El poder de la Iglesia Católica y los encontronazos con el Gobierno Nacional:

Lo que media entre el mensaje y la práctica

En 1969 Jaime de Nevares realizaba una gira por Misiones y afirmaba: “He regresado acongojado, con el corazón conmovido y el alma llena de indignación ante tanta injusticia, maldad, explotación del humilde e insensibilidad”...luego afirmaba: “Jesús vino a salvar al mundo, fustigó a los que oprimían a su pueblo: a los mercaderes, al rey Herodes...” Nadie puede discutir las diferencias entre los objetivos que tiene y ha tenido la religión de todo tipo, y en especial la iglesia católica, mayoritaria entre nuestra población, y las realidades que se plantean los estados y las políticas sociales y culturales de sus pueblos.

Por Elena Luz González Bazán

Podemos decir que la explosión del caso Baseotto y el aborto no son un aspecto esencial solamente de la Iglesia argentina, sino que es la política implementada desde la Santa Sede. Y que en muchas ocasiones los obispos y curas de esta tierra se han ido de boca en formas amenazantes no midiendo lugares, ni públicos, ni situaciones que los pusieran en apuros. Es más, en otros momentos históricos de nuestro país gozaron de la total impunidad de cuestionar y decir lo que quisieran.
Se están cumpliendo 29 años del inicio del último golpe militar, casi tres décadas que han dejado el tendal más doloroso del siglo XX y que atraviesa el siglo XXI. La iglesia católica, en especial, jugó un papel, triste, doloroso y totalmente alejado de su feligresía, salvo aquellas honrosas excepciones, muchos de ellos asesinados, otros directamente no los recuerdan, se intentan olvidar como son Enrique Angelelli y Ponce de León, Monseñor Zaspe, los curas palotinos, las monjas francesas y tantos que fueron desaparecidos, simularon accidentes y hoy están muertos.
La iglesia tuvo en su mensaje una postura y en su palabra abandonó a la mayoría de sus seguidores, porque los miles de trabajadores que fueron secuestrados en aquellos años tenían sus creencias católicas, la mayoría de los testimonios hablan de bautismos, comuniones y confirmaciones, casamientos por iglesia o bien concurrencia a las mismas para comulgar, rezar o pedir a sus santos o al mismo Cristo. Estas afirmaciones se pueden encontrar fácilmente en las declaraciones de familiares, de sobrevivientes o presos políticos que testimoniaron en el Juicio a las Juntas, que fueron la base de datos del Informe Nacional sobre Desaparición de Personas, CONADEP, o bien todos los testimonios posteriores que siguieron a este primer informe.
Está en los miles de familiares que fueron a pedir ayuda a la Curia, a las iglesias, a los obispos, arzobispos y prelados de las distintas fuerzas armadas y de seguridad y recibieron como contestación: ‘No han cuidado bien a sus hijos’. Se habrá ido con otra’, cuando eran las mujeres buscando sus maridos, los mató la guerrilla, a los familiares de un delegado que nada tenía que ver, y así de seguido, o se fueron a vivir al extranjero de incógnita.
Algunas frases son elocuentes, marcan una etapa dolorosa y también llena de impunidad.
El 24 de marzo de 1976, Monseñor Tortolo, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y vicario de las fuerzas armadas sostenía al diario La Nación, luego de una entrevista con los tres comandantes de las Fuerzas Armadas que habían dado el golpe de Estado: ‘La iglesia tiene su misión específica… hay circunstancias en las cuales no puede dejar de participar aun cuando se trate de problemas que hacen al orden específico del Estado’. Instó por ello a ‘cooperar positivamente’ con el nuevo gobierno.
Previamente, Tortolo había afirmado el 23 de septiembre de 1975 en una homilía frente a Roberto Viola, jefe del estado mayor del ejército y de monseñor Victorio Bonamín, vicario del arma: ¿No querrá Cristo que algún día las fuerzas armadas estén más allá de su función?. Y ese mismo año, el 29 de diciembre decía: se avecina un proceso de purificación.
El 14 de octubre de 1976 Tortolo afirmaba a los periodistas: yo no conozco, no tengo prueba fehaciente de que los derechos humanos sean conculcados en nuestro país. Ya en 1977 y cuando las denuncias internacionales sobre desapariciones y torturas eran notorias siguió sosteniendo su postura de apoyar la dictadura militar: ‘… las fuerzas armadas, aceptando la responsabilidad tan grave y seria de esta hora, cumplen con su deber’.
