El semanario, que ilustra su portada con un pozo de petróleo del que mana sangre, basa buena parte de sus revelaciones en un informe reservado concluido en febrero por el general Antonio M. Tacuba. Pero también se refiere a otro informe un alto mando del Ejército, Marshal Donald Ryder, de noviembre pasado, que indica que militares actuando en conjunto con espías (supuestamente, miembros de la CIA) en Afganistán habrían hecho lo mismo para ablandar o quebrar la voluntad de los prisioneros como paso previo a los interrogatorios, o como dice de forma eufemística el informe Ryder: “establecer condiciones favorables para futuros interrogatorios”.
El ‘New York Times’ ampliaba el espectro de lo que -según el Pentágono, la Casa Blanca y el Departamento de Estado- se limitaba a unos casos aislados y esporádicos a un centro federal de detención en Brooklyn: entrevistaron a un egipcio y a un paquistaní detenidos por el FBI tras el 11-S que sufrieron abusos, amenazas de muerte, insultos y torturas antes de ser deportados.
A ninguno se le encontró la menor relación con los ataques terroristas.
Un informe del inspector general del Deparamento de Justicia señaló -ya el año pasado- que los “abusos físicos” contra los detenidos eran muy frecuentes, y varios de los que sufrieron malos tratos han presentado denuncias contra el Gobierno.
Críticas de Kennedy
Mientras que el senador demócrata Edward Kennedy declaró su temor de que las acusaciones difundidas “sean el principio, más que el fin” de los abusos, y que “no parecen un incidente aislado”, el senador republicano John McCain dijo que estaba sumamente esperanzado de que lo ocurrido no represente una “práctica generalizada de abusos” y que “la conducta de la abrumadora mayoría de los militares de los Estados Unidos es honorable y decente”.
No es lo que se deduce del informe Tacuba ni de otras informaciones recogidas por Hersh. Uno de los informes oficiales puestos en marcha por el Ejército también evidencia que al menos dos empresas privadas, CACI y Titan, proporcionaron antiguos militares para que tomaran parte en los interrogatorios en prisiones como Abu Ghraib.
Hasta ahora, seis soldados han recibido reprimendas y otros siete sanciones menores, aunque el secretario de Estado, Colin Powell, anunció ayer en la sede de la ONU que el peso de la ley militar caerá sobre los infractores de actos calificados de “despreciables” e “inmorales”.
Uno de los elementos que más enfado ha causado, especialmente entre familiares de los implicados, es el hecho de que los soldados -hombres y mujeres- que tomaron parte en las torturas -el Pentágono habla de “abusos”- posaran sonrientes ante sus víctimas.
El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, afrontó las críticas y recalcó que el Ejército empezó a investigar antes de que las fotos salieran a la luz, y que no se trata de prácticas “sistemáticas” ni “rutinarias”.
El gigante de las libertades individuales, el “gran país del Norte” está tambaleando sobre su propio espejo.