistas cercanos al FPV explican la derrota de Aníbal Fernández por la traición de sectores del PJ. Si bien eso quizás sea una condición necesaria, es claro que no es suficiente: la vacancia ocupada por Maria Eugenia Vidal responde a otros factores. Como CFK en 2005, cuando derrotó a Chiche Duhalde y al aparato del PJ territorial, Vidal se abrió paso como una figura joven, “nueva”, capaz de destronar a las estructuras asfixiantes de la política provincial. Los votantes demuestran una autonomía que no cabe negarles.
5) El macrismo jugó sus fichas a todos los casilleros, además de contar con un blindaje mediático más que ostensible que lo inmunizó frente a sus contradicciones manifiestas, sus erráticos giros discursivos, las denuncias de corrupción, la presencia de personajes impresentables entre sus filas, y el procesamiento judicial de su propio jefe. El PRO se rodeó de economistas neoliberales en su vertiente más “salvaje”, que prometen ajuste y recesión como modo de establecer un nuevo “punto social de equilibrio”. Al mismo tiempo, su líder “kirchnerizó” su discurso, juramentando sobre la biblia de la Asignación Universal por Hijo que mantendría la gestión de Aerolíneas e YPF bajo el ejido del Estado, afirmando a la vez que una serie de derechos sociales –no conquistados precisamente por el voto de su fuerza política–, serían respetados.
El candidato de Cambiemos prometió que en adelante “la gente sería escuchada, visitada casa por casa”; al tiempo que anunció que no haría uso de la denostada Cadena Nacional, dando paso al “diálogo en lugar de la imposición de un discurso.” Finalmente, en un paso de comedia inédito, Macri se declaró “peronista de la primera hora”, durante un acto que contó con la asistencia perfecta de la derecha despechada del movimiento. Todo lo antedicho conforma una “ensalada” que por multifacética y confusa, sumó voluntades anhelantes del cambio prometido.
6) La propuesta de Scioli no fue otra que la de una continuidad rengueante. Sin el ángel de Cristina (y sólo con su apoyo protocolar), enfrentó en soledad la realidad, que dicta que no cuenta con un modelo propio para exhibir: su provincia funcionó durante estos años gracias al generoso combustible aportado por la Nación. Macri, en cambio, cuenta a su favor con un imaginario construido en torno a una Ciudad de Buenos Aires en la que se viviría “como en Europa”. Para quienes habitan el conurbano (destruido, anómico, coto de caza de bandas criminales en connivencia con las fuerzas de seguridad), la propuesta de la importación del “modelo porteño” a sus distritos resulta por demás atractiva, aunque no consista más que en la generalización de metrobuses y bicisendas.

El piso como techo
La subsistencia por medio de una economía basada en clubes del trueque se pierde en la bruma del tiempo. Lo conquistado en estos años es ahora sólo un piso natural, sin historia, percibido como fruto del esfuerzo individual, sobre el cual es posible apoyarse para mirar hacia el futuro. La imposibilidad de canalizar y resolver las tensiones que atraviesan a la sociedad argentina se traducen en bandazos inesperados. Ante la falta de opciones convocantes, el electorado se encolumnó tras Vidal y Macri. Aunque se trate sólo de una estratagema de la retórica, la idea de “cambio” rindió ampliamente sus frutos.
Con el horizonte posible de una restauración neoliberal, capaz de “comprar legitimidad” mediante un consumo fundado en el endeudamiento externo, se inicia ahora un periodo de tres semanas álgidas, en las
cuales ningún resultado es seguro.

* El autor es sociólogo. Profesor de la UBA.