Cuenta Eduardo Galeano: “Era un mago del arpa. En los llanos de Colombia no había fiesta sin él, para que la fiesta fuera fiesta. Mesé Figueredo tenía que estar allí con sus dedos bailanteros que alegraban los aires y alborotaban las piernas. Una noche, en algún sendero perdido, lo asaltaron los ladrones. Iba Mesé Figueredo camino de una boda, a lomo de mula, en una mula él, en la otra el arpa, cuando unos ladrones se le echaron encima y lo molieron a golpe.
Al día siguiente alguien lo encontró. Estaba tirado en el camino, un trapo sucio de barro y sangre, más muerto que vivo. Y entonces aquella piltrafa dijo con un resto de voz: Se llevaron las mulas. Y dijo: Se llevaron el arpa. Y tomó aliento y se rió. Echando baba y sangre se rió. Pero no se llevaron la música”…