Estas cuestiones se vuelven una cuestión difícil de entender y explicar especialmente en estos últimos tres años, un período en que el Gobierno ha logrado llevar al país corriendo en grandes zancadas en una especie de gran marcha de la insensatez, pocas veces vista en la historia de la humanidad.
¿Por qué se arrastra en una corriente de decisiones idiotas una tras otra? ¿Por qué no puede parar de actuar repetidamente en explicita contradicción con los intereses de sus habitantes?
En los pasados tres años en particular, no hay mina que Israel no se haya empeñado en pisar, no hay oportunidad que haya desperdiciado, no hay dirección en la que no se haya embarcado con la certeza de que ello podría ser dañino y perjudicial?
“El costo del daño”
Por ejemplo, después de la aniquilación del jeque Ahmed Yassin, un locutor nos informaba que “las fuerzas de seguridad están evaluando el daño posible” a raíz del acto que había sido decidido. El Ministro de Defensa explicaba que estaban evaluando “una ola de golpes” para responder a la “escalada de ataques terroristas que seguirán a partir de nuestra acción”. Eso significa que el gobierno evalúa una serie de decisiones a la luz de lo que se llama “el costo del daño” (opuesto al costo-beneficio). Parecen estar dirigidos por vagos e incontrolados planes impulsivos, acompañados de una silenciosa plegaria para que el daño no sea demasiado alto, en vez de decidirse por consideraciones claras y racionales. Es como si uno, mentalmente enfermo, estuviera sumergido en su propio ataque de locura, para después prepararse a enfrentar sus consecuencias.
El intento de explicar aquí, racional y convencionalmente, la dinámica de los hechos ha fallado desde hace tiempo. Tan así que, de hecho, los analistas políticos y militares de la televisión sólo encuentran una explicación como esta:
– Están haciendo XXX y esperan que algo bueno salga de todo esto…”
¿Hay alguna otra manera de explicar la deliberada escalada que sólo intensifica las olas de terror, pasándole un buldózer a la Autoridad Palestina (seguida de lágrimas de cocodrilo por la anarquía reinante de su lado), reforzando la autoridad del Hezbollah, las atropelladas operaciones militares, ejecutadas a contramano de toda consideración sobre la seguridad de los ciudadanos de este país? ¿Cómo se explican las consideraciones de nuestros militares al final del día, convencidos de que cada día es peor que el anterior?
Explicaciones y más explicaciones
¿Qué está pasando? ¿Qué hay detrás de todo esto?
Alguien dirá que hay un método en toda esta locura: Se trata de una estrategia maquiavélica brillante de nuestros máximos dirigentes, Sharón y su ministro de Defensa, Shaul Mofaz, para mantener oculta y preservar la verdadera manzana de la discordia, a saber, los asentamientos, aún en contra de lo que piensa todo el planeta.
Otros dirán que se trata de la inercia de algunos generales (que los políticos deberían controlar y que no conocen ningún camino alternativo. No hay nada genial allí, solo estupidez, dirán. Otros lo explicarán hablando del mal de ojo, brujerías, seguro que el diablo metió la cola. Siete años de vacas flacas.
Otros dicen que confrontamos enemigos irracionales, cobardes, asesinos, sin capacidad de negociación, creatividad ni flexibilidad, y que nos han contagiado un poco de su locura.
No hay explicación que no hayamos escuchado en estos últimos tres años, salvo una: conspiración.
Quizás hay un topo.
Sí, un topo. Una especie de espía infiltrado, un virus gusano destructivo, un Caballo de Troya.
Pongámoslo de la siguiente manera: tenemos acá una marcha loca tan sistemática, tan consecuente, coherente, que no es posible que esto pase porque sí. Si fuera casual, accidental, de vez en cuando algo nos debería salir bien. No puede ser fortuito, azaroso. Seguramente alguien está dirigiendo el show de una manera astuta y brillante.
¿Pero quién? No está claro. Pero ese es todo el punto. No lo sabemos, ni lo sospechamos. Quizás está sentado allí, en la mesa donde se decide, donde todo se cocina, enganchado como una garrapata que no se ve: un tipo impecable, por fuera de toda sospecha; posiblemente es considerado como un patriota, alguien que ha atravesado todas las guerras, una adolescencia brillante en la Tzavá (Ejército de Defensa de Israel) , una carrera militar impecable.
“Decente” en apariencia, e incluso con pinta de “tipo sencillo”, conducido supuestamente por la pasión y sus ideales, capaz de aprovechar todas las paranoias de los israelíes, para hacerles seguir ciegamente todas sus propuestas, sus recomendaciones, por más chifladas y dañinas que sean.
Un creativo único
El objetivo es uno: causar, en el menor tiempo posible, el daño mayor a largo plazo.
Pongamos por ejemplo que estalla la violencia del lado palestino: tiran piedras, bloquean rutas, tiran bombas. Nuestro amigo está allí listo para influir por una escalada de la violencia.
Los tanques ya están rodando, los helicópteros tiran misiles, (¿por qué no usar nuestros F-16?), muere gente, la sangre agita las pasiones. Y cuando los autobuses comienzan a explotar ya nadie puede parar los asesinatos selectivos. De hecho, son tan selectivos que nunca, pero nunca, dejan de matar algún niño, o una mujer embarazada, y siempre, habrá un periodista allí con su cámara, para hacer añicos la imagen de Israel ante el mundo.
