El nazismo y los artistas en dos obras conjuntas del Teatro San Martín

¿Arte degenerado?

Colaboración/Tomar partido ofrece una puesta en escena distinta y original. La propuesta teatral del director Marcelo Lombardero consiste en dos obras y un mismo elenco, que en conjunto adquieren una forma orgánica. El vínculo temático que une a las piezas, ambas del prolífero dramaturgo sudafricano Ronald Harwood, hace posible que se ofrezcan juntas en un programa de tres horas en el que se manifiesta, una vez más, que el arte también constituye un campo de batalla.
Por Natalia Weiss

“Me crié en Viena, metrópoli dos veces milenaria y supranacional, de donde tuve que huir como un criminal antes de que fuese degradada a la condición de ciudad de provincia alemana. En la lengua en que la había escrito y en la tierra en que mis libros se habían granjeado la amistad de millones de lectores, mi obra literaria fue reducida a cenizas. De manera que ahora soy un ser de ninguna parte, forastero en todas; huésped, en el mejor de los casos. También he perdido a mi patria propiamente dicha, la que había elegido mi corazón, Europa, a partir del momento en que ésta se ha suicidado desgarrándose en dos guerras fratricidas»
Stefan Zweig. El mundo de ayer. Memorias de un europeo.

En Colaboración/Tomar partido se ofrece una propuesta distinta, se trata de dos obras y un mismo elenco encabezado por Osmar Nuñez y Boy Olmi, acompañados en un conjunto que adquiere una forma orgánica: Romina Pinto, Lucila Gandolfo, Sebastián Holz y Néstor Sánchez. Es el director Marcelo Lombardero quien hace que se ofrezcan juntas dado el vínculo temático que las une, en un programa de tres horas con un intervalo. Ambas pertenecen además al prolífero y reconocido dramaturgo Ronald Harwood, autor teatral y guionista sudafricano, que posee en su haber una veintena de piezas teatrales y otros tantos guiones cinematográficos. Entre sus creaciones más conocidas, se encuentran la obra El vestidor (The dresser, 1980), presente hasta hace poco en la cartelera porteña y hoy de gira, y, respecto, en particular, al tema de estas dos obras, central en su trabajo creativo pueden mencionarse An english tragedy (2008), sobre el fascista inglés John Amery y, en el campo del cine, los guiones Operation Daybreak (Lewis Gilbert, 1975), basada en el asesinato del oficial nazi de alto rango Reinhard Heydrich, y The Statement (Norman Jewinson, 2003), con los reconocidos actores Michael Caine y Tilda Swinton, que se enfoca en el seguimiento durante la posguerra al colaboracionista francés Paul Touvier.
Pero sin dudas su guion más reconocido, escrito a partir de las memorias del protagonista, fue el del multipremiado film de Polanski El pianista (2002), basado en las propias memorias de supervivencia del pianista polaco de origen judío Władysław Szpilman durante la Segunda Guerra Mundial. Los dilemas planteados en estas obras también están presentes de cierta forma en este film, en el que una escena en particular dio lugar a numerosas discusiones. La misma es tan bella y poética como perturbadora: el pianista escondido es descubierto por un oficial nazi que para creer que este irreconocible refugiado es quien dice ser le exige que toque una pieza para él. La escena dura casi diez minutos, al principio con dificultad para mover las manos, luego con experimentada solvencia, Szpilman ejecuta distintos momentos de la Balada N.1 op.23 de Chopin. El oficial se muestra conmovido por la interpretación y le perdona la vida, lo que abre entonces el planteo sobre si es posible que exista tal capacidad redentoria del arte aun frente al horror más extremo.
El debate se manifiesta en muchos casos en los que se ve reflejado que el campo del arte constituye también un campo de batalla. Los regímenes totalitarios fueron siempre conscientes de esto y o lo utilizaron en su provecho o intentaron cercenarlo. Un buen ejemplo de ello puede ser la exposición itinerante montada por el nacionalsocialismo para realizar una paradójica última muestra de arte Moderno, puesto que consideraban que no debía volver a exhibirse por tratarse de un arte degenerado.

 

