Perspectivas del conflicto: Palestina

Desde la mirada árabe

En esta nota, nuestro corresponsal hace un análisis de la situación palestina en Gaza y ante la mirada internacional.

Por Alberto Mazor, desde Israel

El mundo árabe muestra una fractura importante como resultado de la guerra que se libra entre Hamas e Israel. La confrontación entre éstos, que lleva ya casi dos semanas y ha cobrado hasta ahora la vida de cientos de palestinos y cuatro israelíes, ha sido motivo de diferentes reacciones que evidencian que más allá de la solidaridad verbal con la población de Gaza, existe una división profunda en cuanto al juicio que merece todo este conflicto.
Si bien manifestaciones multitudinarias proliferan en todos los rincones del mundo árabe e islámico condenando a Israel y exigiendo un cese inmediato de las hostilidades, algunos gobiernos de países árabes con mayor cercanía al teatro de las operaciones han emitido, a contracorriente de las masas callejeras enardecidas, declaraciones en las que Hamás es juzgado con suma dureza acusándolo de haber incurrido en acciones irresponsables y aventureras que han conducido a la tragedia que hoy se vive en la Franja de Gaza.
Es así que altos oficiales de los gobiernos de Egipto y Arabia Saudita, al mismo tiempo que exigen un alto de los ataques de Israel, no han tenido reservas en culpar directamente a Hamas tanto por haber saboteado una reconciliación con las fuerzas de la Autoridad Palestina del Presidente Mahmud Abbás, como por haber provocado innecesariamente a Israel. En ese sentido han sido las declaraciones del rey saudita Abdulah, lo mismo que las del ministro de relaciones exteriores de Egipto, Ahmed Aboul Gheit, quienes insistieron que Hamás debe detener el lanzamiento de misiles y morteros hacia Israel para poner fin así al asalto contra Gaza.
La irritación de los gobiernos de Riad, Ammán y El Cairo contra Hamás ha sido inocultable desde que empezó el operativo israelí, ya que los tres consideran un error garrafal de Hamás el no haber prolongado el armisticio que regía desde hace seis meses.
El error cobró proporciones trágicas al haber lanzado Hamas durante cinco días más de 300 cohetes y morteros contra la población civil israelí residente en el sur del país, ataques que hacían casi imposible que Israel continuara conteniéndose y sin reaccionar ante el hecho de que cientos de miles de sus ciudadanos pasaban a ser, de hecho, blancos potenciales de un creciente número de ataques terroristas provenientes de Gaza.
Por su parte, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbás, vive un momento extremadamente delicado. Él y sus leales de Al Fatah sufrieron el golpe de estado que Hamás llevó a cabo a mediados de 2007 y que convirtió a Gaza en un territorio bajo su absoluto control. En ese sentido, no son muchas las simpatías que Abbás tiene hacia la organización islamista radical que no sólo lo echó a sangre y fuego de Gaza, sino que también ha bloqueado tanto los intentos de reconciliación nacional palestina en los que se han empeñado egipcios y sauditas, como los avances que pudieran haberse dado en las negociaciones con Israel.
Sin embargo, Abbás no puede mostrarse insensible a los sufrimientos de la población de Gaza ni permitirse pasar por traidor a ojos de las masas árabes. Por tanto está obligado a manifestarse "contra la agresión israelí". De cualquier modo ha sido capaz de señalar que Hamas es culpable de esta crisis en la medida en que sin calcular los riesgos, emprendió ataques graves contra Israel.
Algo que finalmente debe incluirse en el análisis es que tanto Abbás como los israelíes, los egipcios, los sauditas, los jordanos y otros gobiernos árabes de la región han entendido muy bien que el ascenso del poderío de Hamás y sus iniciativas bélicas cada vez de mayor alcance, responden en buena medida al respaldo que en todos sentidos ha recibido de parte de los gobiernos de Irán y Siria, lo mismo que de organizaciones como Al Qaeda y Hezbollah, que actúan con la misma agenda fundamentalista.
Es evidente que nada más amenazante para todos ellos que la visión de un Oriente Medio donde Teherán, en vías de convertirse en potencia nuclear como se percibe fundadamente, avance e imponga en toda la región su dominio radical de carácter chiíta.