Por su parte Monseñor Bonamin, vicario castrense afirmaba el 5 de enero de 1976, en la iglesia Stella Maris que: La patria rescató en Tucumán su grandeza, mancillada en otros ambientes renegada en muchos sitiales y la grandeza se salvó en Tucumán por el ejército argentino’.
Ante Domingo Bussi, decía en Tucumán, el 10 de octubre: ‘La Providencia puso a disposición del ejército él deber de gobernar, desde la presidencia a la intervención de un sindicato’. Una semana más tarde decía: ‘… en el militar que cumple con su deber represivo, Cristo ha entrado con verdad y con bondad’.
En el caso de monseñor Medina llegó a afirmar en abril de 1982: ‘Algunas veces, la represión física es obligatoria y, como tal, lícita’.
En el Informe de la CONADEP aparece uno de los testimonios de familiares que van a ver a Monseñor Grasselli y este les dice, luego de mostrarles una lista donde los que aparecen con una cruz están muertos y los otros no. ‘… los jóvenes están en un operativo de rehabilitación en casas que se han armado a tal efecto… Manifiesta que Videla ha sido el alma caritativa que urdió el plan para no perder las inteligencias… dice que se trabaja con los jóvenes con psicólogos y sociólogos, y que a los irrecuperables es posible que ‘alguien piadoso’ les de una inyección y el irrecuperable se duerma para siempre’.
Por otro lado en las declaraciones de Eusebio Héctor Tejada, en la cárcel de Caseros afirma que era sometido a sesiones de tortura en presencia de un sacerdote de apellido Cacabello o Cabello. Estas denuncias son múltiples. Por otro lado, son múltiples las declaraciones de quienes informan que en las sesiones de tortura había hombres de la iglesia. Estos ejemplos son una muestra.
Por eso, este encontronazo político entre la Santa Sede y el gobierno Argentino se debería dirimir en los espacios de las resoluciones de no-ingerencia de otros estados en las disposiciones de un Estado soberano. La Santa Sede es otro Estado, y a pesar de no estar de acuerdo, no puede utilizar su poder para dar marcha atrás una actitud tan deleznable como las afirmaciones de Monseñor Baseotto, se trate de quien se trate, utilizar la terminología dictatorial habla a las claras que no hay excesos, sino políticas, en este caso del vicario castrense, hasta esta remoción.
La verdad nos hará libres decía De Nevares, y Monseñor Angelelli afirmaba que había que tener un oído en el evangelio y otro en el pueblo. Obviamente el oído en el pueblo ha dejado de escuchar y por más que sean muchos los que se desgarren las vestiduras por la pelea entre el PEN y la iglesia, deberíamos preocuparnos por estas declaraciones aberrantes que suenan iguales a por lo menos 29 años atrás.
Monseñor Zaspe otro de esos hombres de la iglesia que no recuerdan ni la Santa Sede, ni los obispos argentinos afirmaba el 6 de abril de 1969: ‘la vida cristiana de la tierra debe anticipar la vida cristiana de los cielos, la liberación total de Cristo debe inaugurarse en el tiempo. De lo contrario, el evangelio sería alineación’. Y el 20 de noviembre de 1983 decía: ‘en la Argentina de los últimos años hay ciudadanos de primera, segunda y tercera clase, y existen privilegios irritantes que no condicen con una sociedad llamada cristiana y democrática. En la Argentina se han ocultado realidades…’
No podemos callar ante tanta ignominia, no se trata de enterrar el pasado, no se puede con esta iglesia y estos vicarios olvidar que sus oídos no escucharon nunca el clamor del pueblo. Si lo hubiesen hecho estas aberraciones no hubieran sucedido. Por eso como decía Monseñor Zaspe. El silencio y el olvido no traerán la paz anunciada’.
Monseñor Angelelli pintó la realidad de la iglesia de aquellos años aciagos, cuando le escribía a Zaspe: ‘estoy solo entre mis hermanos obispos de la Argentina’.
El 4 de agosto de 1976, muere en un simulado un accidente…
La iglesia argentina tiene que decir la verdad… no hay excesos, hay políticas y ellas no tienen un oído en el evangelio, y mucho menos en el pueblo…