Colaboración
La obra Colaboración (2008) de Harwood se ubica en el trabajo en común entre el escritor Stefan Zweig (Boy Olmi) y Richard Strauss (Osmar Nuñez) en la ópera La mujer silenciosa. Nos encontramos en los tiempos previos a la Segunda Guerra Mundial y con motivo de la búsqueda de libretos por parte del consagrado y célebre músico Strauss, surge una relación con Zweig que deviene luego una amistad. Pero el nazismo está en ascenso y el mundo del arte no queda ajeno a las nuevas normativas, un libretista de origen judío no podía ser admitido. Los recorridos personales de Zweig, el importante escritor austríaco de origen judío, han sido bastante explorados, un ejemplo de ello es el reciente film de la directora alemana María Schrader, Adiós a Europa (2016), que se basa en el período de exilio del escritor, incluyendo su paso por el Congreso internacional de escritores de Buenos Aires y su traslado definitivo a Petrópolis, Brasil. De esa época data su libro de memorias editado póstumamente en 1942, El mundo de ayer. Memorias de un europeo, en el que expresa cómo esa Europa que había conocido se fue desvaneciendo ante sus ojos. Si bien no es donde se enfoca este argumento teatral, su grado de compromiso con las distintas formas posibles de resistencia frente a lo que sucedía, al negarse, por ejemplo, a efectuar algunas declaraciones precisas contra el régimen (que sí existen en alguno de sus escritos), por considerar que no era ese el rol de un escritor europeo, pacifista y apolítico, también fue motivo de cuestionamientos.
En Colaboración, el personaje de Strauss (Richard y no Johann, éste último compositor austríaco de, entre otras piezas, El Danubio azul) también se las tiene que ver con el nuevo mundo que lo rodea. Pero, en su caso, se trata de un importante compositor alemán que desea seguir con estas creaciones compartidas con su nuevo amigo y cree que puede negociar con el régimen, en el que alcanza a ser nada menos que director de la Cámara de Música del Reich. La obra que realizaron juntos, La mujer silenciosa, se encuentra concluida, pero corría el año 1933 y Hitler ya había alcanzado el poder, lo que hace al estreno de la misma un epicentro de las tensiones entre el arte y el nazismo.
Afín al entorno musical de la pieza, se aprecia la participación de un conjunto conformado por Vicky Gaeta (cantante), pianista (Mariano Manzanelli) y violinista (Agostina Sémpolis).

Tomar partido
En Tomar partido, nos encontramos en Berlín, en 1946, en el período conocido como hora cero, durante el proceso de desnazificación. Basada en el “caso Furtwängler”, representa el proceso efectuado a este compositor que fuera nada menos que el director de la Filarmónica de Berlín durante el Tercer Reich. Basada en el diario de este último y en investigaciones del dramaturgo, el interrogatorio es realizado por el mayor norteamericano Steve Arnold. El mayor, inculto y procaz, no posee ninguna idolatría hacia la figura del gran compositor, a diferencia de sus compañeros de oficina, el teniente de origen judío David Wills, y su secretaria, Emmi Straube, que poseen hacia a él sentimientos por lo menos ambivalentes.
En efecto, Arnold está convencido de que bajo la construcción de un hombre que hizo lo posible por preservar el arte ante todo y que dice haber elegido quedarse por su ser alemán, y que es, a la vez, señalado como salvador de músicos judíos, se esconde un colaborador que aprovechó lo sucedido en su propio beneficio. Otra versión de la misma obra fue la realizada por el director húngaro István Szabó en el film Taking Sides (2001), y fue llevada también a escena en Londres en 1995 por Harold Pinter, ganador del premio Nobel de Literatura en 2005. El film cuenta con las contundentes actuaciones de Harvey Keitel como el mayor y el actor sueco Stellan Skarsgard como el músico y fue presentado en el año 2002 en el Festival de Mar del Plata. Como indicaba en ese entonces el director, en el mismo se hacía hincapié en subrayar los interrogantes morales que ya poseía la obra teatral. Preguntas que se tornan reflexiones para los espectadores, enfrentándolos a sus propios dilemas morales. En este sentido, la sala Casacuberta, que posee la forma de un anfiteatro, y las puestas en escena y de sonido de ambas obras, así como su iluminación, son destacables y funcionales al propósito. A su vez, en manos de Osmar Nuñez en una composición de personaje sólida e intrigante, esta incertidumbre sobre el accionar de Wilhelm Furwängler se ubica en la raíz del debate sobre la relación entre el arte y la política, y, en particular aquí, la de los artistas cuando la misma asume sus expresiones más autoritarias y destructivas.

Colaboración/Tomar partido
Dramaturgia: Ronald Harwood
Traducción Jorge Fondebrider
Dirección: Marcelo Lombardero
Sala Casacuberta del Teatro San Martín. Miércoles a domingos, a las 19.30 hs. Hasta el 18 de agosto.

Elenco
Colaboración
Richard Strauss: Osmar Nuñez
Stefan Zweig: Boy Olmi
Pauline Strauss: Lucila Gandolfo
Lotte Altman: Romina Pinto
Hans Hinkel: Sebastián Holz
Paul Adolph: Néstor Sánchez

Tomar partido
Mayor Steve Arnold: Boy Olmi
Dr. Wilhelm Furwängler: Osmar Nuñez
David Wills: Sebastián Holz
Helmut Rode: Néstor Sánchez
Emmi Straube: Romina Pinto
Tamara Sachs: Lucila Gandolfo
Coordinación de producción: Federico Lucini, Lucía Hourest
Producción técnica: Emilia Martínez Dómina
Asistencia de dirección: Tamara Gutiérrez, Lucas Pulido
Asistencia artística: Florencia Ayos
Asistencia de iluminación: Agustín Di Grazia
Asistencia de vestuario: Josefina Minond
Asistencia de escenografía: Martina Nosetto
Diseño y puesta de sonido y video: Gabriel Busso, Marcelo Manente
Iluminación: Horacio Efrón
Vestuario: Luciana Gutman
Escenografía: Gastón Joubert