A pesar de ello, y tratando de centrarse como un factor unificador -pero también debido a la imposibilidad de lograrlo- las autoridades de la AMIA resolvieron realizar el acto central el próximo domingo 18 de julio, a las 9.54, frente a su reconstruida sede de la calle Pasteur. A 18 días de producirse dicho acto conmemorativo, al cierre de esta edición especial, las autoridades de la AMIA, la DAIA y el grupo de Familiares y Amigos de las Víctimas continuaban febriles negociaciones para tratar que el acto muestre una comunidad judía unida, aún a pesar de las diferencias.
“Deberíamos de poder estar todos juntos -confió una fuente oficiosa de la AMIA a Nueva Sión– pero sabemos que eso resultará poco menos que imposible”.
“Si bien entre los familiares podría haber algún tipo de acuerdo, ninguno de los grupos quiere compartir el estrado con la dirigencia de la DAIA. Nosotros, refiriéndose a la AMIA, no estamos de acuerdo con las acciones de esta DAIA -que continúa bajo el mando de Jorge Kirszenbaum y Julio Toker, quienes no renunciaron a sus puestos luego de la vergonzosa actuación desempeñada en la reunión del American Jewish Committee- pero tampoco queremos atentar contra la institución”.
A diez años del atentado, las consecuencias de las irregularidades, las obstrucciones, la nefasta investigación y las acciones u omisiones con las que se movieron los distintos actores (instituciones, familiares y los poderes del Estado y sus organismos) arrojaron una crisis inédita sobre las posiciones comunitarias que está explotando en las propias entrañas del poder institucional.
La AMIA, como un intento de centrarse en factor aglutinante, en un principio convocó a todos. Y, hay que decirlo, seguramente Abraham Kaul, actual Presidente de la AMIA, intentó erigirse como la corporización de esta propuesta: “el 18 de julio, a las 9.53, en la sede de Pasteur al 600, vamos a estar en el palco con un mensaje; y no excluiremos a nadie. El estrado estará abierto para las instituciones y los familiares que quieran plantear sus disidencias a través de los discursos”.
Pero luego, y tal vez imaginando lo peor, decidió ir contra la DAIA e intentó despegarse de esa idea, situación que no fue posible porque su Consejo Directivo, el pasado martes 29 de junio, decidió tratar de que haya un solo acto y que la DAIA se suba al mismo.
Los argumentos fueron variados: hubieron desde operaciones políticas a favor del acto conjunto, traiciones en las mismas filas de Kaul y hasta quienes -en el mejor de los casos- especularon con su posible, y futura, postulación a una institución que él mismo no podría herir de muerte hoy dejándola abajo del palco del 18.
Familiares
Memoria Activa, como siempre, realizará su acto independiente. En este caso lo hará el sábado 17, a partir de las 19,30 horas en la Plaza de la Memoria (frente al Palacio de Justicia, en la Plaza Lavalle) que culminará con una marcha de antorchas articulando con la convocatoria de la juventud en su acostumbrada vigilia nocturna que realizará frente al edificio de la AMIA.
APEMIA había propuesto al grupo de Familiares y Amigos de las Víctimas realizar un acto conjunto e independiente de las instancias centrales comunitarias, pero quedó descartado por la negativa -a último momento- del grupo Familiares (hasta hace poco aliado incondicional de la AMIA y la DAIA).
Familiares y Amigos de las Víctimas sigue negociando, en la llamada Mesa de Enlace, su modalidad de participación en el acto central. APEMIA decidió organizar el suyo propio para el mismo 18 de julio, a las 15 horas en la Plaza de Mayo sosteniendo sus consignas habituales contra los 10 años de impunidad.
DAIA
La DAIA se encuentra en su peor momento político a raíz de una dirigencia desprestigiada, que ha sabido perder los favoritismos de la interlocución del Gobierno y con un Presidente licenciado, Gilbert Lewi, quien espera un hecho que nunca sucederá: la autocrítica de sus pares antes de reasumir.
Lewi, presto a viajar a los Estados Unidos -motivo por el cual no estará en la Argentina para el acto del 18- confió a Nueva Sión que a su regreso tomará una decisión final sobre futuro al frente de la institución.
“El problema no es ideológico”, recalcó Lewi. “El problema es que hay que hacer una autocrítica de lo realizado en la última década. Y no pienso seguir siendo Presidente de la DAIA si no hay una revisión ética y moral. La DAIA fue cómplice de una trama del ocultamiento” remarcó dejando en claro que su mandato, si decide y puede continuarlo, debe marcar un quiebre histórico en lo institucional en temas tan calientes como el atentado o el rol cumplido durante el período de la dictadura.
Pero Lewi debería considerar que ello, hoy por hoy, resulta altamente improbable dado que si no hicieron autocrítica hasta ahora, ni siquiera durante el período de ejercicio de su corta presidencia, no hay ningún motivo para que sus pares lo hagan a la sombra de su licencia.
Mientras la causa se derrumba, así están las cosas en el frente interno. Hoy nadie reconoce a nadie y nadie quiere aparecer como responsable de una debacle que aparece como inevitable.
¿Y ahora qué?
A 10 años del mayor atentado sufrido por una comunidad judía fuera de Israel; a 3 años de iniciado el juicio oral más importante de la Argentina -junto al de las Juntas dictatoriales-; a 10 años de montar una inmensa maraña de obstrucciones y desvío de pistas; luego de los amagues por abrir los archivos de la SIDE; intentar adjudicar al grupo terrorista Al Qaeda la autoría del atentado; no avanzar en la pista siria que llevaría al entorno menemista; afirmar que tenemos a la “mejor policía del mundo, declarar que “sabemos quién está detrás del atentado”, afirmar que nos caeríamos “de espaldas”, conjeturar con el testigo “C”; encontrar restos de motores y pedazos de repuestos de camionetas -que ni siquiera condicen con el modelo supuestamente explotado-, dudar seriamente acerca de la existencia de esa camioneta utilitaria Trafic; soportar traiciones de integrantes de la misma comunidad quienes confunden legalidad con representatividad, aprobar el pago ilegal de cuatrocientos mil dólares, cambiar sus discursos -que sólo aparecen como más duros pero no se deshacen de los abogados que marcan la continuidad de una estrategia que nos trajo hasta acá- o, últimamente, tener que soportar el intento de blanqueo de Rubén Beraja -a través del diario ‘La Nación’ y la revista ‘Noticias’, pero de quien lo único que podemos seguir esperando es la entrega del Libro Blanco que dijo disponer días antes de su inicio de caída en 1997-, sólo cabe preguntarnos: ¿y ahora qué?…
Esta edición está dedicada a profundizar la búsqueda de la verdad y refleja las marcadas diferencias internas de las que realizamos -como podrán hacerlo los lectores- múltiples interpretaciones que conducen a un mismo camino sin salida.
Los muertos necesitan justicia, sus familiares la reclaman como pueden (o como les sale), los dirigentes comunitarios siguen lejos de la gente y el Estado “K” no termina de asumir plenamente su responsabilidad en la resolución del caso.
Hace exactamente un año el Presidente Kirchner afirmó que la Causa AMIA es una vergüenza nacional. Hoy, a 10 años de producido el atentado y luego de siete presidentes en el país, aún sigue siéndolo.
¿Hasta cuándo?