Victoria Luján Sánchez, historiadora

La labor de Ringelblum en la construcción del archivo Óneg Shabat

Victoria Luján Sánchez, docente universitaria de 34 años, es licenciada en Diseño Textil e Indumentaria por la UADE, Magister en Diversidad Cultural por la UNTREF y actualmente está redactando su tesis para acceder al grado de Doctora en Historia por la UNLP. Sus líneas de investigación derivan de este recorrido académico, tocando temas que vinculan estas áreas. Ha investigado y escrito sobre el historiador polaco Emanuel Ringelblum en su paso por el curso de Literatura Clásica y Contemporánea, en el marco del programa de Especialización en Estudios Judaicos y Judeoamericanos coordinado por la profesora Perla Sneh, de la Maestría en Diversidad Cultural de la UNTREF. Su trabajo final para la aprobación de este curso fue justamente sobre la labor de Ringelblum en el archivo Óneg Shabat, el cual fue parte del sistema de resistencia documental que con un grupo de colaboradores acopió en el gueto de Varsovia.
Por Laura Haimovichi

-¿Por qué te interesaste en Ringelblum?
-Intentando rememorar qué fue lo que despertó mi interés por la figura y el trabajo de Ringelblum, aproveché la oportunidad para repasar los apuntes que había tomado de aquellas clases. Su nombre surgió alrededor del concepto de la escritura como arma y la revalorización del idish no solo como idioma sino también como práctica intelectual y política. Viéndolo en retrospectiva, puedo entender que lo que me llamó la atención de Ringelblum fue justamente su particular visión sobre la historia. Su modo de resistencia a la asimilación desde la práctica histórica. En un ámbito donde las figuras reverenciadas eran el erudito y el rabino, él reivindicaba la figura del historiador, pero no como figura de experto sino de hacedor. Me sentí de alguna manera identificada en él, por mi forma de llegar a la historia y de hacer historia, no interesándome por la Historia con mayúsculas, sino más bien por una historia de los que no están en los libros de historia o no son protagonistas de los grandes relatos; una historia no contada, no desvelada -que existe pero no se muestra, no se visibiliza-, más cercana a la microhistoria y la historia de la vida cotidiana.
En el momento en que cursé el seminario con Sneh, hacia la segunda mitad de 2012, había obtenido recientemente la beca CONICET para comenzar mi doctorado en Historia, y el proyecto con el que me había presentado era un estudio de caso planteado desde un enfoque microhistórico y de género, en el que pretendía reconstruir las trayectorias de vida de las trabajadoras de una fábrica de confecciones que había funcionado durante la segunda mitad del siglo XX en Pergamino, la localidad donde trabajo como docente. Esta fábrica (Annan de Pergamino) había sido a su vez fundada por una familia de inmigrantes de origen sirio-libanés. El rol de este grupo migratorio y sus descendientes argentinos, en el desarrollo de la industria de la confección local, era el tema que había elegido para trabajar en mi tesis de maestría.

-Ringelblum no fue un académico tradicional, encerrado en su estudio. Fue un hombre de acción que ayudó a salvar vidas.
-Justamente esa articulación fue vital para la conformación del archivo. En palabras de Perla Sneh: “Claramente Ringelblum se consideraba un combatiente”. La práctica histórica del archivo para él funcionó como un arma, pero no únicamente frente al genocidio nazi, sino también frente al peligro de asimilación de la cultura judía. La iniciativa de Ringelblum de constituir un archivo que documentara la vida de las comunidades judías en Polonia es anterior al proyecto de Óneg Shabat. A lo largo de su trayectoria, Ringelblum alentó la conservación de los anales y los archivos de las kehilot (comunidades) y apoyó las expediciones que tuvieran por objeto acopiar materiales históricos. Tenía como propósito crear un archivo central para la historia de los mil años de vida judía en Polonia, y para ello, alentaba a las comunidades a que publicaran monografías locales sobre sus ciudades y pueblos.
Su forma de concebir el judaísmo -un judaísmo secular que rechazaba tanto la religión como la asimilación-, es lo que le permitía entender la historia como herramienta para proteger el pasado con sus propias manos. El sentido de responsabilidad colectiva se refleja en esta concepción de la historia. El proyecto de Óneg Shabat debe comprenderse entonces como el resultado de un largo proceso de aprendizaje y maduración de Ringelblum. Sin duda, su formación académica y su práctica política se ven reflejadas en la metodología de trabajo aplicada en la generación del archivo secreto.

