Acerca de “Teoría de los Dos Demonios”… Recargada

El Diablo está en los detalles

En su reciente libro “Los dos demonios (recargados)”, el sociólogo Daniel Feierstein aborda el resurgimiento de aquella “teoría” según la cual la sociedad argentina habría sufrido en los años ‘70 el asedio de dos formas de la violencia: la insurgente y la estatal. El texto alerta sobre las razones de esta nueva encarnación de la teoría en este presente, favorecida por un clima de época regresivo y represivo, al tiempo que aporta elementos para desmontar los argumentos con los que se pretende cancelar todo reclamo por memoria, verdad y justicia.
Por Mariano Szkolnik *

El domingo 22 de noviembre de 2015, el candidato Mauricio Macri ganaba las elecciones presidenciales en segunda vuelta por muy estrecho margen (menos de tres puntos porcentuales). A la mañana siguiente, el diario La Nación publicaba un editorial titulado No más venganza. En éste, se fustigaba con (des)calificativos virulentos la política llevada adelante por el gobierno saliente en materia de derechos humanos y, por elevación, contra todo lo actuado desde 1984 en lo que respecta al esclarecimiento, juzgamiento y condena de los delitos de lesa humanidad cometidos por la dictadura cívico-militar entre 1976 y 1983.
La coincidencia temporal entre la victoria electoral y el manifiesto editorial no es circunstancial, sino que da cuenta de un “clima de época”, el cual es analizado por Daniel Feierstein en su último libro “Los dos demonios (recargados)”, publicado en Buenos Aires por Editorial Marea. La tarea es compleja, y cubre un área vacante por las ciencias sociales: se trata de abordar a la Teoría de los Dos Demonios –desarrollada en el prólogo de la edición original del informe Nunca Más– en tanto objeto de estudio, para rastrear sus orígenes, describir sus elementos constitutivos, indagar su funcionalidad en la historia, y analizar las razones de su persistencia y vigencia en el presente.

¿De cuáles dos demonios hablamos?
La conflictividad social de los años ’70 y la violencia desatada por el aparato represivo del Estado requerían un marco de interpretación, un relato que otorgara razón de ser y legitimidad al gobierno democrático surgido en diciembre de 1983. Ante la dimensión de la masacre cometida, era necesario condenar a los militares sin por ello reivindicar las luchas populares que fueron objeto de la represión ilegal. Para la naciente democracia era necesario absolver a una sociedad que por acción, pero sobre todo por omisión, había consentido la cacería y el exterminio de una parte significativa de una generación política. Desconfiada de las formas institucionales, entregada al obsceno espectáculo del endeudamiento externo y la especulación financiera de corto plazo, ávida por consumir los productos importados que trajo la apertura comercial, excitada por un mundial de futbol victorioso, la sociedad argentina eligió “mirar para otro lado”. La exculpación llegó en forma de teoría, articulación de un conjunto de hipótesis que permitía “ordenar los hechos” en forma coherente. Eso es lo que puede leerse en el prólogo del informe Nunca Más: En los años ‘70 la violencia se enseñoreó en nuestro país. Fuerzas extremas y de signo contrario pretendieron dirimir el conflicto político y social mediante el uso de la violencia, en tanto una sociedad neutral, pacífica y pasiva, solo pudo contemplar, en la inacción, la tragedia desatada.
El libro de Feierstein acierta en señalar que el eje del planteo no pasaba por los “dos demonios”, sino por la existencia de “observador neutral”, ajeno a lo que sucedía, con una “moral superior” para repudiar la irracionalidad “de los dos lados”. La tesis condensaba, bajo el rótulo de “violencia”, acciones de carácter muy diferente: insurgencia armada de las organizaciones revolucionarias, tomas de fábricas, y movilizaciones masivas eran equiparados con los secuestros y torturas sistemáticas, desapasiones y fusilamientos perpetrados por grupos de tareas pertenecientes y a las órdenes directas del gobierno de las Fuerzas Armadas.
Sin embargo, en su formulación original, la teoría hacía una notable salvedad: aunque se tratara de “violencias equivalentes”, no lo fueron así las responsabilidades. Es por esta veta que la teoría de los dos demonios versión 1984 “rescataba” a muchas víctimas de la represión ilegal, al costo de despolitizarlas, de operar su “vaciamiento identitario y angelización”. Según el informe de la CONADEP, las víctimas habrían sido “adolescentes sensibles”, “personas que luchaban por una simple mejora de sus salarios”, “muchachos de centros estudiantiles”…

