Sobre el autoritarismo, el respeto y el derecho a elegir, problemáticas del judaísmo contemporáneo

La verdad y sus dueños

Por Kevin Ary Levin

“’Amarás al prójimo como a ti mismo’; aquí se encuentra toda la Torá. El resto es comentario; ahora ve y estudia”

Hilel el Sabio

 

“Un baño de sangre”. Así fue descrita por el canal 10 de Israel la escena del crimen hallada en Najmani, un centro por los derechos de los homosexuales en Tel Aviv. Era ese lugar desde el cual por años la comunidad LGBT (Lesbiana, Gay, Bisexual y Transexual) del país venía utilizando para ofrecerse ayuda mutua, asistir y dar espacio de contención a los israelíes que precisaban ayuda para “salir del closet” (declarar su homosexualidad a sus allegados) o que simplemente buscaban un espacio para ser sí mismos.

 

El 1 de agosto, una persona para quien el respeto por las decisiones del otro fue algo demasiado difícil de tragar, entró al edificio y asesinó a dos personas, hiriendo a otras once. La policía de forma casi instantánea aclaró que el episodio, a diferencia de los atentados a los que estamos tristemente acostumbrados, no tiene motivos nacionalistas; es decir, probablemente no fue un palestino o árabe israelí el responsable, sino un judío.

 

Yaniv Weizman, presidente de la Asociación LGBT de Israel, le dijo a la BBC: “la comunidad gay israelí, en Tel Aviv, recibió un mensaje fuerte, una luz roja, diciendo que Israel ya no es un lugar seguro para nadie… y si alguien se da a sí mismo la opción de trasmitir odio y hablar en contra de la comunidad gay, hoy puede ver las fotos (del crimen) y ver a lo que conllevan esas palabras”.

 

Esas palabras se refieren a un establishment religioso y político (juntos ambos aspectos) que invoca a la violencia de forma impune. Un establishment que se niega a dialogar con la modernidad, pero se niega mucho más a dialogar con lo diferente. El lector que encuentre semejanzas con el asesinato de Itzjak Rabin, asesinado en 1995 por un judío ortodoxo sionista que se oponía a su política de concesiones de territorios a cambio de paz, no estaría errado. Es que hoy desde hace un tiempo ya, parte no insignificante de la población ortodoxa israelí no encuentra fuerza que detenga sus aspiraciones mesiánico-territoriales ni sus objetivos de un Estado basado en leyes religiosas.

 

Aspiraciones similares, a mi entender, existen en estas tierras de mate y gauchos (y gauchos judíos, también, como los llamó por primera vez el libro de Alberto Gerchunoff). La comunidad judía argentina se encuentra en intentos de secuestro por una dirigencia religiosa ni representativa ni políticamente correcta, que finge ser lo primero y ni siquiera se esfuerza por lo segundo.

 

Primero, el (por entonces flamante) presidente de AMIA Guillermo Borger que avisó de sus intenciones de convertir a la Asociación Mutual Israelita Argentina en “representante de los judíos genuinos”, indicando que se refería por este adjetivo a aquellos cuya vida se basa en las leyes de la Torá (Biblia). El mes pasado, el mismo Borger, que continúa su mandato, protestó en tono casi burlesco por la conmemoración que realizaron familiares y amigos de las víctimas del atentado a la AMIA, por haber sido su pequeña ceremonia en Shabat y por lo tanto haber profanado un día que para ellos no tiene el mismo significado que para Borger. La última, el rabino Daniel Groisman, de la actual Comisión Directiva de AMIA, quiso dar un “mensaje serio” en ocasión del pasado Tisha be Av, el día en el que en el calendario hebreo se recuerdan las destrucciones de los Dos Templos de Jerusalén (30 de julio, según el calendario gregoriano). En su mensaje, Groisman se refirió a la comunidad judía como pasando por un “holocausto espiritual, que en cifras es mayor al holocausto nazi”.  En su carta, criticó duramente a la tradicional conducción comunitaria, laica y sionista, diciendo que falló en trasmitir “la esencia” de la vida judía y por lo tanto era responsable por los crecientes números de asimilación de judíos en Argentina. Presentando a la cantidad de matrimonios mixtos y a una juventud “desconectada de nuestra forma de vida”, como causantes de un dolor particularmente acuciante en este Tisha be Av, Groisman lo deja claro: hay una forma correcta de ser judío. Y el que lo ve diferente, es responsable de un holocausto.

 

Sin explicar por qué el judaísmo ortodoxo como lo conocemos también fue modificado a través del tiempo, sin explicar por qué esa concepción muerta del judaísmo niega el mismo concepto de identidad, quien la quiera tiene ahí la verdad, pura y simple. Baruj Spinoza, filósofo que predicó el humanismo y la tolerancia era, en verdad, un Hitler antes de Hitler, según las ideas de Groisman. Martín Buber; que siendo toda su vida un creyente, ofreció su interpretación de la vida y filosofía judía, del sionismo y de un renacimiento cultural; el equivalente a un Goebbels. Albert Einstein; quien también escribió sobre su judaísmo, no el judaísmo pero el suyo, que soñaba con una humanidad viviendo mejor y en paz, masacró el “espíritu” judío como Mengele masacró cuerpos. Los héroes que murieron en la resistencia contra la barbarie nazi, en su mayoría jóvenes laicos pertenecientes a las filas del movimiento sionista y del Bund, en verdad luchaban contra su aliado ideológico, el nazismo, ya que ambos, según Groisman, querían sacar la “esencia” judía del mundo, una esencia que cuesta definir pero de la cual, aparentemente, sabemos quién la tiene y quién no. No soy de esos que buscan en el aporte judío a la humanidad una clave para ver nuestro valor como pueblo judío; sólo intento sacar las conclusiones lógicas del planteo del rabino Groisman.

 

¿Por qué es que aceptamos estas declaraciones, que no toleraríamos por un instante de un no judío que nos cuestiona nuestro judaísmo?

 

Mi intención trasmitir acá el peligro de que, como en Israel, se permita de forma pasiva la proliferación de expresiones que desacreditan no sólo la forma de ver el judaísmo de uno, sino la forma de vivir y de relacionarse entre personas. Los resultados están a la vista, hace un tiempo.

 

Recomiendo al rabino Groisman, y a todos los Groisman del mundo, a que repasen un poco las Fuentes, en especial en lo referido a la tolerancia y el respeto mutuo. Y, ya que estamos, que se compre un libro sobre el Holocausto, que para decir barbaridades ya hay demasiados.