-¿Cómo definirías su propuesta conceptual y metodológica para encarar la Historia? ¿Cuáles serían sus antecedentes y con qué paradigma rompió?
-Ringelblum, y el movimiento cultural del que formaba parte, puede enmarcarse en la corriente de lo que se conoce como Historia Social: una manera alternativa de hacer historia, que surge como reacción a la historia tradicional – historicista, y que hunde sus raíces en los últimos años del siglo XIX y comienzos del XX, antes de la Gran Guerra. La Historia Social no trabaja sobre un enfoque único, sino que se conforma por un conjunto de nuevos enfoques que cambiaron la disciplina de la historia tras las dos guerras mundiales. Y este cambio de perspectiva de la “nueva historia” social respecto a la “vieja” o tradicional, implicó pasar del análisis de aquellos hechos singulares de los que queda testimonio escrito, a la totalidad de la experiencia humana, alimentándose de los conceptos y métodos de las restantes ciencias sociales. En este sentido, en lo que respecta a la estrategia metodológica relativa a la labor archivística de Óneg Shabat, destaco dos cuestiones. Por un lado, el manifiesto interés de Ringelblum por documentar varias perspectivas sobre un mismo hecho. De alguna forma, Ringelblum admite la subjetividad inmanente de los relatos que recoge junto a sus colaboradores pero al mismo tiempo no declina en la búsqueda de la objetividad. Ringelblum es consciente de que esa supuesta falta de exactitud u objetividad de los relatos, es lo que también los enriquece, porque nos permite entender en este presente cómo era percibida la realidad en ese pasado y en ese particular contexto situacional. Justamente, la acumulación de una muestra amplia de relatos permitiría a los futuros historiadores, y a quienes accedieran al material del archivo, desarrollar comparaciones, categorizaciones y posibles generalizaciones. Pero a la vez permitiría conservar la subjetividad de los individuos, ofreciendo una estructura polifónica, que recogiera distintos puntos de vista. En este sentido, Ringelblum demuestra una voluntad interpretativa, en pos de lograr la comprensión de una realidad social compleja, proponiendo una aproximación humanista que se aleja de un planteo tradicional positivista. Por otro lado, como plantea Perla Sneh, Ringelblum de alguna forma se adelanta a las tendencias historiográficas actuales de la Alltagsgeschichte, porque logra poner en el centro la conducta diaria de los hombres, considerando como actores históricos tanto a las figuras más prominentes de la comunidad como a los hombres supuestamente anónimos. Y es justamente desde el enfoque de la Alltagsgeschichte que cada hombre y cada mujer “hace historia” diariamente.

-Sus entrevistas a gente común no eran antes una herramienta usual de construcción de la historia.
-Quizá lo más interesante o lo más innovador del trabajo de Ringelblum es el registro de las experiencias de vida de la “gente común” que no contaba con la posibilidad de escribir. Ringelblum y sus colaboradores, además de la recolección de distintos documentos escritos, se encargaban de recoger los testimonios de los judíos del gueto, y de los pocos sobrevivientes que retornaban de los trabajos forzados y de los distintos campos de concentración. A través de entrevistas que luego eran transcriptas, se le otorgaba “voz histórica” a quienes hasta ese entonces no la tenían, al registrarse la oralidad como parte de la historia escrita. Ringelblum y sus colaboradores estaban “creando” fuentes documentales, intentando volver en discurso una memoria construida sobre una experiencia. Estaban haciendo historia “desde abajo” y al mismo tiempo “historia oral”. Generar una historia “desde abajo”, una historia del “mundo popular”, de quienes no tienen “voz histórica” porque han sido privados de ella o porque no han tenido la posibilidad de crear sus propios registros –en general las clases o grupos no hegemónicos- requiere de la búsqueda y creación de nuevas fuentes documentales como forma de recuperar, conservar y revalorizar la experiencia y memoria de la “gente común”-la “memoria popular”-, y como parte de la construcción de una historia más integradora. En este sentido, las fuentes orales pasan a ser protagonistas, en tanto forma de registro de la oralidad, parte intrínseca de la cotidianeidad. Así como las fuentes escritas existen por sí mismas, y es el investigador quien las encuentra, las fuentes orales no existen hasta que el investigador las crea. Y al “crear” la fuente, el mito de la objetividad se quiebra. Las fuentes orales no son más que relatos, narraciones de personas, de seres humanos, que generan una construcción verbal, buscan palabras para intentar volver en discurso una memoria construida sobre una experiencia. Y la memoria no trabaja en sentido cronológico sino simbólico, en términos de sentido. El tiempo de la historia política está marcado por cuestiones que quizá no son las mismas que marcan la historia de las personas. Esta historia que no aparece en los libros de historia, y para la que el investigador debe crear sus propios archivos, buscar sus propias fuentes, explora la subjetividad misma de las personas, de quienes son escuchados. Si bien existen relatos de carácter testimonial donde se registra algo que el sujeto ha visto, como algo que está por fuera del sujeto mismo, donde la historia se cuenta en tercera persona, existe también una narración, un relato en primera persona, donde el sujeto se pone en el centro de la historia. En este sentido, vale rescatar la labor de Ringelblum en la incorporación de la oralidad como fuente histórica, recuperando, conservando y revalorizando la experiencia y memoria de la “gente común”, como parte de la construcción de una historia más integradora. La labor de Ringelblum en la construcción del archivo Óneg Shabat puede considerarse entonces precursora del posterior giro historiográfico que tuvo lugar en la segunda parte del siglo XX, adelantándose a las tendencias historiográficas actuales, haciendo “historia desde abajo”, “historia de la vida cotidiana” y al mismo tiempo “historia oral”.

