Las Madres de Plaza de Mayo están y seguirán estando más allá de los tiempos. El espíritu de estas viejas indomables ya sobrevuela (como las palomas blancas de la paz) las fronteras de las injusticias cometidas contra sus hijos, nuestros hijos, y los sobrevivientes -como todos los que estamos aquí para contar y dejar testimonio de las aberraciones de las dictaduras- y los sueños de quienes se atrevieron a intentar cambiar una sociedad y una forma de hacer las cosas.
Un 30 de abril de 1977 giraron por primera vez para ya no detenerse en una danza aún inconclusa alrededor de la Pirámide de Plaza de Mayo, un símbolo de la libertad para ellas.
“Nos secuestraron y desaparecieron en Azucena Villaflor, María Ponce de Bianco y Esther Ballestrini de Careaga. Pero nunca dejamos nuestra plaza”, se emocionó una de las madres.
“Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”, cantaron los H.I.J.O.S., Hermanos, Familiares, Abuelas y más amigos que estuvieron presentes como cada jueves.
“Queremos que ustedes sigan la lucha porque la memoria tiene que seguir vigente”, afirmó Mirta Baravalle a los más jóvenes.
Para H.I.J.O.S. “Las Madres siempre nos dicen que necesitan mimos. Y es que la ternura hace falta para continuar en esta ardua, pero reconfortable, lucha”.
“El pañuelo que nos han traspasado lo vamos a gastar como ustedes. Y esa antorcha que encendieron con su lucha no vamos a dejar que nadie la apague. Las amamos”.
Tras escuchar las palabras del representante de H.I.J.O.S., llegó con su bastón, caminando lento, Santiago Mellivosky. El “Padre de Plaza de Mayo” pasa sus días buscando fotos de desaparecidos y armando carteles con sus nombres y fechas de secuestros. Luego de un largo silencio, tomó el micrófono y dijo tan sólo: “Desde que se llevaron a nuestros hijos vivimos perplejos, como en un limbo. No sabemos qué pasó, dónde están, qué les hicieron. Sólo me hago una pregunta: ¿Con los desaparecidos, cuántos nacimientos no fueron?”.
¿Cuántas cosas no fueron con las desapariciones? ¿Qué país hubiera florecido?…