Falencias en la contención a la juventud

Judaísmo ¿a tu medida?

El abanico de propuestas comunitarias para los jóvenes judíos de nuestro país constituye una suerte de judaísmo “de supermercado”, que responde a una lógica de satisfacción de necesidades personales, sin apelar a la pertenencia, la reflexión crítica ni el debate ideológico necesarios para la constitución de una identidad judía comprometida.
Por Laura Anapolsky*

“La religión en la sociedades modernas se ha convertido en una actividad de tiempo libre que se compra en el mercado como cualquier otro estilo de vida de la cultura del consumo” 1.

En la última década, la comunidad judía fue generando cada vez más espacios orientados hacia jóvenes de 18 a 30 años. Desde entonces, se multiplican las actividades ofrecidas por instituciones provenientes de distintos sectores de la comunidad, ya sean laicos o religiosos. La tendencia apunta a un “judaísmo a medida”: cada cual puede elegir qué toma y qué deja. Pero, ¿podría afirmarse que este tipo de oferta personalizada es un generador de apropiación?

Distribuidas en diversos puntos de la ciudad, Studio Shenkin, Casa Hillel y Beit Jabad El Lazo son algunas de las tantas propuestas que apuntan a que jóvenes judíos interactúen entre sí. En la mayoría de los casos, la condición excluyente es ser judío. En algunos de ellos es necesario completar formularios y tener entrevistas personales antes de ser aceptado.

En un escondido pasaje de Palermo, Beit Jabad El Lazo funciona principalmente como un espacio de encuentro y sociabilización de jóvenes judíos, con un objetivo que apunta fuertemente a la formación de parejas judías. Para pertenecer es necesario ser hijo de madre judía. Todos sus talleres, cursos, fiestas y viajes, están atravesados por contenido religioso.
Bajo esos férreos preceptos, Jabad se ofrece como el espacio que brinda seguridad y cobijo para paliar las angustias propias de esa etapa de la vida. Ellos tienen “el camino” y las respuestas apropiadas para que el joven extienda la mano, las tome y permanezca ligado a ese círculo garante de pertenencia. Nada que pensar, nada que preguntarse. Aparece, dentro de la oferta, como una institución potente para crear lazos consistentes y duraderos entre el joven y la comunidad.

Sin sede propia, Studio Shenkin –como espacio cultural- ofrece multiplicidad de talleres que “abren una diversidad de opciones para jóvenes judíos interesados en desarrollar sus aptitudes creativas y reflexivas” de modo libre y gratuito. En distintas instituciones de la colectividad, recibe a todas aquellas personas que quieran participar. No es necesario ser socio o formar parte de la casa que hospeda a los talleres para poder acceder a los mismos.

Casa Hillel es un espacio judío universitario de intercambio y formación profesional ubicado en el barrio de Belgrano. Para acceder a estos talleres es requisito ser estudiante universitario o egresado, enviar un CV y realizar una entrevista grupal con alguien del staff de Hillel.
Con criterios amplios respecto del judaísmo, enuncian que su objetivo es que cada joven pueda tomar responsabilidades sobre su propio judaísmo, a su tiempo y en base a sus propias creencias.

Como ámbitos laicos, Hillel y Shenkin apuntan a un joven que enriquezca su propio bagaje valiéndose de las herramientas que estos espacios le aporten para su formación profesional o su desarrollo personal artístico y creativo. No dan respuestas únicas, apuntan a la capacidad productiva.

“Todo lo sólido se desvanece en el aire”
En tanto son espacios apolíticos, autopistas para la dispersión y el ocio, o bien para una capacitación específica profesional, sin constituirse en espacios para la pertenencia, son de participación efímera y fugaz, por los que el joven sólo transita y no se arraiga. Satisfecha la necesidad del momento, migra buscando nuevas satisfacciones allí donde el mercado las oferte.

Ni la oferta religiosa, ni estas opciones laicas propician marcos para el desarrollo del pensamiento crítico. Drogadicción, homosexualidad, violencia familiar, transgresión, temáticas actuales de fuerte pregnancia para el desarrollo de la juventud, parecen ser un tabú en la comunidad judía y, por omisión, funcionan implícitamente como un factor más de exclusión.
Si atendemos a un momento en que se reconoce un retorno de la juventud argentina hacia la política, la ideología, al compromiso con lo social, ¿cuál es el espacio que brinda la comunidad para el desarrollo y debate de estos temas? No parece ser un tema menor que no haya siquiera un marco institucional donde puedan debatirse temas coyunturales sobre el rol y los conflictos del judaísmo en la sociedad, tanto de la Argentina como en el plano internacional.

En el plano del compromiso social, hay programas sustentados por instituciones como Hillel, MACABI, Fundación Judaica y AMIA, dirigidos a jóvenes de 18 a 30 años, que apadrinan escuelas y se reúnen semanal o quincenalmente. Pero si bien su labor se aboca a involucrarse con realidades sociales de alta vulnerabilidad, aún no cuentan con una formación social y política profunda y consistente. Faltan espacios de debate político-ideológico para los jóvenes en la comunidad.

Ajenos a su devenir, una clara señal puede verse en la baja participación de jóvenes laicos en las elecciones de AMIA. Legitimar la apertura de estos ámbitos de mayor compromiso puede ser una clave para la inclusión de los jóvenes al espacio comunitario. Cerrar o pretender omitir estos debates a través de productos “a medida” seguramente defina una comunidad de consumidores, ávidos de lo que unos pocos tengan para ofrecerles en un envase a medida.

* Estudiante de Ciencias de la Comunicación (UBA).

1) Featherstone Mike, “Cultura del consumo  y posmodernismo”, en Fidel C.,  Weiss, T. “Nuevas voces para una nueva tribu”.