¿Todo tiempo pasado fue mejor?

Ataque ochentoso

Es época de series de época. Se han puesto de moda ficciones situadas en décadas pasadas. Los ’80 es una temática que viene pegando fuerte, y series como Stranger Things, Chernobyl y Cobra Kai este año coparon la pantalla. Son producciones que apelan a la nostalgia, pero también existe el riesgo de que nos retrotraigan a pensamientos anticuados que ya creíamos superados. ¿O no?
Por Andrés Pascaner *

El jefe de policía Hopper espera a una mujer (Winona Ryder) en un restaurante. Ella está de duelo por la muerte de su novio y no está preparada para tener una relación. Él la ha invitado a salir engañada; le prometió una cena “de amigos” pero en secreto preparó una cita romántica. Winona no llega. Se entretuvo con el profesor de Ciencias de su hijo, investigando un misterio que amenaza a todo el pueblo. Hopper enfurece porque ella lo ha dejado plantado. Maltrata al mozo y sale del restaurante borracho, bebiendo una botella del pico. Alguien se anima a cuestionarlo, y Hopper contesta: “Yo hago lo que quiero, soy el jefe de policía”.
Cuando se reencuentra con Winona, Hopper arma un escándalo porque ella estaba con otro hombre. Esa dinámica se repite a lo largo de toda la temporada. Hopper le hace una escena de celos cada vez que ella habla con alguien de sexo masculino. Le grita, la ningunea, no le cree cuando ella intenta contarle los temores que la preocupan. Hopper también amenaza al novio de su hija Eleven (adoptada ilegalmente) porque el chico pasa demasiado tiempo con ella. En la época actual podríamos decir que Hopper es un auténtico “machirulo”. Pero estamos en los ’80 y Hopper no es el villano, sino el héroe de Stranger Things. Y también el comic relief –o sea el alivio cómico– de esta serie original de Netflix.

Los medios justifican los medios
Aunque parezca increíble, las actitudes sexistas no son las peores acciones que Hopper comete durante la tercera temporada de Stranger Things. El jefe de policía consigue una confesión torturando a un sospechoso, sin detenerlo ni procesarlo; simplemente golpeándolo y amenazando con cortarle un dedo. Roba un auto. Secuestra a un científico ruso. Apunta a un “malo” a la cabeza y le dice: “Voy a contar hasta tres”. El “malo” responde: “No puedes matarme, eres policía y tienes reglas”. Hopper cuenta hasta tres y dispara. No lo asesina porque el “malo” justo se mueve y esquiva la bala. Pero Hopper sí mata a cuatro guardias soviéticos con una ametralladora, sin aviso previo de que es policía ni voz de alto, cuando se infiltra en su base de operaciones sin una orden de allanamiento.

Este año, Netflix ha llevado el arquetipo del “héroe que no sigue las reglas” a un extremo peligroso con el personaje de Hopper. La producción norteamericana es un éxito mundial. Incluso en Argentina, donde la CORREPI denuncia una muerte por día a manos de la policía por gatillo fácil. Pero en la ficción, cada violación al protocolo por parte de Hopper es celebrada como un chiste gracioso, y acompañada por una cortina musical tan cursi como ochentosa. Pareciera ser que situar la trama en los ’80 alcanza para justificar cada una de sus acciones. A Winona no le molesta su machismo y al final acepta tener una cita con él. Eleven no se enoja cuando descubre que Hopper amenazó a su novio. El jefe de policía nunca es condenado por sus crímenes y la serie lo redime como a un mártir.

Esos raros peinados viejos
Stranger Things tiene otras líneas argumentales además de la de Hopper. Ninguna es tan criticable como la del jefe de policía, pero todas repiten en mayor o menor medida comentarios sexistas, prejuicios contra los rusos, y excesos cometidos en nombre de un “Bien Mayor”. La serie refuerza ideas retrógradas y las presenta como bromas simpáticas. Estos mecanismos sirven para instalar en el público pensamientos anticuados. No es algo que ocurre de manera casual o inocente, más si se tiene en cuenta que Stranger Things no es el único caso.

Otra miniserie que ha estado en boca de todos este año ha sido Chernobyl. Con pretensiones de realismo extremo (pero con “rusos” que hablan en inglés), la ficción de HBO muestra el desastre nuclear que sacudió al mundo en los ’80. Los culpables de la explosión terminan siendo los comunistas. Por corruptos, negligentes y megalómanos. Pero sobre todo, como el emotivo discurso del final indica, por utilizar materiales baratos y no haber seguido el ejemplo de América. Los villanos soviéticos vuelven a colmar las pantallas, como ya sucedió hace cuarenta años con las películas propagandísticas financiadas por el U.S. Army.

Sin piedad
Cobra Kai es la única producción de esta lista situada en el presente. Pero su protagonista sigue viviendo como si estuviera en los ‘80. La ficción producida por YouTube muestra cómo trata la época actual a los muchachos de Karate Kid. Lo novedoso es que el villano de aquella película, Johnny, acá es presentado como el héroe. Eso es lo único que la serie tiene de innovadora. Porque Johnny es un héroe que atrasa. Ataca primero, ataca con fuerza, sin piedad es el lema de su dojo de karate. Y también la filosofía de vida de este personaje. Johnny no entiende el mundo moderno. Aborrece la tecnología. Se burla de sus pupilos con sobrepeso, disidentes sexuales o inmigrantes. Sus consejos sobre cómo seducir mujeres bordean el acoso. Cree que la corrección política está arruinando a la sociedad. Pero esto no es presentado como un problema. La serie no condena la forma de pensar de Johnny, sino que la romantiza y la vuelve amigable.
Johnny es divertido, tierno, buena persona. Está diseñado para que el público se encariñe con él. El asunto es que tanto Cobra Kai como Stranger Things fueron estrenadas en 2019. Aunque sus creadores sientan nostalgia por los’80, idealizar el pasado puede ser muy nocivo. En décadas anteriores, muchas voces eran silenciadas y no se podía hablar de ciertas injusticias. Hoy, ningún hit ochentoso debería volver a acallar esas voces. Por más pegadizo que suene.

* Guionista de televisión. Autor de El Marginal 3 y colaborador autoral de la biopic de Maradona, próxima a estrenar.