AMIA, 10 años. ¿Y ahora qué?

El legado:Los hijos de la AMIA

Pasaron 10 años y también pasó la adolescencia. Pasaron 10 años y cumpleaños, Bar Mitzvot, partidos de fútbol, graduaciones, primeros amores, la vida...Y siempre el mismo sentimiento amargo que el resto de la gente: ellos sólo recuerdan el 18 de julio de cada año. Son jóvenes, pero tuvieron que crecer más rápido que los demás chicos y enfrentarse a la ausencia de su familiar sin entender por qué. Pasaron 10 años desde el día del atentado, pero parece que fue ayer, porque el recuerdo vivo de sus padres, hermanos o tíos pesa más que los escombros que se derrumbaron sobre la calle Pasteur aquella mañana que les cambió la vida, a ellos y a sus familias, para siempre. Nueva Sión se contactó con algunos de los jóvenes que perdieron a un familiar en el atentado. Entre otras cosas, recordaron el día de la bomba, contaron cómo fue su vida estos últimos años, qué piensan de la búsqueda de justicia que hacen los mayores, su opinión respecto a luchar con tantas particiones de un mismo dolor y el legado que les quedará: el de hacer memoria para las próximas generaciones y el de seguir exigiendo justicia. Estos son los hijos de la AMIA.

Por Bárbara Lichtman y Pablo Pejlatowicz

¿Qué recuerdan del atentado?

Adrián Furman, sobreviviente y hermano de Fabián, quien murió en el atentado a los 30 años:
Me acuerdo de todo como si fuera ayer: la explosión, el humo insoportable que hacía difícil la respiración, el horror, el miedo, las corridas y el pánico. Yo estaba en el segundo piso -en lo que sería la parte interna del edificio- cuando sentimos una gran explosión. Pensamos que habían sido unos equipos de aire que habían estado instalando unos días antes, pero cuando logramos salir por una pueta de emergencia y miramos desde el pulmón de manzana hacia la calle Pasteur, nos dimos cuenta que había sido un atentado. Cuando vi toda la parte frontal del edificio derrumbada, lo único que me importó desde ese momento fue encontrar a mi hermano Fabián que trabajaba en el cuarto piso.

Giselle, 15 años, sobrina de Cristian Dejtiar, quien murió a los 21 años:
Aquel 18 de julio yo estaba en casa de mis abuelos, en la habitación de mi tío Cristian y lloraba. Después tengo una imagen, no sé si de ese mismo día, donde estaba toda mi familia en el living de mis abuelos, sentada, callada, con sus miradas hacia abajo, con dolor y mucha angustia. Yo, entendiendo lo que pasaba pero con la inocencia de mis 5 años, me fui corriendo al baño a llorar para que nadie me vea.

Lucía Oroño Reisfeld, hija de Noemí Reisfeld, fallecida a los 36 años:
La verdad que no me acuerdo del momento en que me contaron lo que había pasado; pero sí recuerdo que después del atentado estuve durmiendo en lo de mi tía (hermana de mi mamá), junto con Anaclara, mi hermana, porque mis papás estaban separados y vivíamos con mi mamá.
Tardaron una semana en encontrarla bajo los escombros. En ese momento no entendía mucho lo que pasaba, había sucedido muy rápido, y pensando que tenía nada más que 8 años es razonable que haya creído que después de 6 días iba a volver con vida.
Las personas que me dijeron que mamá había fallecido fueron mi tía y mi abuela; de esto tampoco me acuerdo pero así me lo cuenta mi hermana.
Recuerdo la “manifestación de los paraguas», pero en ese momento no lo entendía como lo entiendo hoy, todo era -prácticamente- un juego para mí.

Matías Ginsberg, 22 años, hijo de José Enrique (Kuky) Ginsberg, quien murió a los 43 años:
Recuerdo que fue el momento más difícil de mi vida. Yo tan sólo tenía 12 años, y mi hermanita apenas un año y medio. La incertidumbre fue terrible porque se creyó que mi papá estaba vivo por una confusión en un llamado telefónico. Su cuerpo apareció tres días después del atentado, el jueves 21 de julio.
El 18 a la mañana yo estaba durmiendo cuando la empleada que trabaja en mi casa irrumpió desesperada y me contó la situación. Recuerdo que en esos días se recibieron una cantidad infinita de llamados telefónicos, diciendo que habían visto a mi papá por la tele, y durante todo el día esperábamos el llamado de él pero nunca llegó. Fue durísimo no saberlo de entrada y crear una falsa expectativa.

Estefanía Kupchik 19 años, hija de Luis, quien falleció a los 42 años :
Ese mismo día yo cumplía 10 años, como todos los 18 de Julio, desde ese día en adelante. El día anterior, por las casualidades de la vida, me fui a dormir a lo de mi mejor amiga. Me acuerdo que era tarde y estábamos jugando al dominó. Yo no tenía sueño, me quería volver a mi casa, pero ya era tarde para llamar a mis papás. Entonces me quedé, y no pude dormir bien… vaya a saber Dios por qué. Mi mamá, muy temprano, vino a levantarnos (yo estaba con mi hermana), con las palabras que le salieron. Nos miró a los ojos y nos dijo que había estallado una bomba. De un momento al otro estábamos, nosotras dos, sentadas sobre las piernas de mi mamá mirando lo que estaba pasando desde la tele.

¿Cómo vivieron estos últimos 10 años?

