Israel en la encrucijada

En el marco de una iniciativa promovida por Nueva Sion y con el auspicio de la Organización Sionista Argentina, en el día de ayer se realizó una presentación de Marcelo Kisilevsky en la sede de Tzavta para analizar los desafíos de Israel en la actualidad.

Marcelo además participó en Buenos Aires de la edición local del programa “Hatzad hasheini” (“La otra cara”). Esta iniciativa dirigida por el politólogo Gabriel Ben Tasgal surgió a partir de una propuesta de la comunidad judía venezolana, con el objeto de desarrollar una serie de acciones de Hasbará (esclarecimiento) a través de seminarios, programas de capacitación, elaboración de material multimedia y otras iniciativas de formación e intervención en diferentes países latinoamericanos y España.

El objetivo se centra en mostrar “la otra cara de Israel y el Medio Oriente” ante el fuerte sesgo observado en distintas campañas y en la cobertura efectuada por distintos medios de comunicación internacionales en torno a los acontecimientos de la región. Cabe asimismo destacar el hecho de que los protagonistas del proyecto hablan por sí mismos en cuanto a garantizar la pluralidad de perspectivas tanto desde el ala izquierda como desde la derecha.

En este contexto, la exposición del ex Editor y habitual colaborador de Nueva Sion y conocido corresponsal de Clarín en Israel (tarea que realiza circunstancialmente en reemplazo de Shlomo Slutzky) se centró en el análisis de los dilemas acuciantes de la sociedad y la política israelí y en las perspectivas de paz a la luz de los últimos intentos de avanzar en las negociaciones con los palestinos.

En honor al título de la convocatoria del día, Marcelo enfatiza el hecho de que, lejos de constituirse en una circunstancia excepcional, “Israel siempre está en una encrucijada”. En ese sentido, a modo de una sana provocación frente a un auditorio bien acostumbrado a las malas noticias, la apertura de la conferencia se centró en la presentación de un enfoque optimista en perspectiva histórica de cara al futuro. Así, se hace hincapié en un análisis macro de la historia de la región y la evolución de la Liga Arabe en su relación con el Estado de Israel. Una evolución que ha ido girando desde el inmediato rechazo con los consecuentes enfrentamientos sucesivos hasta una progresiva apertura (acuerdos con Egipto y Jordania mediante) que se ha ido traduciendo en una mayor permeabilidad para entablar relaciones con Israel.

Dicha perspectiva se inscribe en el paradigma de la “Real Politik”, asumiendo como telón de fondo el Fin de la Guerra Fría y la emergencia de la amenaza iraní, con el consabido debilitamiento del poder de la Liga Arabe y la necesidad resultante de salir a buscar nuevos aliados. Bajo estas premisas, se estaría profundizando un cambio en la orientación de la situación, cuyos ejes centrales habrían virado desde un conflicto árabe-israelí a un conflicto palestino-israelí. El analista va aún más allá, enfatizando las grietas imperantes en el sector palestino para dar cuenta de que la contradicción imperante es Gaza-Israel antes que el enfrentamiento con palestinos entendidos como un colectivo indiscriminado. En ese contexto, subraya las claras diferencias entre la región dirigida por la organización terrorista Hamas, en contraposición a la fuerte expansión que está experimentando la región de Cisjordania con un pujante desarrollo económico y el fortalecimiento de sus instituciones: “se está creando literalmente un Estado en Cisjordania”.

Evidentemente del lado israelí no son menores los obstáculos para vencer. El complejo mapa político descripto exhibe una izquierda desorientada en cuanto a la posibilidad de plantear una agenda, aunque más favorable a dotar a un futuro Estado palestino de instituciones fuertes y sólidas que garanticen la consolidación de un sistema democrático, y una derecha que se propone la creación de un Estado “de baja institucionalidad”, en cuanto a generar reaseguros que neutralicen cualquier posibilidad de alcanzar un nivel de autonomía suficiente para estar en condiciones de “poder librar una guerra contra nosotros”.

En el medio se encuentra el frágil equilibrio con el que debe convivir el Primer Ministro Netanyahu para preservar su coalición de gobierno, quien habría marcado poco menos que una revolución en su discurso pronunciado en la Universidad Bar Ilan, en el cual reconoce explícitamente la idea de dos Estados para dos pueblos.

En base a esos parámetros, Kisilevsky enumera los lineamientos de un eventual acuerdo de paz: un Estado palestino en Cisjordania con tres bloques de asentamientos, con la implementación de la fórmula Clinton en lo que respecta a Jerusalén (los barrios árabes y cristianos para los palestinos y los barrios judíos y armenio para Israel). Indudablemente restan por establecer definiciones esenciales en cuanto a áreas de particular sensibilidad, como por ejemplo el caso del Monte del Templo.

Como contrapartida al cambio evidenciado en la dirigencia israelí, se destacan recientes declaraciones formuladas por Mahmud Abbas, quien habría expresado que en el marco de un acuerdo permanente el Kotel quedaría bajo soberanía de Israel.

Intentando despejar algunos mitos imperantes en cuanto al perjuicio que habría significado para Israel la asunción de Obama como presidente norteamericano, se plantea una hipótesis en sentido contrario. Antes bien, su actitud signada por una postura más equidistante en torno a Israel lo convertiría en un interlocutor con mayor credibilidad del lado palestino, lo cual le otorga una mayor capacidad de influencia como actor clave en la resolución del conflicto.

Como tema ineludible, la agenda no dejó de lado el análisis de la paradójica comunión ideológica entre los sectores de la pseudo-progresista izquierda latinoamericana y el fundamentalismo islámico, básicamente en versión iraní. Más allá de la evidencia de un fuerte desconocimiento acerca de las raíces e implicancias del fenómeno yihadista por parte de dichos actores y de la matriz económica que explica este acercamiento desde el costado de los líderes, en torno al cual Marcelo realizó un pormenorizado análisis muy infrecuente y por cierto de vital importancia en el ámbito del análisis político, se enfatizó la importancia de profundizar en el análisis y en la generación de mecanismos de respuesta y rechazo ante esta cuestión. Un alerta que por cierto no está demás en absoluto, a sabiendas de los actores que nos rodean (léase D´Elía)  y que hacen gala de sus vínculos con el régimen teocrático. Una muestra más del patético triunfo del pragmatismo aún a expensas de los peligros que entraña en vidas humanas, como lo atestiguan las tragedias de los atentados a las sedes de la AMIA y la Embajada de Israel.

Como corolario de una propuesta ambiciosa y sumamente enriquecedora, que ha contado además con una nutrida concurrencia, el expositor se muestra optimista ante la posibilidad de alcanzar un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos. El interrogante surge en torno a cuál habrá de ser el gap existente entre la paz deseable y la paz posible. No obstante, el escenario vuelve a instalar al menos nuevamente la paz, una categoría que para muchos hasta no hace muy poco parecía caduca.