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Memorias de un secuestro

El 21 de noviembre pasado, medios de comunicación nacionales e internacionales dieron cuenta de que un ex banquero argentino, Eduardo Saiegh, espera sentar en el banquillo de los acusados al ex ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, en el que sería el primer juicio oral y público al ex jefe civil de la dictadura (1976-1983) por terrorismo de Estado y antisemitismo.

Por Darío Brenman

Saiegh era dueño del Banco Latinoamericano Argentino (BLA), una entidad que comenzó a funcionar en 1977 como una banca de inversión en respaldo de la industria nacional. Dos años más tarde, el empresario fue secuestrado y torturado por personeros de la dictadura militar con el objetivo de desapoderarlo de su banco, que no estaba en sintonía con la política económica oficial.

En 1981 y a partir de la crisis económica que padecía el país, Saiegh viajó a Francia para iniciar conversaciones con el Crédit Lyonnais, a fin de vender su banco. En el contexto de la negociación, Austral Líneas Aéreas, cliente del BLA, tenía una deuda con esa entidad bancaria de u$s 7.000.000 de la que, o se hacía cargo la compañía, o la tenía que saldar el BLA, ya que de otro modo eran las cuentas del banco las que no cerraban.

“Lo seguro es que la empresa aérea no iba a poder pagar esa suma, por eso el plan del entonces ministro de Economía Martinez de Hoz fue estatizar la empresa y simultáneamente lograr la liquidación del banco”, explica Saiegh en su autobiografía.

Paralelamente a todas estas negociaciones y sin que los directivos del BLA supieran, el PEN aceptó el traspaso de Austral al Estado y, de este modo, de ser su principal acreedor el BLA se convirtió en el principal deudor de las obligaciones -por más de U$S 250 millones-.

En toda esta historia hubo un detonante que ocasionará un antes y un después en la vida de Saiegh. “Recuerdo que en septiembre comenzó una auditoría del BLA por parte del C. Lyonaiss con miras a la compra. En ese momento noté que faltaba plata en el banco, que las cuentas no cerraban a pesar de que los números contables sí se mostraban en orden. Mi olfato me indicó que faltaba liquidez”. Saiegh ordenó realizar un arqueo de caja incluyendo títulos y valores. El resultado de ese relevamiento fue descubrir que el faltante de dinero obedeció a un acto de corrupción de una persona de apellido Guerrero que había robado U$S 3.000.000.

Saiegh estaba ante una disyuntiva: si daba aviso a la policía corría el riesgo de que la información llegara a los medios, con la consecuencia de que los depósitos comenzaran a fugarse. La otra alternativa -que fue la que primó- era tratar de recuperar los perdido y luego el silencio sobre este tema. “Llegué a una negociación con Guerrero: devolvería hasta donde llegase y el resto sería un faltante que el banco iba a reponer para cerrar las cuentas”.

Sin embargo, la discreción sobre este hecho pasó las fronteras del banco ya que a través de una denuncia anónima (luego se supo que fue el contador Jorge Bustos) la División Bancos de la Policía Federal detuvo a Guerrero -por apropiación indebida de valores mobiliarios del sector Títulos del Banco- y le dijo: “Nosotros prendemos el ventilador; vos tirá toda la mierda que puedas contra Eduardo Saiegh, porque si no, te chupás unos cuantos años adentro”. Una negociación que Guerrero aceptó y con ese hecho empezó la cuenta regresiva del secuestro de Saiegh.

El 4 de noviembre de ese mismo año se presentaron en el banco treinta agentes de la División Bancos de la Policía Federal, sacaron a Saiegh del BLA y lo llevan detenido al primer piso del Banco Nación, donde funcionaba la sede dela División Bancosdela Direcciónde Delitos Económicos de la Policía. “A partir de ese momento quedé incomunicado y desaparecido por siete días; me llevaron detenido y permanecí sin ser indagado por ningún juez con el objetivo de hacerme confesar delitos inexistentes, o de hacerme desaparecer en su caso”.


“Judío, banquero, ¡y encima peronista!”

El relato de Saiegh en su autobiografía da cuenta tanto de las torturas recibidas como de los interrogatorios: “Durante largo rato me golpearon con fuerza; para frenarlos les hablé sobre cuestiones laborales, que había trabajado para los sindicatos, que era peronista y judío. Ahí tuve la primera sorpresa: ‘-¡Ah! Judío, banquero, ¡y encima peronista! ¿Qué te pasa, sos loco?, ¿qué te falta ser? ¿Puto y negro…?’ -Se rieron todos. Sin agresión. Como si hubiéramos estado en torno a una mesa de café, ahí empezó la joda: ‘Como negro no podés ser, vamos a ver cuán puto sos…’”.