Adrián:
Al principio fue muy difícil, pensé que nunca me iba a reponer pero, a medida que pasó el tiempo, iba retomando mi vida. Volví a trabajar, me casé, tuve un hijo y ahora estoy esperando el segundo. Pero no pasa un solo día en que no me acuerde de mi hermano y del atentado.

Giselle:
Estos 10 años viví sin mi tío, sin su persona, sin «mi hermano mayor», como yo lo consideraba. Estos 10 años los viví con una tumba, con un dolor, con recuerdos, con lágrimas.

Lucía:
A medida que pasaron los años lo fui viendo de otra manera. Ahora, a 10 años de 1994, siento como si hubiera sido ayer, como si el tiempo no hubiera pasado; y si me piden que haga una evaluación de estos 10 años no sabría bien qué responder.
La verdad que me sirvieron para entender qué paso y para darme cuenta de cómo son las cosas en este país: lentas, «oscuras», poco serias. Me parece indignante que, pasado tanto tiempo, no se haya condenado a los culpables y hayan pasado las cosas que pasaron como encubrimientos, destrucción de pruebas, etc.

Matías:
En lo personal y familiar, realmente supimos salir adelante de la mejor forma posible, sin olvidar ni ocultar el dolor que sentimos. Tanto a mi hermana (principalmente, ya que prácticamente no conoció a mi papá) como a mí, jamás se nos ocultó nada. Mantener la familia unida y apoyarnos los unos con los otros fue importantísimo.
Mis abuelos también jugaron un papel fundamental en esta recuperación para poder seguir con la rutina cotidiana. Pero lo más importante fue y es no olvidar, y utilizar la enseñanzas que mi papá me dejó en todos los momentos difíciles. Aparte, luego de un golpe tan fuerte, uno armó una coraza de protección para enfrentarse a inconvenientes, que son -sin dudas- menores en comparación a la muerte de mi viejo.

Estefanía:
Mi papá era lo único que a mí me interesaba en el mundo. No me importaba otra cosa más que estar con él, que reírme con él, que jugar con él, que ir a ver cómo jugaba al fútbol. Y de un día para el otro me lo sacaron.
Yo no podía llorar, no pude hablar durante muchos años. Todo el llanto y el dolor lo metía para dentro.
A los 17 años pude empezar a hablar con mi novio y con alguna amiga.
Siempre pienso en él, lo amo y lo voy a amar siempre.
Inevitablemente pienso en cómo va a ser el día en que reciba mi título universitario, el día en que me case y él no me lleve del brazo, el día que tenga un hijo y él no me pueda decir cómo hacer para criarlo tan bien como él me crió a mí.

Cuando los adultos, que hoy en día tratan de buscar justicia, les pasen la posta a los más jóvenes ¿creen que estos grupos, que hoy están separados, se van a unir?

Adrián:
No sé porque no participo mucho en estos grupos. Me gustaría, pero se me hace muy difícil.

Giselle:
Yo creo que no debería haber una separación ya que todos pasamos por lo mismo, por una pérdida, el mismo estallido, la misma explosión, la misma discriminación. Tal vez, cuando asumamos la posta, ese aire nuevo permita trabajar juntos en un mismo sentido.
Cuando tenía 7 años acompañaba a mis abuelos y a mi mamá, que activan en el grupo de Familiares y Amigos de las Victimas de AMIA, a una reunión y recuerdo que les prometí: «quédense tranquilos, cuando ustedes sean viejitos y no puedan trabajar como ahora, yo voy a seguir luchando, para que se haga justicia y haya memoria”.

Lucía:
Con respecto a los tres grupos de familiares, que hay en este momento pidiendo justicia, me parece que tendríamos que exigirla todos juntos. Pero por el otro, cada uno ve las cosas desde otra perspectiva y por eso no me parece mal que se agrupen de acuerdo a lo que piensan y a cómo quieren lograr el objetivo final. Prefiero que haya 3 grupos exigiendo lo mismo y no uno solo que no se ponga de acuerdo y no tenga las cosas claras para lograr lo que se propone.

Matías:
Espero realmente que nunca lleguemos a tomar la posta, que el atentado se resuelva lo antes posible, que la justicia llegue ya. Pero, lamentablemente, soy bastante escéptico. Los esfuerzos del Gobierno para esclarecer el atentado son casi nulos. Un juicio lleno de irregularidades, en el cual únicamente se juzga a cuatro policías, y a Telleldín, jamás puede llegar al fondo de la cuestión.
El Estado argentino es responsable del atentado. Es increíble que los dichos de Carlos Ruckauf (“yo se quién puso la bomba, pero no lo puedo decir por cuestiones políticas”) no hayan sido investigados a fondo. Con respecto a las diferencias de los grupos, lamentablemente lo veo difícil, y es realmente una pena.
Un pedido de justicia unificado sin dudas sería más fuerte. Pero creo que son diferencias de fondo, como por ejemplo el apoyo o el no apoyo a la gestión de Kirchner, las cuales hacen que el acercamiento sea cada vez más utópico. Realmente espero que esto, en un futuro cercano, se pueda revertir porque el objetivo de la causa es la misma: el esclarecimiento de la masacre de la AMIA.

Estefanía:
Realmente no estoy muy relacionada con estas cosas, siento que no me hace bien, y por otro lado… justicia… no sé qué es… lo único que sé es que asesinaron a mi papá y me sacaron a la única persona que me hacia feliz en este mundo.
No sé tampoco cómo le transmitiría a mis hijos lo ocurrido.
Yo voy todos los 18 de julio a la calle Pasteur.
Pero este año me voy del país.