Panorama contradictorio

Como decía Shakespeare: “La oscuridad más profunda es la que precede el amanecer”. Por eso el panorama actual, a pesar de algunas luces, sigue resultando contradictorio. Veamos una recorrida por los últimos acontecimientos del Gobierno kirchnerista.

Por Hugo Presman

La ubicación del observador condiciona la visión de lo que percibe. Si nos posicionamos en febrero de 2004 y comparamos con las posibilidades políticas que se abrían en enero de 2003, el cuadro es muy alentador. El lenguaje ha cambiado, los valores que se defienden son distintos, la forma de negociar es opuesta, el papel que se le asigna al Estado es diferente, la percepción de la importancia excluyente del mercado se relativiza. Cambio rotundo en política de Derechos Humanos, procedimiento transparente en la designación de jueces de la Suprema Corte de Justicia, descabezamiento de la cúpula de las Fuerzas Armadas y de la Policía Federal, intento de depuración en la Bonaerense, expulsión de algunos símbolos de corrupción en el PAMI. Indiferencia y duros discursos adversos durante varios meses hacia los empresarios “exitosos”, prescindencia hacia los gordos de la CGT, fijación de límites a las privatizadas, renegociación con propuestas de quitas fundamentales en las deuda externa. Recuperación del espacio radioelectrico y el correo. Posición prudente con la protesta social evitando criminalizarla. Crítica contínua e incisiva hacia los gurúes que pautaron la agenda y la ideología de la década pasada. Reactivación económica surgida a la vera de la protección “natural” de la macrodevaluación con que se despidió al cadáver de la convertibilidad. Sustitución de importaciones y recuperación de las economías regionales con jolgorio sojero. El rebote de una caída del 20% se revierte parcialmente y la Argentina crece en el 2003 hasta convertirse en el país que más incrementó el PBI en ese período.
Ante ésta situación, los grupos económicos se disciplinan, se alinean y conspiran simultáneamente. Expresan sus angustias en forma brutal a través de Ámbito Financiero. Temen por el “izquierdismo kirchnerista” y añoran la ficción convertible. Les preocupan los aciertos del gobierno que limita su capacidad de acción y al mismo tiempo mantiene intocables las condiciones excepcionales que gozan los sectores petroleros y pesqueros.
Otros empresarios se convierten en kirchneristas militantes como ayer eran menemistas consecuentes.
La llave de acceso a la simpatía presidencial es prometer inversiones.
La izquierda bullanguera ataca al Gobierno por la insuficiencia de sus medidas. No hace diferenciaciones y considera que Kirchner no es distinto a Menem. Castells se desbarranca en un viaje sin escalas hacia el ridículo y se solidariza con Nito Artaza, representante los comportamientos más criticables y miserables de la clase media.
Derecha brutal e izquierdas bullangueras coinciden en la desconfianza profunda que les despierta el Gobierno de Kirchner. Situación que se ha dado en reiteradas oportunidades en nuestro país y en América latina, con lamentables consecuencias.

No olvidar de donde venimos

La Argentina ha padecido una destrucción económica equivalente a una guerra de treinta años. Durante casi tres décadas, con muy pequeños intervalos de razonabilidad, se violentaron las leyes más elementales de la economía y la política. Pocas sociedades han sufrido cataclismos de origen humano de la magnitud de la nuestra. Triple A, inflación galopante, guerrilla mesiánica, dictadura criminal, terrorismo de Estado, campos de concentración, desaparecidos, endeudamiento explosivo, moneda nacional subvención a las importaciones, destrucción industrial, guerra perdida, democracia vigilada, hiperinflación, privatizaciones irracionales, ficción monetaria, corrupción superlativa, economías regionales devastadas, ramales ferroviarios levantados, transferencia de ingresos obscenas, concentración insultante de la riqueza, destrucción del Estado, derogación de las conquistas laborales, pauperización, desocupación, hambre, política exterior de una genuflexión obscena, vaciamiento de los partidos políticos mayoritarios que adhirieron con mayor o menor intensidad a la ideología neoliberal.
La explosión del modelo de la convertibilidad precipitó en un agujero negro a importantes sectores de la clase media e hizo visible, real y mediáticamente, a los excluidos -ocultados por la algarabía de aquellos que se quedaban con la torta y por los que recibían las migajas-.
Esa confluencia de los caídos y de los que se caían, con intereses diferentes pero víctimas de una década larga e intensa de pillaje, dieron origen a una coalición consumada que puso fin a casi treinta años de ignominia: las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001.

