Viaje al espíritu idish

Un pueblo llamado Stolpce

Descendientes de habitantes de un pueblito con gran presencia judía de Bielorrusia conocieron la tierra de sus ancestros y, conmovidos, se propusieron llevar a cabo un ambicioso proyecto de restauración del cementerio local y otros ámbitos de la intensa vida judía previa a la Shoá en la región.
Por Melissa Mc Curdie *

En el año 2007, junto a mi marido Barry y mi hermano David visitamos Stolpce; el pueblo de nacimiento de mi madre en la Polonia de la pre guerra, y donde nuestra familia vivió al menos desde el siglo XVIII. Fue un pequeño pueblo conocido como Stolpce en polaco, Stolbzy en ruso y Shbeitz en Yiddish. Perteneció a Polonia antes de la II guerra mundial y anteriormente a Rusia; actualmente a Bielorrusia. Se encuentra a unos 72 km de Minsk, a orillas del río Niemen y de acuerdo a viejos residentes de los alrededores, fue fundado por judíos en el siglo XVII.
En aquellos días, el río era usado para transportar troncos que eran talados en los bosques, río arriba. Los mercaderes de madera a bordo de barcazas, remaban corriente abajo siguiendo el recorrido de los troncos. Una conveniente parada nocturna en la ribera pantanosa del río les hizo empotrar postes para atar las barcazas. Se cree que estos postes, conocidos en ruso como “stolb” le dieron origen al nombre, Stolbzy, o lugar de los postes.
Stolpce llegó a tener un próspero mercado con una población judía de 3.000 almas, antes de la guerra. Los judíos de Stoplce se educaron, crearon vibrantes escuelas y varias sinagogas, que en la verdadera tradición judía tuvieron diversos grados de observancia. Diversas organizaciones de caridad como el Gemilut Chesed, políticas como el movimiento Bund y una plétora de organizaciones juveniles sionistas surgieron en Stoplce. Y muchos de sus jóvenes, incluido el tercer presidente del Estado de Israel, Zalman Shazar, dejaron Stoplce en los años veinte para hacer aliá.

Crecimos escuchando a nuestra abuela, madre y tía hablando de sus vidas en Stoplce con amor y nostalgia como también con una profunda angustia por la familia y amigos que perecieron durante el Holocausto.

En un frío pero soleado día de 2007, nos encontramos conduciendo de Minsk a Stoplce. Todos aquellos años de charlas, y planificaciones y al final estábamos allí. El guía le pidió al chofer detenerse para que podamos retratarnos bajo un cartel en letras cirílicas que anunciaban que nos encontrábamos en Stolpce.

Quise aferrarme a cada momento y fotografiar y memorizar cada detalle para compartirlo con mi madre al regreso. Ella había decidido tiempo atrás que no regresaría a Stoplce, diciendo que sentía que Polonia y Bielorrusia eran como un gran cementerio judío y que no quería caminar por allí. Que prefería guardar en su memoria su hermosa y feliz niñez de una chica de 8 años. Su último recuerdo de Stolpce se remonta a cuando, arrodillada en el asiento trasero de un carruaje tirado por caballo , una troika, se alejaba de su casa mientras una ligera nieve –la primera del invierno– iba cubriendo no solo las casas y calles del pueblo sino también sus vida allí para siempre.
Caminamos por las calles de la parte vieja y la plaza del mercado, otrora bulliciosos y que ahora estaban desiertas y en silencio. Sólo permanece una solitaria estatua de Lenin, con su brazo levantado apuntando, imperiosamente. Fue un sentimiento extraño pero estimulante caminar por donde una vez lo hicieron nuestros ancestros. Rápidamente ese sentimiento fue reemplazado por otro sombrío cuando nos envolvió el impacto de la destrucción de la que una vez fue una pujante comunidad.
Coincidimos con mi hermano que nuestra madre había tomado la decisión correcta: no había nadie ni nada ahí por la que ella tuviera que volver. Todas las casas de madera anteriores a la guerra, la de nuestra madre incluida, habían sido quemadas hasta los cimientos y las construcciones de ladrillos, alguna de las cuales fueron modificadas, ya no servían para las funciones para las cuales originalmente habían sido creadas.
Ni una sola familia judía o individuo de los habitantes de la pre guerra vive en Stolpce hoy. En efecto, hay una sola familia judía, una anciana madre con sus solteronas hijas gemelas bordeando los 60 años. Ellas vinieron a Stolpce en la década del 50, cuando su padre, un magistrado, fue enviado a trabajar. Él falleció hace mucho tiempo, pero ellas permanecieron en el pueblo. Prepararon un almuerzo para nosotros y nos dieron la bienvenida con un toque caluroso que raramente se experimenta de extraños.

