Winston Churchill:

Yo también tengo amigos judíos

Por algún extraño motivo, mucha gente tiene al ex Primer Ministro británico Winston Churchill por buena persona, incluso, como “amiga de los judíos”. Para quienes así lo consideren, sería bueno que repasen su libro titulado ‘Grandes Contemporáneos’, escrito hacia 1935.

Por Carlos De Nápoli

Se maravillaran al ver que uno de los “grandes contemporáneos” de Churchill es un tal Adolf Hitler.

Luego se explaya explicando que sabe (hacia 1935) que Hitler está cometiendo todo tipo de crímenes y que los campos de concentración crecen como pústulas extendiéndose por toda Alemania. Sin embargo, Sir Winston continúa sus explicaciones tratando de convencernos sobre la necesidad de no juzgarlo por esas acciones, ya que luego podrá redimirse con otras buenas y, a la larga, resultar un gran estadista.

Seleccionamos de otro trabajo suyo, la ‘Segunda Guerra Mundial’, algunos párrafos que merecen ser mencionados.

Refiriéndose a la “cuestión de la Palestina” comenta en ‘La Segunda Guerra Mundial’, tomo VI, Peuser, Buenos Aires, 1960:

“Del Primer Ministro al ministro de Colonias y al Comité de Jefes de Estado Mayor.

6 de julio de 1945.

Toda cuestión de la Palestina ha de arreglarse en la mesa de la paz, aunque quizá pueda mencionarse en la conferencia de Potsdam. No creo que debamos asumir la responsabilidad de manejar ese lugar muy difícil mientras los norteamericanos se quedan arrellanados en su sillón y criticando. ¿Nunca han prestado atención a la idea de que deberíamos pedirle a ellos que se hagan cargo? Creo que seremos mucho más fuertes cuanto más los atraigamos al Mediterráneo. En todo caso, el hecho de que no demostremos deseo de conservar el mandato será una gran ayuda. No tengo noticia de la menor ventaja que le haya venido nunca a Gran Bretaña por esa tarea penosa e ingrata. Algún otro debería tomar el turno ahora. Sin embargo, examinen los Jefes de Estado Mayor la cuestión desde el punto de vista estratégico.”

Puede observarse que como era un lugar pobre y no habían podido sacar nada de allí, su preocupación es atraer a los estadounidenses al Mediterráneo en beneficio del Reino Unido. De solucionar los problemas del lugar por supuesto ni una palabra.

Sin embargo, otras cosas que trata resultan más llamativas aún:

Si bien no conocemos la carta del ministro de Relaciones Exteriores británico (Anthony Eden) al Primer Ministro (Churchill), por la extraña respuesta, quedan abiertas serias dudas sobre el suceso que comenta:

“Del Primer Ministro al ministro de Relaciones Exteriores.

14 de julio de 1944.

Fuga de judíos de Grecia.

Hay que tratar esto con sumo cuidado. Es muy posible que judíos ricos paguen grandes sumas de dinero para evitar que los asesinen los hunos. Resulta fastidioso que tal dinero vaya a parar a manos del E.L.A.S., pero por qué, en nombre del cielo, hemos de ir a discutir sobre eso con los Estados Unidos, es cosa que no concibo. Tomaríamos una gran responsabilidad si impidiéramos escapar a los judíos, aunque sean judíos ricos. Sé que el punto de vista moderno es que se debe dar muerte a la gente rica dondequiera que se la encuentre, pero es una lástima que tomemos tal actitud en la actualidad. Al fin y al cabo, han desembolsado tanto por su liberación que, sin duda, en el futuro no serán más que judíos pobres y, por lo tanto, tendrán los derechos ordinarios de los seres humanos”. Churchill, Winston, ‘La Segunda Guerra Mundial’ (Triunfo y Tragedia), Peuser, Buenos Aires, 1960 (página 589).

Sobre la carta que le debe haber escrito Anthony Eden mejor no hablar ni conocerla, pero de la suya leída con cuidado se desprende que su preocupación es no discutir el asunto con los Estados Unidos. De la expoliación sufrida poco y nada, al final, serán judíos pobres.

Algo más. Como miembro del almirantazgo británico, cuando decidieron el crucial paso de abandonar el uso de carbón en las calderas de los barcos de guerra ingleses por gas oil, en lugar de aprovechar la experiencia de la Shell, cuyo dueño era Marcus Samuel, decidieron crear una nueva compañía. No confiaban en la Shell por la condición de judío de Samuel.

¿Dónde estaba Dios? Lejos. Muy lejos de Auschwitz.