Concretamente, nos lanzamos a averiguar cuánto se les paga a los “opinadores” oficiales cuando hablan acerca del conflicto del Medio Oriente, la “hasbará” (esclarecimiento) comunitaria y los temas relacionados con el anti semitismo, el anti judaísmo y el anti israelismo actual.
Nadie brinda información oficial y nadie, también oficialmente, da respuesta a nuestras consultas. Pero oficiosamente todo puede saberse.
En el caso del ya famoso trío que conforma el panel organizado, mensualmente, por el Departamento de Cultura de AMIA -Julián Schvindlerman, Marcelo Birmajer y Natalio Steiner-, efectivamente la AMIA eroga unos 400 pesos (130 dólares aproximadamente) por actividad organizada en su sede.
Schvindlerman (hijo del Secretario de ese mismo Departamento de Cultura, Mario Schvindlerman) cobraría 200 pesos y Birmajer y Steiner habrían quedado rezagados a 100 pesos cada uno (nadie explica el motivo de las diferencias económicas más allá del beneficio filiatorio del que gozaría el primer disertante).
Cabe destacar que para la mesa organizada en el mes de enero de esta actividad mensual, Moishe Korin -Director de Cultura de AMIA- decidió invitar a nuestra compañera Valeria Zapesochny a compartir el debate con el trío mencionado. Eso sí, a Zapesochny ni siquiera se le dio la oportunidad de donar el dinero correspondiente a sus honorarios dado que, curiosamente, no le fue ofrecido monto alguno. Lo que se llama: una ley pareja para todos, ¿no?
¿En qué se basarán para que Julián Schvindlerman (reiteramos, hijo del dirigente de la AMIA a cargo del Departamento de Cultura de la institución) perciba más dinero que sus colegas?
¿Cobrará Birmajer (autor de exitosos títulos editoriales y guionista de la magnífica película “El abrazo partido”) su inclusión en las mesas de debate organizadas en la universidad pública?
¿Por qué siempre se conforma la mesa con los mismos expositores?
¿Por qué hubieron otros disertantes que no aceptaron integrarla?
¿Debe AMIA invertir dinero en estos u otros “opinólogos” cuando hay tantos periodistas y politólogos, del ámbito nacional y comunitario que gustosamente -y como una clara extensión de su trabajo habitual- no cobrarían honorario alguno?
Sólo cabe mencionar, a modo de ejemplo, las mesas redondas organizadas en Tzavta con periodistas de la talla de Jorge Lanata, Jorge Elías, Juan Salinas, Oscar Cardoso, Shlomo Slutzky, Gustavo Sierra, Claudio Uriarte, Marcelo Cantelmi, Gabriel Levinas, Alfredo Zaiat, Gerardo Young, Fernando González, Andrés Kliphan u otros colegas -menos conocidos por la opinión pública- de agencias internacionales de noticias que han pasado por esa casa como una clara e inobjetable consecuencia de su especificidad laboral. Todos ellos han concurrido gustosos. A ninguno se lo puede considerar “opinólogo” sino periodistas o politólogos que tienen claro que parte de su trabajo los expone a esta clase de “obligaciones” adicionales que, ellos, las tienen incorporados a sus costos de tiempo laboral.
Y ninguno de ellos aceptaría, también hay que reconocerlo, estar como clavado en una mesa cautiva de debate repitiendo discursos únicos y sin variantes ideológicas. Fuera de los ambientes comunitarios esto se considera poco serio, aquí parece ser una adecuada fuente de ingresos para algunos.
Pero, también, y como dicen en el barrio, habría que ver de quién es la culpa…
El caso Rahola
De la señora Pilar Rahola ya hablaron todos, y seguramente seguirá corriendo más agua debajo del puente. Sin embargo nadie se preguntó, hasta ahora, si Rahola hace lo que hace por su profundo amor al pueblo judío o qué (tampoco nos permitió preguntárselo dado que rechazó nuestro pedido de entrevista por no haber aceptado que monopolizara la palabra a través de sus columnas en el periódico).
Nueva Sión remitió un mail solicitando esta información a las autoridades del American Jewish Committee (AJC) -quienes le organizaron una reciente gira por comunidades hispano parlantes del país del norte- y al Keren Hayesod, organización que la contratara para realizar una gira por Latinoamérica con el fin de inaugurar -en cada país- la campaña 2004 de recaudación de fondos.
De ambos casos sólo recibimos un “silencio de radio” como única respuesta.
Sin embargo, fuentes oficiosas afirmaron a Nueva Sión -otra vez- que la señora Pilar Rahola, por hablar a un público comunitario cautivo (y maravillado con su verba) habría percibido 1.500 dólares por conferencia.
¿Podrá evaluarse en cuánto se habrá incrementado la recaudación del Keren Hayesod gracias a los discursos de la señora Rahola?
¿Estará la opinión pública comunitaria más esclarecida luego de escuchar sus textos?
¿Habrá mencionado el terrorismo de Estado americano ejercido en Irak? Porque es el mismo que ella defiende cuando habla del violento “antiamericanismo europeo” (tal como lo informa el periódico chileno “la Segunda” en su edición del pasado 30 de abril). Es el mismo que, con algunas de estas técnicas, torturó a los presos políticos en Argentina. Es el mismo que destruyó la industria nacional con su política de vaciamiento económico. Es el mismo que hizo desaparecer, con las técnicas aprendidas en la Escuela de las Américas, a unos 30.000 argentinos, y entre ellos unos 1.800 judíos.
¿Habrá pensado la señora Rahola en todo esto? Hasta el día de cierre de esta edición no encontramos, en Internet, ninguna alusión a estos dramáticos acontecimientos de la actualidad ni en textos de Rahola ni en ninguno de sus seguidores en Argentina e Israel.
La relación es más directa de lo que muchos creen porque estas reflexiones traen conllevan sus mensajes colaterales en términos de propaganda y “hasbará”.
“Practiquen inteligencia creativa y les aseguro dinamita” afirmó Rahola en Chile. Una “dinamita” nuevamente acrítica y, probablemente, con poco conocimiento de la historia de este continente latinoamericano y de las colectividades judías arraigadas en él.
Argucias progresistas
¿Serán, estas, parte de las “argucias progresistas” con que intentamos descalificar a Rahola –tal como afirmaran los suscriptores de la “Carta abierta en apoyo a Pilar Rahola”?
Nueva Sión es, definitivamente, un espacio progresista que tiene cosas diferentes para decir y que el establishment de la intelectualidad de salón quiere evitar o silenciar.
Nuestra actitud no es inconcebible -como ellos afirman-, lo inconcebible es que se pague para que a la gente, en muchos casos, se la convoque a escuchar sólo lo que quiere oír, y si alguien se opone (en este caso algunos periodistas y colaboradores de Nueva Sión) se intente demonizarlo como el máximo exponente de la oveja negra comunitaria.
Simplemente hay opiniones divergentes. Nosotros las aceptamos, pero parece que a algunos componentes (no todos, dado que cuando fueron invitados a participar de esta edición exponiendo sus ideas sólo Gustavo Perednik aceptó gustoso) de esa intelectualidad de salón le cuesta entender las diferencias cuando expone una protesta como la manifestada en su “Carta abierta en apoyo a Pilar Rahola”.
Tal vez las cosas, a pesar de todo, sea mucho más sencillas de lo que uno supone: ¿estaremos arruinando el negocio de unos pocos?…