Hacia la construcción de un nuevo sentido común: la Teoría “Recargada”
A partir del año 2003, la teoría de los dos demonios comenzó a resquebrajarse. El contexto político era otro, bien distinto: la anulación de las leyes de impunidad y la declaración de inconstitucionalidad de los indultos dictados por Menem a comienzos de los años ’90 señalaban la cristalización de un nuevo consenso, según el cual el relato construido sobre el pasado reciente podía ser cuestionado. Una nueva generación, hija de la militancia de los ‘70, emergía al escenario político, reivindicando la lucha de sus padres y madres como reacción a la ofensiva del capital concentrado local e internacional por imponer un nuevo modelo económico socialmente excluyente.
Asumir como propia la agenda histórica de los organismos de derechos humanos permitió al gobierno de Néstor Kirchner (quien había obtenido apenas el 22% de los votos en las elecciones de abril de 2003) cimentar, en parte, su legitimidad. En un movimiento análogo pero de signo contrario, una porción nada desdeñable de la oposición se montó sobre ese conjunto de voces que reclamaban por “memoria completa”, como estrategia de aglutinamiento político y construcción de un consenso opositor.
Agazapadas entre las sombras del negacionismo y la apología del genocidio, emergieron un conjunto de voces que fustigaban las acciones enmarcadas en la política oficial de Memoria, Verdad y Justicia. Organizaciones de familiares de represores, periodistas, “opinadores” televisivos y políticos de derecha, fueron adquiriendo mayor relevancia al aparecer en espacios televisivos que propiciaban la mirada empática con las “víctimas del terrorismo subversivo”. Son recordadas también las manifestaciones poco nutridas, pero no menos intensas, en Plaza San Martín (con la destacada presencia de neonazis vernáculos).

Con la pluma y la palabra
Feierstein postula en el libro que, con la asunción del gobierno de la alianza Cambiemos, se produjo un quiebre respecto a la política anterior. Hay, según se aprecia, una habilitación de discursos y planteos largamente incubados, al tiempo que se ha retirado apoyo financiero a oficinas que investigaban el accionar represivo desde las esferas el Estado. No se trata de que el nuevo gobierno asumiera públicamente una política de impunidad y de criminalización de las víctimas de la represión. Pero por boca de algunos funcionarios se ha puesto en duda la veracidad de los datos históricos: Darío Lopérfido, Claudio Avruj y J.J. Gómez Centurión, en declaraciones y entrevistas, han cuestionado la cifra de 30.000 desaparecidos, argumentando que en el informe Nunca Más se establece una cifra menor, surgida a partir de las denuncias de familiares y exdetenidos/as. El propio Macri en campaña había sostenido que con él se acabaría “el curro de los derechos humanos”…
El libro de Daniel Feierstein no supone un mero ejercicio contemplativo referido a la mutación del concepto “dos demonios”, así como sus usos históricos. Advierte el autor, con preocupación y razón, que “la versión recargada de los dos demonios avanza, y pareciera que los instrumentos que tenemos no son los más adecuados para enfrentarla”. Y frente a ese embate, el texto “se propone como un intento por desmenuzar críticamente los argumentos principales de esta versión recargada de los dos demonios para permitir librar una disputa con cada uno de ellos y demostrar sus intencionalidades, sus lógicas, sus objetivos, a la vez que sus puntos débiles, sus falacias, sus distorsiones, sus manipulaciones, sus mentiras”.
En la restauración de los dos demonios, concluye el autor, anida el “huevo de la serpiente”. Detrás de la consigna “revisar la memoria completa” se pretende la criminalización de la militancia al tiempo que se absuelve a los represores, porque “sólo habrían obedecido órdenes en cumplimiento del deber”. Para ello es necesaria la destrucción de los símbolos construidos en la lucha contra la impunidad, la suspensión de los juicios de lesa humanidad, y la reducción de las condenas o la libertad de los represores condenados. Pero sobre todo, se procura relegitimar el uso actual de la violencia estatal en un contexto de destrucción de la producción local, de financiarización de la economía, de redistribución regresiva del ingreso y de profundización de la pobreza, lo cual redunda (y redundará) en protesta social abierta.

* Sociólogo. Profesor en UBA