La trágica muerte del niño kurdo-sirio, encontrado en una playa en Turquía, hijo de una familia que intentaba refugiarse en Europa, tuvo sus efectos también en Israel, que si bien es el Estado de la región que menos interfiere en la guerra civil que azota a Siria hace cuatro años, no está exento de sufrir consecuencias de la misma. Algunos pocos refugiados sirios heridos, hambrientos y sedientos traspasaron la frontera con Israel y fueron acogidos en las aldeas drusas localizadas en las Colinas del Golán. Hasta poco tiempo, el número era muy poco significativo, e Israel jamás abrió las puertas para estos refugiados, incluso después de la inminente aproximación del Estado Islámico. Pero Israel, pese a no haber tenido relaciones con Siria, siente la presión por la entrada de estos refugiados en el país. Y como muchos temas delicados, esto se tornó un verdadero dilema, que en esta nota se propone explicar.
Por João Koatz Miragaya *