Esta probado sin lugar a dudas que esos asesinatos “selectivos” también convocan horribles ataques de venganza, peor a todo lo que hemos conocido, pero nuestro amigo está allí, en algún nivel de decisión, para que se adopte esa política en forma estable y permanente; y no solo eso, se ocupará de todos los detalles, como alguien que le echa nafta al fuego, toda vez que la cosa amaine, un respiro, incluso porque ambos lados estén exhaustos.
Cuando, por un momento, sea absolutamente evidente que los contendientes están peleando de una manera estúpida, como dos boxeadores borrachos, nuestro amigo se empieza a preocupar. ¿Por qué habría de subir la bolsa? ¿Por qué los negocios deberían volver a vender? ¿Para qué los enamorados necesitan largas caminatas al aire libre? ¿Para que habría que darle chance a alguna negociación política? El topo enseguida los zambulle en un balde de agua fría para obligarlos a la acción, por otro round: ¡buenos días, asesinato selectivo! ¡Buen Día Israel! ¡Más alertas rojas, más alarmas!
Un creativo sin fin, nuestro topo está siempre listo para entrampar a Israel para que nunca salga indemne de ninguna situación:
”No” a la construcción del muro hasta que el número de muertos llegue a centenares y la gente pida más seguridad.
“Sí” a la cerca de defensa pero por una ruta que genere la protesta internacional.
“No” a Abu Mazen y a las negociaciones con moderados.
“Sí” a Nasrallah y a los gestos de buena voluntad con los elementos más extremos (NdeR: con referencia al intercambio de prisioneros con el Hezbollah de El Líbano, a cambio de dos cuerpos de soldados y un tal Tenenbaum, sospechoso traficante de armas y drogas amigo del poder).
Si un espantoso ataque terrorista mata a nuestros niños y mujeres, sugiere una “respuesta moderada”. Si una guerrilla semi-legítima ataca un objetivo militar israelí, propone una “respuesta furiosa” tipo “ojo por ojo, diente por diente); si se trata de negociar concesiones y retiradas en vez de perpetuar una Guerra eterna, se inclina por lo último.
Y así hasta el infinito. El cielo es el límite.
El Apocalipsis
En cada caso nuestro amigo se pregunta: ¿de qué otra manera puedo producir mas daño? ¿Qué es lo que no hice hasta ahora? ¿Qué otra dimensión extra le puedo inyectar a este conflicto? ¿Qué estrato más agregar? Hemos tenido un éxito rotundo en convertir una disputa territorial en una guerra caótica involucrando organizaciones y comunidades más descentralizadas. ¡Bien hecho! Ahora hay que convertirla en una guerra religiosa, un Apocalipsis ya no para nuestros hijos, sino para los hijos de los hijos de nuestros hijos…
Nuestro amigo mira alrededor y se pregunta a sí mismo: ¿Qué clase de acción precisa puedo llevar a cabo para poner a Israel en el filo del abismo de una guerra de civilizaciones contra todo el Islam?
¿Cómo puedo mejorar las amenazas existentes?: de los grupos de pelagatos locales que nos tirotean, a los francotiradores de Al Qaeda. (N. de la R.: han habido atentados de ese tipo donde se sospecha la mano de terroristas mejor entrenados).
¿Cómo lograr, con el mismo filo de la navaja, producir el mayor daño? Sí, lo tengo, vamos a darle al líder religioso más adorado por ellos, mejor que sea viejo, enfermo y discapacitado! Y el resto es una historia sin final: la Guerra de Gog y Magog: mañana el Apocalipsis.
Las vacaciones de Pésaj se aproximan. Cielos azules, el viento del desierto, las flores aparecen por doquier. Un momento de calma. La economía parece recuperarse. Los dedos de nuestro topo comienzan a moverse nerviosamente. Una oleada de neurotransmisores encefálicos: así que va por el panal de abejas y lo patea tan fuerte como puede. Un vasto enjambre de abejas sale a la luz del sol.
Después aparecen los comentaristas militares del noticiero a decir que tenemos guerra para los próximos 20 años (sin contar los últimos tres).
Y otra vez mira a su alrededor: ¿qué más, qué más…?
Un destello travieso se vislumbra en sus ojos:
– ¿El Monte del Templo, quizá? Esa está buena, muy buena…
¿Quién es el topo? Y más aún: ¿por qué lo hace? ¿Al servicio de quién opera? ¿Una organización mesiánica? ¿Spectra? ¿Smersh? ¿El culto del Diablo? ¿Los Ángeles del infierno? Uno podría pensar que está trabajando al servicio de los palestinos, aunque inmediatamente uno intuye que debe haber un topo también del otro lado, en los más altos niveles de decisión, minando constantemente sus mejores intereses.
Así que… ¿quién es? Y por encima de todo, ¿cuáles sus motivos? No está claro. Puede ser que mi teoría sea infundada, una tesis ridícula sin fundamento alguno. Pero díganme, ¿a la luz de lo que está pasando, alguien tiene una mejor explicación?