Los interrogatorios se basaban en que Saiegh confesara que el banco hacía toda clase de operaciones: “Blancas, negras, judías…”. Y por ‘judías’ calificaban todos esos ‘negocios’ que ellos creen que saben hacer los judíos, y que los del ‘establishment’ llaman, despectivamente, ‘rusadas’”.

Una de esas tardes de esos largos siete días, los secuestradores sacaron a Saiegh de su celda. En el nuevo interrogatorio volvió a contar todo lo que ya había expresado en sesiones anteriores. Se incluyeron preguntas tales como: “Qué hacía el ‘ruso’ Bernardo Grinspun, vicepresidente del banco; qué hacía el general Shaw; por qué tenía milicos en el banco; por qué era peronista; por qué mezclábamos la política con los negocios; que si financiábamos a la guerrilla… Recuerdo que le contesté: -¡Cómo vamos a financiar a la guerrilla si tenemos dos generales en el directorio!”.

El día siguiente del interrogatorio, Saiegh se despertó muy mal con una total sensación de quiebre interior, que iba más allá de las torturas y del dolor físico. “Tomé una decisión: comencé a golpear la puerta y a pedir a gritos que me dejaran hablar con el comisario Ianibelli. Sin duda los sorprendí, porque ni siquiera me golpearon. Me sacaron en silencio y me llevaron al cuarto de torturas, donde había un revolver plateado sobre la mesa… El que hacía girar el revólver, a media voz y como dándome un consejo me dijo: ‘Liquidate Turco, te va a salir más barato’, repitiéndolo continuamente. A lo que le respondí: ‘El turco quiere negociar, pero con el jefe’”.

Ese mismo día lo llevaron nuevamente al Banco Nación para hablar con el comisario Ianibelli. Las negociaciones entre la víctima y sus victimarios fueron muy duras. “Empezaron pidiendo un millón de dólares, y les dije que con suerte podría juntar 500.000 para entregarlos en etapas. Entonces establecieron que fueran 50.000 dólares por semana, todos los viernes a las 5 de la tarde en la confitería Jockey Club de Sarmiento y Cerrito. Y así fue. Cada vez aparecía uno distinto que yo no conocía. Me mostraba su credencial y sin sentarse a la mesa tomaba el sobre que yo le entregaba”.


La búsqueda de justicia

Tras largos años de silencio, Saiegh comenzó su batalla judicial y administrativa contra el BCRA y el Estado Nacional, y penalmente contra José Alfredo Martínez de Hoz y el entonces vicepresidente del BCRA, Alejandro Reynal. Fue así que en 1982, antes del comienzo de la democracia, Saiegh los denunció en el fuero de la Justicia Federal Penal, ante el juez Martín Irurzun, quien los procesó remitiendo a la Policía Federal la orden de detención, y de la cual pudieron evadirse apelando a sus recursos económicos. En 1999, el juez Gabriel Cavallo los condenó por extorsión en grado primario no excarcelable, pero el poder de Reynal hizo que vuelva a salir en libertad.

Ese mismo año, la DAIA presentó los padecimientos de Saiegh como un caso testigo ante el juez español Baltasar Garzón en relación a la persecución y desapoderamiento que padecieron algunos empresarios de origen judío en la Argentina durante la dictadura. Hacia fines de ese mismo año, el juez español emitió un fallo en materia de justicia universal juzgando que los crímenes cometidos en la Argentina por la dictadura eran de carácter de lesa humanidad por ser de terrorismo de Estado.

“En 2004, tras el fallo del juez español de Garzón, se solicitó que todo lo actuado judicialmente hasta el momento pase a la Secretaría de Derechos Humanos para que dictaminen teniendo como base los procesamientos anteriores y, fundamentalmente, el fallo del juez Garzón y las investigaciones hechas por la propia Secretaria de Derechos Humanos”.

Finalmente, en el año 2009 se presentó la denuncia federal penal contra José Alfredo Martínez de Hoz, Reynal y compañía; y contra el Estado Nacional en la persona jurídica del BCRA, por los delitos imprescriptibles de genocidio y lesa humanidad. Luego de dirimirse varias competencias acerca de su radicación, después de más de un año y medio de iniciada la misma, la Cámara Federal resolvió -el 17 de junio de 2010- que al frente de su tramitación debe continuar el doctor Daniel Rafecas a cargo del Juzgado Nacional Criminal y Correccional Federal Nº 3.