-Decís en tu trabajo que su capacidad de innovación es una “característica distintiva de la intelectualidad de judaísmo moderno”. ¿Podrías ampliar esta idea?
-Digo que la capacidad de innovación de Ringelblulm puede pensarse como una característica distintiva de la intelectualidad del judaísmo moderno, partiendo de la idea del “ser judío” como una forma de posicionarse frente al mundo, un cierto modo de abordar ciertas cuestiones. Parto de la idea de un judaísmo secular, entendido no como una religión sino como una cultura, una forma de entender el mundo no dogmática sino basada en preceptos que guían la vida de un pueblo. El vínculo con el texto, la herencia de la lectura y la práctica del comentario están en su génesis, y esto habilita la interpretación y el cuestionamiento constante del individuo. La Modernidad puede entenderse como el momento histórico en el que la identidad judía se reinventa, se adapta y resignifica, en función del contexto socio-cultural que la contiene. El judaísmo moderno reinterpreta la tradición judía rabínica según conceptos y valores de la modernidad y esta reinterpretación, en su aspecto pragmático, implica la negociación con ciertas prácticas socio-culturales modernas.

-¿Tuviste oportunidad de ver el documental “¿Quién escribirá nuestra historia?”, de Roberta Grossman?
-Sinceramente, no tuve oportunidad. Pude ver el tráiler únicamente.

-¿Cuál es la vigencia hoy de las herramientas que aportó Ringelblum en el campo de las ciencias sociales en la Argentina?
-Si abordamos la relación particular entre “lo judío” y “lo argentino”, o la particular imbricación entre la cultura judía y la cultura argentina, entendida no como proceso de asimilación cultural sino más bien como proceso de integración, encontramos experiencias muy cercanas entre ambas culturas. Las frases “ni olvido, ni perdón” de los carteles en idish para conmemorar el aniversario del gueto de Varsovia en los años ‘60 y el lema del Partido Comunista “Nunca más el nazismo”, fueron expresiones compartidas para reavivar la memoria de la Shoá y de la dictadura cívico-militar argentina. El estudio del pasado reciente en nuestro país puso en discusión las nociones de memoria y su vínculo con la historia. Cuestiones como la dimensión individual y colectiva de la memoria, la construcción de sentidos del pasado, la validez del testimonio como fuente documental, las dificultades para la reconstrucción y la interpretación de los hechos, la naturaleza política y traumática de las problemáticas abordadas y el rol del historiador, forman parte de las discusiones en el ámbito académico. En este contexto, las herramientas que aportó Ringelblum entendidas como herramientas metodológicas de investigación cualitativa –más específicamente la incorporación de la oralidad como fuente histórica, a través de testimonios que recuperan, conservan y revalorizan la experiencia y memoria de las personas comunes-, están en plena vigencia hoy en el campo de las ciencias sociales, especialmente en los estudios de la historia reciente. Sin embargo, la figura y labor de Ringelblum aún resulta poco conocida en el ámbito académico de nuestro país. Su nombre no se encuentra incluido en los programas de estudio de grado o seminarios de posgrado en ciencias sociales, salvo alentadoras excepciones, como el caso de la Especialización en Estudios Judaicos y Judeoamericanos de la UNTREF.

