Argentina, a dos años del la gestión Kirchner:

Entre luces y sombras

Lejos del misticismo que despertó su irrupción en una Argentina convulsa, el Presidente Néstor Kirchner cumple la mitad de su mandato con una imagen positiva, pero que languidece por las grandes carencias de sus coterráneos.

Por Eduardo Rodríguez Baz

En la Casa Rosada (sede ejecutiva del Gobierno), Kirchner disfruta de una elevada aceptación entre los argentinos, consagrada en un 79% de apoyo social a su figura que le concedió una reciente encuesta.
Ese respaldo, además, consigue trasladarlo al conjunto de la gestión de su gobierno, con una aprobación del 63,7%, según el sondeo realizado por el Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP).
Pero los porcentajes favorables al gobernante y su gabinete, en cambio, no impiden que la sociedad visualice problemas sin resolver en este país sacudido, a fines de 2001, por una crisis socioeconómica sin precedentes.
Las principales preocupaciones continúan siendo los altos niveles de pobreza, indigencia y desempleo que, si bien fueron heredados por el ex gobernador de la provincia de Santa Cruz cuando asumió el 25 de mayo de 2003, parecen haber llegado para quedarse.
Pese a los inobjetables esfuerzos emprendidos por el gobernante, en 48 meses, para bajar tales índices, esos flagelos agobian a una Argentina que, sin embargo, logró con Kirchner recuperar la ruta del crecimiento económico y normalizar sus finanzas externas.
Precisamente, el mérito cardinal de su gobierno, reconocido por propios y ajenos, es el haber desarrollado una política ordenada frente a los apremiantes efectos de la crisis desatada hace cuatro años, al menos en lo que respecta al corto plazo.
Además de la perceptible reactivación de la economía frente a los rigores de una despiadada recesión, el santacruceño consiguió reestructurar la abultada deuda externa de casi 100 mil millones de dólares que Argentina dejó de pagar a sus acreedores en 2001.
A juicio de analistas, la renegociación de la cesación de pagos era uno de los desafíos más grandes que tenía la nación austral para reinsertarse en el mundo.
El éxito alcanzado por el canje de la deuda -con una aceptación superior a 76%- se debió en gran medida a la firmeza de Kirchner frente a las tenaces presiones de los organismos multilaterales de crédito a favor de los bonistas.
Con un discurso de clara oposición a las recetas neoliberales aplicadas en la década de 1990, el estadista pudo contener las exigencias del Fondo Monetario Internacional y del ‘establishment’ interno y salir del default más prolongado de la historia moderna.
Cerrado el capítulo del endeudamiento, a principios del corriente año, el gobierno argentino exhibe ahora una relación mucha más razonable con las instituciones financieras e incluso se planteó una política para desendeudarse con el Fondo.
Pero retomando las sombras que empañan su mandato a mitad de camino, el presidente no ha podido hasta el momento poner en marcha estrategias y políticas de Estado que garanticen una mejor repartición de la torta del crecimiento macroeconómico.
Luego de un período de cierta calma social, desde fines de 2004 comenzaron a generalizarse las protestas gremiales, la mayoría de ellas originadas a partir de la desigualdad en la distribución del ingreso.
Otro de los problemas que le quita el sueño a los ciudadanos es la inseguridad, con una estrecha relación al incremento de la exclusión y la marginalidad.
Los guarismos oficiales lo dicen todo: unos 4.500.000 niños argentinos (más de la mitad de la población infantil total) viven en la miseria, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).
Los datos, difundidos hace unos días, corresponden al segundo semestre de 2004, en el que la pobreza alcanzó 40,2% de la población de este país, paradójicamente uno de los grandes exportadores de alimentos del mundo.
Al hacer un balance de su período presidencial, Kirchner ilustró la víspera que Argentina está saliendo -poco a poco- del infierno, y confió en que cuando finalice su mandato en 2007, la nación estará a las puertas del purgatorio.
Tras reconocer la existencia de ‘mil asignaturas pendientes imposibles de solucionar en dos años’, Kirchner insistió en los avances logrados: crecimiento del Producto Bruto Interno de 9% y una disminución de la pobreza y la desocupación.
‘Soy consciente, tengo los pies en la tierra, que esta Argentina todavía está en el infierno y no es la que nosotros pretendemos’, enfatizó.
Entre las metas, el jefe de Estado mencionó la necesidad de conservar una inflación normal y correcta, seguir venciendo a la indigencia, la pobreza y al desempleo y discutir, con el empresariado, la recuperación paulatina del poder adquisitivo.
Teniendo en cuenta el caos institucional que imperaba en mayo de 2003, cuando se hizo cargo del poder, no han sido pocos los progresos, pero insuficientes si se toma en cuenta la expansión de la brecha entre ricos y pobres que desvela al propio festejado.