Medio Oriente:

De las fórmulas a la realidad

Una vez más, podemos comprobar el grado de dificultad que entraña trasladarse de los eslóganes y fórmulas a su necesaria traducción a la realidad. La victoria de Hamas indujo a la comunidad internacional a establecer una serie de condiciones, siendo así que su cumplimiento era dudoso desde un principio. Verdad es que todas ellas son importantes y justas: reconocimiento de Israel, negociaciones con Israel y renuncia al terrorismo. No obstante, la fórmula no aclaró lo que se le denegaría al Gobierno de Hamas en caso de que no cumpliera las mencionadas condiciones: ¿conversaciones?, ¿reconocimiento oficial?, ¿ayuda económica?

Por Yossi Beilin (Desde Israel)

Hamas ha procedido como cabía esperar: negándose a ceder ante las presiones. El Primer Ministro palestino, Ismael Haniyeh, aseguró que su pueblo preferiría arreglárselas con la digestiva ajedrea antes que someterse a dictados foráneos. Los miembros del Cuarteto (Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y las Naciones Unidas) se han reunido con representantes de Hamas e incluso le han aportado ayuda económica; la última reunión dio paso a una iniciativa concreta destinada a impedir una catástrofe humanitaria en los territorios ocupados, consistente en que la ayuda se canalizaría a través de determinadas ONG´s.
En cuanto a Israel, la cuestión de mayor importancia en su caso es la de su seguridad, que cabe entender asimismo en interés de la comunidad internacional. La ayuda económica directa al Gobierno de Hamas debería condicionarse a su renuncia al terrorismo y su oposición a toda aquella entidad o facción que perpetre actos terroristas.
El Gobierno de Hamas no puede contentarse con el mero hecho de que el movimiento Hamas apoye un alto el fuego sin dejar por ello de comprender e incluso aprobar actos terroristas. Hamas no es un movimiento opositor clandestino, sino un Gobierno democráticamente elegido que ha accedido al poder, por lo que es plenamente legítimo ejercer cierto grado de presión sobre él hasta que empiece a combatir el terrorismo.
En lo concerniente al reconocimiento de Israel, lo más probable es que entrañe un proceso mucho más dilatado (mediando además el correspondiente poder de convicción internacional), en cuyo transcurso la punta de lanza de las negociaciones debería permanecer en manos de la OLP, con quien Israel ya ha firmado acuerdos anteriores.
La otra fórmula que entra en conflicto con la realidad se refiere a la convergencia de puntos de vista. Antes de las elecciones celebradas en Israel en marzo del 2006, Ehud Olmert señaló que tras los comicios trataría de mantener negociaciones con los palestinos sobre el ‘Mapa de Rutas’ (propuesta a Israel y a los palestinos en abril del 2003), añadiendo que si las negociaciones no prosperaban, se esforzaría por alcanzar un consenso internacional que permitiera que Israel llevara a cabo una retirada unilateral de sectores claves de Cisjordania trasladando sus colonos evacuados a los sectores de Cisjordania que permanecieran en posesión de Israel.
Buen número de israelíes ha aceptado la fórmula. Están hartos del socio palestino, sobre todo tras la victoria de Hamas en las elecciones, considerando que ya no quedan interlocutores y es menester abandonar los territorios ocupados. Dado que no hay socio válido -piensan-, lo mejor para Israel sería proceder a una retirada unilateral. Considerado fríamente, tal razonamiento tiene su lógica y debería ser bienvenido. Sin embargo, a la hora de traducir la fórmula al lenguaje de la realidad, es evidente que es mucho más complejo de lo que parece a primera vista.
¿Con quién podría negociarse? ¿Sobre qué negociar? ¿Sobre la aplicación del Mapa de Rutas que ninguna de las partes se ha tomado en serio a lo largo de los últimos tres años y que apenas ha intentado llevarse a la práctica? Y, en todo caso, ¿quién habrá de decidir -llegado el caso- que la vía de la negociación está agotada? Supongamos por un instante que se llega a la conclusión de que tal vía se halla efectivamente agotada. ¿Desde dónde iniciaría Israel su retirada? ¿Reconocería la comunidad internacional las nuevas fronteras, que no serían las de 1967? ¿Se propone realmente Olmert trasladar a los colonos de una zona a otra de Cisjordania, que seguiría bajo posesión israelí de forma unilateral? ¿Habrá quien apoye la edificación intensiva en los territorios ocupados para absorber a los colonos evacuados? ¿Se formará en la Knesset una mayoría de centro, izquierda y partidos árabes que respalde tal iniciativa incluso con bendición estadounidense? Creo que las respuestas son en su mayoría negativas. Es difícil creer que la fórmula de la convergencia de puntos de vista, por más atractiva que pueda parecer, sea efectivamente práctica y viable. Las dos opciones prácticas son las negociaciones con Mahmud Abbas para alcanzar un acuerdo de estatus permanente palestino-israelí -sometido a referéndum- o una retirada unilateral israelí a fronteras provisionales. De estas dos opciones es preferible la primera y debería hacerse un enorme esfuerzo para avanzar hacia ella cuanto antes.
He aquí aunadas las dos fórmulas que cabe perseguir: el llamamiento de la comunidad internacional a Hamas podría centrarse, en una primera fase, en su postura contraria a la violencia y el terrorismo para permitir que Abbas inicie negociaciones y aplique los resultados correspondientes mediante referéndum. La política de Israel, por su parte, debería centrarse en la celebración de intensas negociaciones con los líderes de la OLP sobre la paz palestino-israelí a fin de acabar con el conflicto, de modo que tales negociaciones pudieran culminar en un acuerdo similar al plan Clinton del 2000 y los acuerdos de Ginebra del 2003.
Los sueños estériles en el sentido de un cambio en la óptica internacional sobre Hamas como consecuencia de la presión económica, porque Israel prefiera proceder a una retirada unilateral o el mundo acepte el plan de convergencia, nos llevarán, probablemente, a un callejón sin salida.