De antisemitismo a antisionismo

El 17 de mayo el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires organizó un acto por el aniversario de Israel. Al contrario de todo acto convocado por la comunidad judía, había una casi nula presencia policial y los antisemitas no tardaron en llegar. Pero lo que en un principio parecía odio, con el correr de las semanas y con la ayuda de algunos medios, se transformó en otra cosa.

Por Alejandro Haber

“Hitler aquí se hubiera sentido en su casa”, afirmó Jaim Herzog, ex vicepresidente de Israel y por ese entonces embajador en la ONU, el 10 de noviembre de 1975, luego que el organismo describiera al sionismo como una forma de racismo. La resolución en cuestión (la 3379) se dio por presiones de países árabes, apoyados en una mayoría absoluta de estados socialistas y no alineados, y fue una más de las 20 declaraciones contrarias a Israel de esa época.
La idea era crear una situación tensa para el estado judío; apoyar a Israel ya no era políticamente correcto y, tal vez, se pretendía crear una imagen falsa en la conciencia de las personas. Si ese intento de penetrar en el imaginario popular fue fructífero o no, es otro debate histórico.
El domingo 17 de mayo un grupo autotitulado de izquierda irrumpió en los festejos que organizaba el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por el 61º aniversario del Estado de Israel. Armados con palos, según testigos golpearon a personas y destruyeron stands sin importar sexo, edad o condición social de las víctimas. Luego que los titulares del lunes indicarán que se trataba de un ataque antisemita, las aclaraciones no tardaron en aparecer; “antisemitas no; antisionistas”.
            De forma sorprendente, medios gráficos fueron cambiando los términos utilizados día a día. El caso más claro es el de Crítica de la Argentina, que al día siguiente del hecho lo calificaba como un “ataque antisemita”, luego reemplazaron el término “antisemitas” para comenzar a utilizar “antisionistas” o “manifestantes contra Israel”, y 15 días después ya hablaban de “participantes de una protesta”.
            Quizá lo más asombroso ocurrió el 2 de junio, cuando diversos intelectuales denunciaron una “caza de brujas” y reclamaron la liberación de doce personas que fueron detenidas en investigaciones posteriores. El escrito estaba firmado por, entre otros, Adolfo Pérez Esquivel (premio Nobel de la paz, también conocido por su constante acusación a Israel de “estado terrorista” o “estado soberbio”), Osvaldo Bayer (periodista, crítico de las políticas de Israel frente a los palestinos), Federico Schuster (decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA) y Graciela Rosenblum (de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, quién habla de “genocidio palestino”, describe a Israel como “estado asesino”, y en forma constante firma declaraciones de Quebracho contra la AMIA o sus dirigentes). Todos juntos, denunciaron que la DAIA, junto a los medios masivos de comunicación y el gobierno nacional llevan adelante “una campaña tergiversadora y demonizadora tildando de ‘antisemitas’ y ‘grupos violentos’ a las organizaciones”.
Repercusiones oficiales
            Por parte del gobierno nacional, no llegaron mayores críticas ni opiniones. Solo el ministro de Justicia, Aníbal Fernández, dio la cara en diversas oportunidades; al principio para afirmar que se investigaría el hecho y en declaraciones posteriores para desestimar un brote antisemita.
            Por parte del poder legislativo, el senador nacional por la Coalición Cívica Samuel Cabanchik manifestó mediante un Proyecto de Declaración su repudio al ataque y le exigió al jefe de Gobierno, Mauricio Macri, y a Aníbal Fernández explicaciones sobre el “deficiente operativo de seguridad”.
            En tanto, y según palabras de Roy Cortina, el Partido Socialista realizó un pedido de informe en la legislatura porteña sobre esta supuesta “zona liberada”, forma en que el secretario general de la AMIA, Julio Schlosser, se refirió a la cuadra donde se desarrollaba el acto.