Defender el pequeño paso sin pretender que es el único posible

Sorpresivamente el gobierno de Néstor Kirchner, que apenas había obtenido el 22% de los votos (menos que Arturo Illía en 1963), tributario excluyente del duhaldismo, recogió el mensaje que emitió el pueblo cuando dejó las veredas y tomó las calles. La coalición callejera sufrió importantes deserciones cuando franjas de la clase media recuperaron sus ahorros y volvieron a mirar la historia desde el living, creyendo que participan cuando le sacan músculos al pulgar oprimiendo el control remoto.
Néstor Kirchner intenta un cambio importante en el discurso dominante hasta el 27 de abril de 2003, con una consecuencia en los hechos mucho menor. Los hechos políticos positivos no pueden ocultar la plancha económica. Partiendo de la base que el Presidente se propone el desarrollo de un capitalismo nacional, con fuerte presencia del Estado y límites al mercado, no se entiende cómo no hay el menor indicio de intentar estudiar una reestructuración profunda del Estado que le permita desarrollar sus tareas de actor económico, de contralor y regulación.
No hay el menor indicio de políticas industriales activas que vayan más allá de la sustitución de importaciones. Tampoco una política keynesiana de obras públicas. No se ve un intento claro de redistribución de ingresos ni de cambiar de raíz el sistema impositivo. Se mantiene una Aduana que es un colador y un Banco Central en manos del CEMA. No hay una política monetaria y crediticia que consolide en el tiempo la reactivación.
Basado el superávit comercial en las exportaciones de soja y petróleo, el horizonte del agotamiento devaluatorio está mucho más cerca que el tiempo que se necesita para reincorporar a los excluidos. Paradojalmente, después de una negociación dura con el FMI, se ha comprometido un superávit fiscal sin antecedentes. Por otra parte, el tema de una quita importante de la deuda hoy está incorporado naturalmente al lenguaje y al razonamiento cotidiano. Este tema era tabú hace apenas un año y medio. Era el otro asunto inabordable después de la convertibilidad. Que esto se haya revertido, constituye uno de los méritos del Gobierno.
Todos los avances políticos obtenidos deben tener su correlato en el campo económico.
El kirchnerismo ha logrado hacer pie en el voluble campo de la clase media. Pero mientras no mejore la distribución del ingreso, no logrará una inserción consecuente en los sectores de menores ingresos.
El Gobierno ha establecido, después de muchos años, un orden adecuado: ha subordinado la economía a la política.
Contradictoriamente, la sensación que los avances políticos son la variable de ajuste del conservadorismo económico tiende a acentuarse. Si esto es cierto, la economía, el impresionante ejército de desocupados y los sectores económicos que esperan la debilidad gubernamental, pasarán su factura en el momento oportuno.
Es una paradoja que se tienda a ponerle justos límites al mercado y luego se espere que las fuerzas, que en él se mueven, desarrollen los planes que el Gobierno no planifica ni instrumenta.
Sólo han transcurrido diez meses de gobierno, iniciado en condiciones de extrema debilidad. Lo que alarma no es solo que no se tomen medidas fundamentales para el fortalecimiento económico, sino que ni siquiera aparecen en la agenda del Gobierno para que se pueda empezar a instrumentar dentro de un tiempo prudencial.
Hay medidas correctas pero en versión bonsay. Está muy bien el intento de recuperar ramales y circulación ferroviaria pero el monto de trescientos millones de pesos destinado a ese fin minimiza el intento.
No se regula el cultivo de soja y en materia de petróleo se mantiene y no existe el menor atisbo de discusión la ley sancionada por el menemismo -por la cual las empresas pueden dejar el 70% de lo facturado por exportaciones en el exterior-.
En medio de esta extrema prudencia económica, parece ilusorio suponer factible la creación de una empresa estatal de hidrocarburos que restañe el absurdo de ser un país productor de petróleo y carecer de una empresa estatal, y encima pagar por el mismo un precio equivalente a ser importador.
El gobierno merece un crédito importante de confianza para que afiance lo positivo que ha hecho, eso precisamente que alarma a los sectores recalcitrantes de la derecha. Pero el seguidismo, el profundo oficialismo de los medios, la posición Zelig de muchos actores políticos y sociales no debe ser una pantalla que oculte lo que no se hace y que, necesariamente, hay un tiempo para ejecutarlos antes que la realidad pase la factura.