-¿Se puede pensar en la propuesta de Ringelblum escindida de su ideología, formación, historia de vida?
-Me remito a lo que dije en la pregunta anterior sobre la “articulación vital” entre su figura como intelectual y como hombre de acción, y a lo dicho sobre su capacidad de innovación como característica distintiva de la intelectualidad de judaísmo moderno. En este sentido, no puede pensarse la propuesta de Ringelblum escindida de su ideología, formación e historia de vida. La memoria, la acción de recordar, es para el judaísmo una obligación bíblica, una forma de responsabilidad hacia el colectivo, tanto hacia el presente como hacia las generaciones pasadas y futuras. Este acto de recordación es el que sostiene la identidad colectiva en el tiempo, salvaguardando del olvido la memoria de quienes han muerto, para proteger a las generaciones venideras del peligro de no recordar. El drama de la Shoá hace más necesario el deber de la memoria, no sólo como deber de recordar, sino como deber de transmitir una experiencia incluso inefable para evitar que este acontecimiento único se reproduzca. La práctica del archivo arraigada en la tradición judía está estrechamente relacionada con este mandato bíblico. La tarea de Ringelblum puede entenderse en este contexto como una tarea necesaria, una responsabilidad y una obligación, como integrante de una comunidad judía que está siendo exterminada, a la vez que como historiador y actor político. Ringelblum parece adelantarse en el tiempo y temiendo un futuro sin testigos que conservasen esta memoria, se propone registrar en forma completa los datos para los historiadores futuros. Desconfiando de lo que pudiese quedar registrado en los archivos oficiales, se preocupa y se encarga de dejar huellas de la tragedia de los judíos polacos para las generaciones venideras. Ringelblum perteneció a una generación marcada por el trauma y la agitación de la Gran Guerra y creció en una Polonia independiente. El archivo secreto de Varsovia surgió de esta cultura de compromiso y preocupación. La “comunidad fraternal” que constituía Óneg Shabat estaba dispuesta a entregar su vida y a mantener la fidelidad al servicio de la sociedad. Sin duda, su trayectoria de vida, su formación académica y su práctica política, se ven reflejadas en los principios ideológico-epistemológicos, así como en la metodología de trabajo aplicada a la generación del archivo secreto.

-¿Creés que las herramientas de estudio dentro de las ciencias sociales pueden estar «incontaminadas» del sujeto/objeto de estudio?
-Parte de la respuesta a esta pregunta está más arriba, cuando hablo de la búsqueda de la objetividad por parte de Ringelblum y la polifonía. No creo que las herramientas de estudio dentro de las ciencias sociales puedan estar “incontaminadas” del sujeto u objeto de estudio, ni del propio uso que hace de ellas el investigador. La elección de las estrategias, métodos o materiales que haga el investigador, en su rol de bricoleur, dependerá tanto de las preguntas que pretenda responder como del contexto, es decir, lo disponible en el contexto y que el investigador puede hacer en esa situación. En este marco, resulta fundamental reconocer la subjetividad del propio investigador como parte intrínseca del trabajo. Al considerar la historia como una práctica interpretativa, son muchas las historias posibles de ser narradas. El resultado de la investigación, por tanto, debe entenderse como un relato, una historia acerca del mundo estudiado narrada por el bricoleur.
Es por este motivo que creo sumamente acertada la búsqueda de una estructura polifónica por parte de Ringelblum en la conformación del archivo, en una suerte de “triangulación metodológica” donde se combina más de un método de investigación y más de un tipo de información recolectada. Esta mezcla metodológica permite examinar los fenómenos desde múltiples perspectivas, en sus escenarios concretos de acontecimientos, de forma holística y contextual, captando la complejidad propia de la vida social y recuperando la presencia, el papel y el significado de los actores en el desenvolvimiento de los procesos sociales. De hecho, si entendemos la investigación cualitativa desde la perspectiva de Denzin y Lincoln (como multimetódica e interpretativa), Ringelblum fue un precursor también en ese sentido, ya que apostó por la incorporación de una variedad de estrategias, métodos y materiales para la conformación de su archivo, remarcando su rol de bricoleur.

-Finalmente, ¿cuál crees que es el valor de los archivos Óneg Shabat hoy, en un contexto de rebrote de la derecha, la xenofobia y el fascismo en distintas partes del mundo, incluido nuestro país?
-En tiempos de conflictos globalizados, de dominio de las grandes corporaciones, donde impera la censura indirecta y la posverdad, produciéndose un quiebre de la realidad tal como se conocía hasta hace unas décadas atrás, creo que el valor de la experiencia del archivo cobra nueva vida. La realidad es compleja y, al sustentarse sobre una trama memorística tremendamente frágil, en su nombre pueden plantearse muchas falacias. Frente a la homogenización cultural y el aplanamiento de la realidad impulsado por el neoliberalismo, la práctica histórica del archivo que busca estructuras polifónicas y multimetodológicas, nos vuelve a acercar a la textura de la realidad más allá de las apariencias, permitiéndonos reapropiárnosla.