Las repercusiones de Sin Punto y Aparte en Córdoba

Punto y seguido, continuando la conversación

El documental de Shlomo Slutzky -el periodista israelí que regresa a su Argentina natal para cubrir los juicios a Luciano Benjamín Menéndez por crímenes durante la última dictadura- generó un intenso debate en el seno de la comunidad judía de Córdoba. El film confronta a compañeros que en el pasado se acusaron mutuamente de traicionar la “causa” de la revolución, y hoy, con la perspectiva de 30 años de experiencia, pueden juzgar los logros y fracasos de sus vidas.
La autora analiza la obra que revisa la historia de esos jóvenes militantes judíos de Córdoba, con la mira puesta en recorrer el relato cinematográfico como un punto y seguido, que invita a continuar la conversación en el infinito de sus posibilidades.
Por Débora G. Kantor *

A medida que vamos ingresando en Sin Punto y Aparte, con pocas palabras que se nos aparecen en forma de imagen, comenzamos a sumergirnos en un muy concreto universo de sentido: la dictadura cívico-militar, los desaparecidos, sus identidades, cuántos fueron de origen judío, dónde militaban. Luego, la voz en off de Shlomo Slutzky, nos ofrece un espacio: “Córdoba, Argentina”; una nueva temporalidad “Mayo del 2008”; y una causa que se ata al presente: “tras décadas de batalla por justicia, comienza el juicio contra el General Luciano Benjamín Menéndez, comandante de la Zona Norte durante la dictadura, y contra sus colaboradores”. Finalmente, esa voz nos revela lo más íntimo de su indagación: “30 años después de haber dejado la Argentina, regreso a cubrir para la televisión israelí el juicio al asesino de mis compañeros, el juicio de quien podría haber sido mi propio asesino, de no haber puesto en aquel entonces yo, un punto a mi vida en la Argentina”.
Al abordar este documental, no se trata estrictamente de revisar la historia de los jóvenes militantes judíos de Córdoba en la década del ‘70´, sino de recorrer el relato cinematográfico como un punto y seguido, que nos invita a continuar la conversación en el infinito de sus posibilidades. Si lo que ocurrió con estos jóvenes hace ya cerca de cuatro décadas ha quedado inconcluso -por lo menos en el espacio geográfico concreto de su suceder (Córdoba)- en tanto que debate en el interior de su comunidad de procedencia, la voluntad de retomarlo hace ya tiempo que insiste en aparecer.

El regreso de lo oculto
El problema ha sido el silencio, un silencio que se presentó tempranamente en una publicación editada en 1990, en ocasión del 75 aniversario de la Comunidad Judía de Córdoba, que –como vemos en el documental- al recorrer la década del ‘70, omitía lo sucedido del año 1973 a 1978. Sin embargo, lo oculto regresó en el 2006, en la forma de otra publicación, “Homenaje a los desaparecidos de la comunidad judía de Córdoba”, donde se relatan historias de vida y se exhiben fotos de muchos de los jóvenes que fueron desaparecidos. La misma está dedicada exclusivamente al recuerdo de esos jóvenes, devolviéndoles sus nombres, sus historias, y acompañada de una placa en el cementerio judío de Córdoba, que reivindica un espacio de recuerdo, como un intento de restitución de su corporeidad, desaparecida.
El documental de Slutzky retoma estos puntos y nos sugiere otros, expande el horizonte de lo pensable sobre esa historia dispersa e interrumpida, y a través de una constelación de anécdotas, fotografías y reflexiones, nos dibuja un mapa del origen y múltiples transformaciones de la militancia de los jóvenes sionistas socialistas de los ‘70 en Córdoba. Los nombres de quienes se conocieron en un kibutz en 1973 (Isaac Rudnik, Zulema Bendersky, Ricardo Levin, Walter Goobar, Hugo Donemberg, Rubén Groisman, Alejandra Jaimovich, Shlomo Slutzky y tantos otros), y regresaron a una Argentina extraña, que ellos enfrentarían de modos diferentes. Algunos dejaron a Israel “en la salida del aeropuerto”, para abrazar la resistencia popular, otros continuaron militando en las filas del sionismo socialista, luchando por revolucionar lo que consideraban su lugar. Recorriendo el destino de unos y de otros, se va dando forma a lo que podemos llamar una memoria -fundamental, impostergable-, lo que hasta ahora se había obturado.

En su función ordenadora de un relato posible, el documental hace acontecer una multiplicidad de otras narraciones, las que no quedaron comprendidas allí adentro. El primer vacío, el obvio -lo irreparablemente ausente- es la voz de los protagonistas que no están. Pero hay, por otra parte, en el debate y recuerdo de los que habitan el presente y los que habitarán el futuro (herederos de alguna de todas las posibles identificaciones con esos jóvenes militantes), un vacío que exige ser llenado.

Pensar el lugar del que observa como lugar activo y al cine como evocación, como provocación dirigida a esos actores de la historia (que son espectadores) nos llevará a reflexionar sobre las tomas de posición frente a lo observado. En una conversación que mantuve con Shlomo, me relató el modo en que se dispuso la proyección del documental en el club Macabi de Córdoba: tres oradores, un moderador, sin posibilidad de preguntas del público. Las preguntas, sin embargo, insistieron en ser enunciadas y aunque precario, se generó un debate.
En este sentido, resulta claro que los interrogantes que surgen a partir de este disparador son un buen comienzo para pensar la posibilidad de (re)construir una comunidad en la que puedan incorporarse las ausencias, debatiéndolas en la cotidianeidad de lo vivido en común. Esto es algo que podemos, queremos y debemos esperar, pero que pertenece al orden de lo que por ahora no tiene un destino cierto. Sin embargo, en la punzante sugerencia del relato cinematográfico, que representa redistribuyendo y reubicando (montando imágenes), puede que hayamos encontrado, en otro punto, el comienzo de una nueva conversación.

* La autora nació en Córdoba y es politóloga e investigadora de la Universidad Católica de Córdoba y la Universidad Nacional de Córdoba.