Publicado en ‘Spieguel on Line’

La muerte de mujeres musulmanas en la Europa culta

En los últimos cuatro meses, seis mujeres musulmanas que vivían en Berlín han sido brutalmente asesinadas por miembros de su familia. ¿Su delito? Tratar de lograr su libertad y vivir a la manera occidental. Dentro de sus comunidades, los asesinos son reverenciados como héroes por preservar la dignidad de sus familias. ¿Cómo puede florecer en el corazón de Europa tan horrenda y terriblemente arcaica costumbre? Las muertes han ocultado momentáneamente el drama cotidiano de estas mujeres... ¿pero cambiarán la macabra realidad para ellas?

Por Jody K. Biehl (Desde Berlín)

Hatin Surucu solo quería vivir su propia vida. En cambio, se convirtió en la última víctima en Berlín de los asesinatos por el honor. Sus hermanos, turcos musulmanes, supuestamente le dispararon por haber adoptado costumbres occidentales. Los disparos llegaron de no se sabe donde y en pocos minutos la joven madre turca, que se hallaba en la parada de buses de Berlín, estaba muerta. Una llamada telefónica de un pariente la había llevado a ese frío y despiadado lugar. Ella pensó que podía ir por unos pocos minutos y usaba un abrigo liviano para el helado viento de febrero. Había dejado a su hijo de cinco años durmiendo en su cama. El despertó buscando a su madre, quien, como muchas mujeres turcas en Alemania, se hallaba refugiada en una vida secreta de miedo, coraje y últimamente, aflicción.
Ahora su pequeño hijo tiene que soportar su propia tragedia: su madre, Hatin Surucu, no fue la víctima de un acto de violencia casual, de un disparo al azar, probablemente murió a manos de su propia familia en lo que es conocido como un “asesinato de honor”.

El deseo de una vida occidental

El delito de Hatin, parece, era el deseo de tener una vida normal con su familia en su tierra adoptiva. La vivaz belleza de 23 años estaba establecida en Berlín, divorciada de un primo turco con quien había sido forzada a casarse a los 16 años. También había descartado el pañuelo que cubría su cabeza, impuesto por la religión islámica a las mujeres, se había inscripto en una escuela técnica donde estaba estudiando electricidad y comenzó a salir con un alemán. Para su familia, tal conducta representaba la humillación final, la adopción de las corruptas costumbres occidentales. Días después del crimen, la policía arrestó a sus tres hermanos de 25, 24 y 18 años de edad. El más joven de los tres, supuestamente había estado jactándose con su novia acerca del asesinato del 7 de febrero. En su funeral, los padres turco-kurdos colocaron a su única hija en un ataúd con versículos del Corán, enterrándola de acuerdo a la tradición musulmana. Por supuesto sus hermanos estaban ausentes, porque estaban en la cárcel.
El delito podía ser más fácilmente aceptado si hubiera sido una anomalía arcaica, pero otras cinco mujeres musulmanas han sido asesinadas en Berlín durante los pasados cuatro meses, por sus maridos o parejas, por haber mancillado el honor de una familia musulmana. Dos de ellas fueron apuñaladas hasta morir en presencia de sus pequeños hijos, una fue golpeada, una estrangulada y la quinta fue ahogada. Esto parece difícil de comprender, pero en medio de la democrática Europa Occidental, en Alemania , una nación donde el pacifismo es casi un mantra universal, el patriotismo machista asesino no sólo existe, sino que parece hallarse en pleno crecimiento. Esto puede ser porque el liberalismo germánico -y post Segunda Guerra Mundial- temeroso de las críticas de las minorías culturales, ha estimulado a familias ultra religiosas a establecerse aquí.
El problema es que mucho de este mundo aislado y fanático está fuera de la mirada pública, a menudo oculto dentro de departamentos donde la mayor influencia que reciben del mundo externo son programas enviados por canales turcos o árabes a través de cadenas satelitales o desde la mezquita local.
Decenas de miles de mujeres turcas viven detrás de éstos muros de silencio, en hogares dominadas por maridos a menudo conocidos el día de su boda y los siempre presentes versículos del Corán. En estas familias, lealtad y honor son elevadas virtudes y las mujeres son tratadas poco mejor que esclavas, invisibles para la sociedad y a menudo inadvertidas por sus vecinos alemanes. Estas mujeres, para obtener lo que quieren tienen que huir. Deben cambiar sus nombres, sus pasaportes, cambiar el color de su pelo y romper con las familias que ellas a menudo aman, pero a las que simplemente no pueden continuar obedeciendo.

Las mujeres turcas que abandonan sus maridos y sus violentos matrimonios, viven protegidas en un refugio dentro del Parque Olímpico de Munich. Ellas, dicen las activistas, viven en un miedo constante de que sus maridos o familias las encuentren y puedan abusarlas o matarlas.
“No es posible obtener estadísticas muy precisas sobre cómo muchas mujeres son asesinadas en tales crímenes de honor, porque muchos de ellos no son nunca reportados” dice Myria Boehmecke desde Tubinga donde hay un grupo de mujeres llamado ‘Tierra de Mujeres’, el cual entre otras cosas, trata de proteger a chicas y mujeres musulmanas de sus opresivas familias. La organización de mujeres turcas, ‘Papatya’ ha documentado 40 casos de asesinatos de honor, en Alemania, desde 1996.
Los ejemplos incluyen una chica cuyos dos hermanos la golpearon hasta matarla con un bastón de cricket cuando se enteraron que había dormido con su novio. En Augsburgo, en abril un hombre apuñaló a su mujer y a su hija de siete años porque su mujer le estaba siendo infiel. En diciembre de 2003, en Tubinga, un padre estranguló a su hija de 16 años y arrojó su cuerpo a un lago porque tenía un novio. Balas, cuchillos, hachas y gasolina son las armas elegidas. La lista de delitos compilada por ‘Papaty’ es un ejercicio del horror. Y lo más triste, dice Boehmecke, es que está lejos de ser completa.»Nunca se sabe cuántas víctimas hay. Muy frecuentemente esos crímenes no son reportados».
En muchos casos, los padres, y a veces hasta las madres, eligen a sus hijos menores para enviarlos a cometer el asesinato, dice Boehmecke, «porque ellos saben que los menores no pueden ser sentenciados por los jueces alemanes”.
En algunos casos, estos jóvenes son reverenciados por su comunidad y por sus compañeros de reclusión como “héroes del honor” un status honorífico que llevarán por el resto de sus vidas.
Actualmente, seis muchachos están presos en una prisión juvenil de Berlín por asesinatos de honor “De algún modo, estos chicos son víctimas también”, dice Boehmecke. “A veces, ellos son forzados a matar a su hermana favorita”.