Visita guiada
Nos organizaron con un antiguo residente de Stolpce para mostrarnos los alrededores. Su nombre es Arkady. No es judío y en época de la guerra era un niño que fue testigo del horror. No habla inglés pero se mostró animado y entusiasta en indicarnos los lugares antiguos de Stolpce mientras nuestro guía nos traducía. Nos mostró la casa del rabino, la carnicería, una fábrica de sombreros y otros lugares más que pertenecieron a familias judías. Conocía muchas de las familias por nombre y nos ayudó a encontrar la casa de mi madre con un mapa que ella había dibujado. Aunque uno de los principales puntos de referencia, la iglesia católica, que estaba situada cruzando la ruta frente a su casa, había sido demolida en la era soviética, fuimos capaces de identificar el sitio. Arcady nos ayudó a localizar el pozo de agua al fondo del jardín, que mi madre había señalado en el mapa.
Arkady solía concurrir a la escuela vecina a la casa de nuestra madre y desde allí mirar el pozo.
Hoy se alza otra casa allí, hecha de grises bloques sin revocar y con pollos rascándose en el patio contiguo. No tuve deseos de golpear la puerta. No era la misma casa, pero me invadió un abrumador sentimiento de estar parada frente al sitio en que mi madre había nacido y en el pedazo de tierra que perteneció a nuestra familia por décadas. Tenemos los documentos originales firmados por nuestro tatarabuelo, Yehuda Leib Sagalowich, en la que formalmente transfiere la propiedad a su hijo, nuestro bisabuelo Boruch Moshe Sagalowich. Uno de estos documentos está escrito en hebreo, otro en polaco y otro en ruso con las estampillas y firmas de los oficiales de la comuna. Todos confirman la propiedad de la tierra con la casa de madera y el granero en él, con todos los impuestos pagos.

Desde el viejo mercado, bajamos hasta la ribera del río Niemen. Es mucho más angosto de lo que solía ser, y el puente de madera que conectaba a Stolpce con la pequeña aldea de Swierznie en la orilla opuesta ya no existe. Todo lo que queda son dos postes de madera que emergen por sobre el nivel del agua. Tenemos fotos de nuestra familia y amigos nadando y remando en el río que, aunque frío como estaba, no impidió que sumergiera mis dedos en él.

Pedimos que nos mostraran donde estaba el gueto. Arkady apuntó a un área detrás de la iglesia ortodoxa y entonces se mostró más animado. “Espere, espere” dijo, y abrió un maltrecho maletín de donde extrajo un voluminoso archivo lleno de páginas escritas con máquina de escribir y fotografías en blanco y negro. Nos informó que estaba escribiendo un libro acerca de Stoplce porque la verdad acerca de lo que había sucedido no era conocida, y que había ido a Varsovia para obtener archivos y fotos para mostrar cómo era el pueblo antes de la guerra.

Hojeó las páginas, encontró lo que estaba buscando y empezó a leer. Contó acerca de un evento que claramente lo traumatizaba cuando, siendo un chico durante la guerra, vio desatarse un incendio en una de las casas de madera del gueto. Dijo que el fuego parecía venir de adentro desde el medio de la casa. Vio y escuchó que la gente estaba en la casa pero ninguno salió. Nadie estaba autorizado a ayudar a extinguir las llamas y nadie en el gueto hizo nada para apagarlas. Relató que no entendía cómo nadie hizo nada para ayudar. Observó impotente como la casa se quemó y la gente que estaba adentro murió.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo al volver a escuchar de un testigo ocular, una historia que a menudo era repetida en nuestra familia y que es recordada en el libro Stopce Yiskor. Le pedí a nuestro guía que le tradujera a Arkady que entendíamos que un tío de mi madre, y el hermano de mi abuelo, Eliakum Milcenzon, habían encendido el fuego. Cuando comenzó la liquidación del gueto y los judíos eran llevados a los bosques y fusilados en una fosa, Eliakum aparentemente decidió que no permitiría que los nazis lo tomaran, a él y su familia, y que eligió incendiar la construcción y acabar su sufrimiento de esa manera.
Arkady finalmente tuvo la explicación de un incidente que claramente lo había fascinado todos estos años.

