Tzahal en Gaza:

500 metros, 50 años y 5 sentidos sin usar

La reciente intervención israelí en Beit Hanún y demás territorios palestinos en la Franja de Gaza aspiraba a lograr dos objetivos principales: destruir la infraestructura vandálica que posibilita la fabricación de cohetes Kassam, junto con sus plataformas de lanzamiento, y debilitar a los grupos terroristas de Hamas y la Yihad Islámica en dichos territorios palestinos. Tales objetivos se pretendieron alcanzar con una acción militar de destrucción sistemática pero selectiva, que entrañase poco riesgo para las fuerzas israelíes y minimizase el costo político y electoral. Pero los sangrientos resultados del bombardeo a Beit Hanún, muestran claramente que Israel fracasó en todos estos propósitos.

Por Alberto Mazor (Desde Israel)

Varios proyectiles lanzados por la artillería israelí, a 500 metros de distancia del blanco predeterminado, nos volvieron a recordar que la experiencia acumulada por Tzahal, desde hace 50 años, consigue demostrar -de un modo fehaciente- que las guerras asimétricas contra organizaciones terroristas guerrilleras resultan imposibles de ganar y, muy rara vez, se pueden rentabilizar políticamente.
Las operaciones militares israelíes en Gaza evidencian que las lecciones militares y políticas tras la fracasadas experiencias de tantos años, no han sido aprendidas.
Desde el punto de vista militar, el fracaso se ha debido a que la intervención no ha sido ni gradual ni proporcionada, y, sobre todo, se ha realizado generando en las ciudades israelíes de Sderot, Ashkelón y en las poblaciones de la zona, unas expectativas de victoria total que hiciesen políticamente aceptables las víctimas -civiles y militares- que la región y el ejército podrían sufrir.
Ello le está acarreando al gobierno israelí un costo político mayor del que había evaluado inicialmente.
En cuanto al objetivo de minimizar la influencia de los grupos terroristas dentro de la población civil, sin duda, la intervención militar israelí ha cambiado la correlación de fuerzas al crear las condiciones para que la comunidad internacional en general, y la Unión Europea en particular, capitalicen el proceso de ayuda a Gaza, vinculando así el futuro político y económico de esta región a la hegemonía Occidental para poder involucrarse en la estabilización política y la reconstrucción económica de dichos territorios.

Balance

Pero las acciones israelíes tienen y tendrán efectos estratégicos desestabilizadores que deben también ponderarse, para poder extraer el balance final adecuado.
En primer lugar, las pérdidas humanas -más de 70 civiles muertos en 2 semanas, incluyendo varios niños de una misma familia y centenas de heridos- contribuirán a mantener y, tal vez, potenciar la capacidad de movilización de los grupos islámicos más radicales y violentos, lo que significará la acentuación de la espiral terrorista en la región.
De hecho, el Hamas ya anunció la ruptura de su tregua unilateral declarada oportunamente.
Además, el descrédito alcanzado por Israel en los medios de comunicación y ante la opinión pública internacional, terminará minando la posición diplomática del gobierno de Ehud Olmert y, a la larga, aumentará la presión de Estados Unidos y la Unión Europea para que el Estado israelí reinicie un proceso de paz, esta vez definitivo.
El último y no menos importante factor negativo derivado de esta acción es la creciente deslegitimación de las instituciones y las leyes que sustentan el orden internacional, como consecuencia de la flagrante y constante violación que practican tanto las fuerzas israelíes como los grupos terroristas palestinos.
Ello reducirá las posibilidades y credibilidad de futuros acuerdos regionales y promoverá el recurso a la violencia entre los actores de la zona.
Todavía es prematuro para afirmar que el fracaso militar de Israel en Gaza haya provocado un punto final al proceso de pacificación regional y también lo es para saber si Hamas y Al Fatah tendrán la capacidad de cosechar políticamente el golpe recibido.
La situación actual plantea dos escenarios divergentes: que surja un proceso que conduzca a un cese de fuego inmediato y a un acuerdo de paz regional y definitivo -como Camp David tras la guerra de Iom Kipur- o que el estallido de la violencia entre las partes pulverice nuevamente las posibilidades y la credibilidad de futuros acuerdos regionales.
La evolución de los próximos días nos dirá hacia cuál de los dos escenarios nos encaminamos. Hay momentos en la historia en las que cinco sentidos mal empleados desvían los procesos a quinientos metros y producen cincuenta años de sangre y lágrimas.