A 22 años de la recuperación de las Islas Malvinas

La guerra perdida

La dictadura criminal con sus mentores y beneficiarios civiles agonizaba jaqueada por un fracaso económico superlativo y la degradación de un plan sistemático de exterminio donde no ahorraron la perpetración de crímenes de lesa humanidad. Videla, Viola y Massera estaban retirados. Se había apoderado de la presidencia un General provisto de una vozarrón potente a través de lo cual intentaba demostrar una autoridad que no lograba ocultar su vacío de ideas. Como comandante del Segundo Cuerpo de Ejército había regenteado varios campos de concentración entre ellos "La Quinta de Funes", que carece de sobrevivientes y fue descripto con precisión por Miguel Bonasso en su libro "Recuerdos de la muerte". Algunos sectores de poder en los Estados Unidos halagaban sus limitaciones. El general Leopoldo Fortunato Galtieri reprimió, el 31 de marzo, con previsible saña una manifestación encabezada por la C.G.T. El poder se resquebrajaba. La dictadura criminal más despiadada que padeció nuestro país parecía llegar a su fin. Lo que se ignoraba en aquellos días oscuros es que se intentaría una fuga hacia adelante. Eso se supo el 2 de Abril de 1982.

Por Hugo Presman.

Esa mañana comenzó con marchas y comunicados como el 24 de marzo de 1976. Se habían tomado las Islas Malvinas, reafirmando nuestra soberanía con el costo de una baja argentina. Una ola de estupor y alegría conmocionó al país. La consigna que acuñé en una nota escrita en aquellos días contradictorios fue: «Luchar en las islas, recuperar el continente».
Se especuló desde el poder que Inglaterra no atacaría. La idea más sensata era tomar provisoriamente las islas y luego regresar, realizando un efectivo ejercicio de soberanía. O negociar una soberanía compartida, hasta la obtención de la definitiva y excluyente. Desconociendo todo el complejo mundo de las alianzas internacionales, se supuso que Estados Unidos apoyaría a nuestro país en recompensa al trabajo sucio que el ejército había realizado en América Central. Margaret Thatcher, una liberal implacable, en franco declive, encontró en la dictadura genocida los argumentos para consolidarse. La flota británica zarpó. Estados Unidos, a través de Alejandro Haig, intentó una mediación sesgada en favor de Gran Bretaña. La movilización popular del 10 de abril, en Plaza de Mayo, le dio un calor popular imprevisto al Gobierno, a pesar que la gente apoyaba la recuperación pero no al poder que lo había ejecutado, como quedó claro en las respuestas al discurso de ese día del presidente de facto.

Borrachera multitudinaria

Galtieri y compañía se emborracharon con la presencia multitudinaria. Había que demostrarle al representante norteamericano la amplitud del apoyo. La negociación fracasó. El último intento lo hizo el Presidente peruano, Belaunde Terry, saboteado criminalmente por la Thatcher, con el hundimiento del General Belgrano fuera del área de exclusión. La acción nacionalista la realizaba un gobierno que en otro 2 de abril, pero de 1976, puso en marcha el Plan Martínez de Hoz de desnacionalización y apertura de la economía. La recuperación estaba a cargo de unas Fuerzas Armadas envilecidas en asesinatos, torturas, robos y aberraciones múltiples, brazo armado de los que querían desmontar y rematar el modelo de sustitución de importaciones. La improvisación en la planificación se vio acompañada por un endurecimiento diplomático alimentado en bravatas y en el apoyo popular. La gesta, basada en derechos históricos, se realizó con un grado de improvisación sorprendente y al mismo tiempo previsible. Los militares, que se consideraban la reserva moral de Occidente y protagonistas victoriosos de una tercera guerra mundial -contra la ideología marxista-, se encontraron peleando, por esas paradojas absurdas, contra las dos principales potencias militares de la OTAM y abrazados a Fidel Castro y Kadaffi.
A su vez, la muy admirada ministra británica hasta el 2 de Abril, se convirtió en la enemiga. El equívoco transformó la salida del penoso período iniciado en 1976, en un callejón clausurado. La Marina, principal gestora de la recuperación, decidió cuidar su flota. El ejército practicó con sus soldados, muchos de los métodos lamentables y reiterados padecidos en el servicio militar. Falta de ropa adecuadas para el clima de las islas. Carencia de las armas necesarias. Hambre y soldados estaqueados. Imprevisión de generales de oficina, acostumbrados a ganar batallas imaginarias o a celebrar victorias con ciudadanos indefensos. Y sin embargo, entre los soldados con escasa instrucción y el arrojo y valentía de la casi totalidad de la Fuerza Aérea y de los aviadores navales, los ingleses sufrieron bajas significativas, y no estuvieron lejos de necesitar la intervención militar de Estados Unidos.

La rendición

El 14 de Junio de 1982, todo terminó. El general Galtieri intentó disfrazar la rendición. La indignación popular no tuvo límites. El autotitulado Proceso estaba muerto, aunque su cadáver continuó hasta el 10 de diciembre de 1983. Las Fuerzas Armadas iniciaron una retirada que la alejarían del escenario del poder al que habían irrumpido en 1930. La llegada de los soldados, de los aviadores y de los oficiales que lucharon con arrojo y patriotismo, se hizo por la puerta de servicio. En palabras del general Balza, uno de los que luchó correctamente en las islas: «el momento más ingrato no fue la rendición, sino el recibimiento de los combatientes del ejército por parte de las autoridades militares, que tendrían que haberlos recibido como Roma a las hueste derrotadas. Fueron ignorados, de noche, privándolos del abrazo fraternal. Fuimos humillados. A las poquísimas horas de haber llegado se los echó de los cuarteles, sin proceder a las revisaciones psicológicas».
Desde Buenos Aires, donde la guerra se tomó con la ligereza de un partido de fútbol, el fracaso fue algo que se intentó rápidamente olvidar, incluyendo a las tropas derrotadas. Veintidós años han transcurrido desde la derrota que originó un nuevo punto de partida al tiempo que consolidó en Gran Bretaña a la «Dama de Hierro”. A su vez introdujo como un Caballo de Troya del período que concluía, la continuación de las políticas neoliberales, mientras los ex combatientes se debaten entre la desocupación, el olvido y la muerte. Más de 200 soldados se han suicidado. Muchos padecen trastornos psicológicos profundos. Si como dice Mario Benedetti «el olvido está lleno de memoria», ha llegado la hora de superar los homenajes formales y vacíos, abriendo una esperanza hacia aquellos que hemos abandonados injustamente, con una crueldad tal vez superior a la demostrada por el enemigo.
La desmalvinización posterior iniciada por Alfonsín abonó la rendición incondicional y se apoderó del continente con Menem y De la Rúa. Dialécticamente, la guerra perdida en las islas provocó la caída de la dictadura criminal, el advenimiento de una democracia lisiada y la entrega posterior del territorio continental.
Cuando la Argentina vuelva a ser propietaria de sus riquezas y su futuro, las islas estarán más cerca de ser recuperadas.