Puntos oscuros

Hay algunos hechos a esclarecer que pueden limitar significativamente la campaña del Gobierno de deslindarse éticamente de la década de los ´90. Parece increíble que sólo haya silencio sobre los fondos de la provincia de Santa Cruz remitidos al exterior durante la gestión del actual Presidente. La falta de una liquidación clara, el desconocimiento del capital inicial, los intereses devengados y el monto actual, resultan un misterio absurdo. Resulta inexplicable que esos fondos no hayan regresado. Igualmente sospechoso es el silencio del periodismo en todo reportaje realizado a Kirchner. Si el Gobierno se debilita, el tema surgirá inevitablemente en la tradición muy argentina de no cuestionar los puntos oscuros del poder cuando mantiene prestigio.
El segundo punto oscuro es la imposibilidad de ejecutar, desde hace casi dos meses, la orden de captura de dos directores, Fernando Alvarez y su hijo, de la empresa Conarpesa, acusados de mandar a asesinar a un ex empleado y posterior competidor conocido como “Cacho Espinoza”.

Derechos Humanos

Los hechos ocurridos en la ESMA, más allá de omisiones y reconocimientos, representan un hito histórico. El pedido de perdón del Estado argentino y la calificación de asesinos de quienes protagonizaron la etapa más negra de nuestra historia, representan un paso gigantesco.
Más allá de discrepancias personales con algunos aspectos de las ceremonias, me parece bien que la ESMA sea convertida en Museo. Disiento con el nombre: “Museo de la Memoria”. Cuando uno visita Auschwitz o Dachau está explicado lo que sucedió en ese campo de concentración.
No es un museo del régimen nazi ni de la Segunda Guerra Mundial, pero dialécticamente también lo es, en la medida que es un muestrario de algo mucho más amplio. A nadie se le ocurrió llamarlo museo del nazismo o de la Segunda Guerra Mundial. Creo que debería decir: ESMA Principal Campo de Concentración de la dictadura criminal 1976-1983. MUSEO.
Posiblemente en los próximos años sea necesario fundar un museo donde se de cabida a los testimonios y acontecimientos de todo lo sucedido en la década del ´70, y sin visiones maniqueístas.
El otro tema de disidencia es el retiro de los retratos de Videla y Bignone del Colegio Militar, del que fueron directores. Deben quedar ahí con una leyenda que diga: ‘Jorge Rafael Videla, ex presidente de facto, asaltante institucional nocturno, asesino, condenado por delitos de lesa humanidad’. ‘Reynaldo Benito Bignone, ex presidente de facto, imputado de crímenes de lesa humanidad, permitió que alumnos bajo su responsabilidad fueran secuestrados y posteriormente desaparecidos’. La historia es una totalidad y ella ha ocurrido con prescindencia de que se pongan o saquen retratos. Lo que importa es el texto que está debajo de la foto. Es decir la mirada histórica.

Facturas pendientes

El larvado conflicto entre el duhaldismo y el kirchnerismo quedó exteriorizado en el Congreso partidario. Los sectores del establishment, los restos dispersos del menemismo, los irritados intendentes duhaldistas, los sectores financieros, las privatizadas y los acreedores intentan reagruparse para devolver facturas pendientes y hechos que le resultan irritativos como lo de la ESMA. Como representante se ofrece José Manuel de la Sota y más atrás Carlos Reutemann. Para ejecutar la maniobra necesitan que las privatizadas concreten los anunciados cortes de energía y gas que truequen el cambiante humor de la clase media.

Una luz sobre el panorama contradictorio

El incipiente acuerdo sobre la negociación de la deuda externa entre Lula y Kirchner, conseguido en la decisiva Venezuela, abre un camino promisorio.
Si la actitud de Lula -con su cumplimiento con el FMI- es un retorno a las fuentes, la negociación con el Fondo adquiere una dimensión absolutamente diferente. Argentina, Brasil y Turquía han recibido el 70% de sus créditos. El problema sería que lo de Lula sea apenas una actitud circunstancial y oportunista. Que quiera seguir siendo el mejor alumno ante el FMI. En este aspecto es bueno que Lula y Kirchner recuerden una célebre frase de uno de los actores de la Independencia norteamericana Benjamín Franklin: “O caminamos juntos o nos ahorcarán por separado”.
La balcanización latinoamericana del siglo XIX se prolonga en la estúpida posición que los deudores negocien individualmente ante acreedores sindicalizados. Ha llegado el momento que la cuerda que nos ahorca en conjunto sea rota uniendo los esfuerzos emancipadores. Como lo intentaron Bolívar, San Martín o Artigas. Aquel fracaso puede ser revertido dos siglos más tarde. Solo es necesario inteligencia, valentía, confianza, seguridad, lealtad y convicción. ¿Será mucho? Es una batalla que para inclinarla a favor de los perdedores históricos necesita que los pueblos dejen, nuevamente, de caminar por las veredas para ocupar las calles.
El panorama es contradictorio, pero como decía Shakespeare: “La oscuridad más profunda es la que precede el amanecer”.