Al rescate de la memoria
Luego fuimos hasta el cementerio judío, localizados a 200 o 300 m. de la ribera del Niemen, al oeste del pueblo. Una triste vista nos recibió. Una descuidada y pequeña parcela de tierra, tal vez medio acre con unas solitarias tumbas y parcialmente tapadas por la maleza, basura y botellas vacías de vodka. El cementerio es aproximadamente el 20% del tamaño que otrora tenía y ahora casas privadas y un almacén se alzan en el terreno. Nos dijeron que muchas de las tumbas habían sido usadas para construir los cimientos del almacén y otras arrojadas en las afueras del cementerio y tapadas por la tierra. No logramos encontrar ninguna tumba de nuestros ancestros. La profanación del cementerio nos hizo sentir como un insulto final a los judíos de Stolpce.
Nos fuimos con nuestros corazones apesadumbrados, y 2 kilómetros más adelante entramos en los bosques que bordean el pueblo. Allí, en un claro, hay un gran montículo de tierra que es la fosa común de 3.000 almas judías. El 23 de setiembre de 1942 fueron conducidos desde el gueto y por varios días fueron fusilados desnudos y arrojados a un gran pozo. Testigos que sobrevivieron escondidos en los bosques, reportaron que la tierra continuó moviéndose después, ya que los heridos que no tuvieron la suerte de morir instantáneamente fueron enterrados vivos. Alzándose como un centinela silencioso entre los árboles, hay un memorial erigido en la era soviética con una gran estatua de una figura vistiendo una bata con capucha con una inscripción que reza: “Aquí descansan los restos de 3.000 inocentes ciudadanos soviéticos”.

En 1984, se organizó una colecta mundial y se erigió otro monumento en el sitio, con una placa en hebreo (ahora perdida) en un lado y en bielorruso en el otro con la leyenda: “Aquí, el 23 de setiembre de 1942, los nazis alemanes y sus agentes ejecutaron a 3.000 judíos. Esos pacíficos residentes de Stolbtsy, hombres, mujeres y niños, fueron asesinados por disparos o quemados vivos. Cientos de judíos de Stolbtsy fueron asesinados en los años de la guerra entre 1941 y 1945. Sus lugares de inhumación son desconocidos. Que la memoria de la comunidad judía aniquilada se perpetúe. Que la memoria de esas víctimas sea bendecida. Este monumento fue construido por los sobrevivientes judíos de Stolbtsy en 1984”.
Estar parada frente a la fosa común fue uno de los momentos determinantes de mi vida.

Saber que mi familia y sus amigos yacen aquí , y que si no fuera por la visión de nuestro abuelo, él, nuestra abuela, mi madre y mis tías hubieran estado allí también. Fue algo difícil de soportar .Permanecimos un rato en silencio. Una fuerte brisa impidió que pudiéramos prender las velas que habíamos comprado. Caminamos lentamente alrededor del perímetro. La engañosa tranquilidad de un lugar que fue testigo de la maldad, en el cual retumbó con el sonido de la metralla, donde hombres, mujeres y niños gemían y suplicaban por su vida, me hizo hervir la sangre.

A nuestro regreso, resolví que haría lo que pudiera para poner en marcha la restauración del cementerio judío de Stolpce. Nuestros padres, por supuesto estuvieron de acuerdo y generosamente financiaron la primera parte y la mitad de la segunda de la renovación, que fue realizada y supervisada por el Grupo de Bielorrusia para la Investigación de la Herencia Judía, encabezado por Yuri Dorn. La primera etapa de la restauración fue completada y más de 100 tumbas fueron encontradas, limpiadas, fotografiadas, traducidas y catalogadas. Imaginen nuestra alegría  cuando entre ellas encontramos la de la madre de nuestro abuelo, enterrada junto a uno de sus hijos que murió joven , de cuya existencia no sabíamos nada (Una base de datos de las tumbas junto a las fotos pueden ser vistas en http://tunicks.com/cemetery/index.html/).
Nos comentaron que las casas alrededor del perímetro del cementerio fueron construidas en su terreno y que el “campo vacío” sobre la cerca del fondo está rellenado con tierra y tumbas. Yuri negoció satisfactoriamente con el intendente de Stolpce la devolución de un pedazo de tierra al cementerio. Las autoridades fueron muy útiles en conseguir el consentimiento de los vecinos, tal como lo requiere la ley bielorrusa. Los trámites legales fueron completados y la tierra fue reincorporada al cementerio, completando el segundo paso de la renovación.

Dos proyectos complementarios continúan: primero, obtener permiso para recuperar las lápidas que están en los cimientos del almacén que bordea el cementerio; y luego, las que están enterradas en las afueras. Es un camino para realizarlo paso a paso y con la ayuda de Yuri, quién realizó varios proyectos de restauración, creemos que se concretará.
Creemos que el proyecto servirá como una señal de respeto y reconocimiento de nuestros ancestros. Por otra parte, asegurará que los actuales habitantes de Stolpce, muchos de los cuales no habían nacido en tiempos de la guerra, conozcan que los judíos fundaron su ciudad, que judíos vivieron y murieron allí, que rieron y lloraron y que muchos de ellos están enterrados allí. Es también importante que sepan que en algún lugar del mundo, sus descendientes permanecen conectados e interesados con esos sitios sagrados.

* Los descendientes de oriundos de Stolpce y los interesados en el proyecto, pueden contactarse con la autora vía e-mail: barmel@bigpond.net.au