Mientras el debate sobre nuestros actos en los territorios se pone cada vez más denso, se entiende que el Ejército esté ocupado en formular un “código de ética” que concluya en una especie de reglamento de “códigos éticos de conducta”. Así, ya en forma oficial, por ejemplo, aparece la necesidad de una nueva política “más humana” que facilite las cosas a los palestinos en los checkpoints. Y es que la cosa se pone pesada también con el tema del Muro así que ya se piensa en otorgar ciertos beneficios para que la cosa se ponga un poco más soportable. Por ejemplo, pondremos en los accesos soldados que hablen en árabe… Los comandantes de la Escuela de Leyes Militares han descubierto, parece, que en los territorios se necesita nuevos conceptos éticos y asesorías sobre Derechos Humanos, a la hora de enfrentar difíciles dilemas morales.
Se están escribiendo tantos “códigos de ética” que es posible que el ejército se encuentre a la deriva a la hora de decidir qué es lo que está prohibido y qué permitido.
No hay duda que la febril preocupación en formular una guía moral refleja la zozobra de los que intentan resolver estos asuntos y la de sus superiores. No sólo porque se están dando cuenta que algo no anda en los territorios ocupados, sino también porque les preocupa la imagen de las Fuerzas de Defensa de Israel que, históricamente, han sido un ejército pleno de moral y humano.
Pero, a pesar de sus buenas intenciones, la cosa sigue igual, como producto de la ocupación israelí: disparamos y después lloramos.
Ironías morales
¡Cuánta ironía hay en esta crisis moral tan profunda! ¡La sociedad israelí, comprometida hasta las entrañas en la ocupación y la represión de millones de personas! Y no porque lo denuncie un grupo de Derechos Humanos, que los hay, sino por los informes de fuentes militares que intentan “iniciativas éticas”.
Estas situaciones dilemáticas, desde el punto de vista moral, en los territorios ocupados, se multiplican día a día:
– la arbitrariedad de los castigos colectivos,
– los “asesinatos selectivos”,
– la demolición de viviendas,
– la erradicación de plantaciones frutales,
– el arresto de personas buscadas para interrogatorio”…
Entonces las cláusulas de los códigos de ética se multiplican, de acuerdo a la siguiente regla de hierro: “No estamos examinando la ética de las actuales operaciones, sino algunos de sus resultados”.
“Eso quiere decir que están chequeando cuán ilegales son esas operaciones para los códigos humanitarios internacionales, aunque todo el mundo sabe que estamos obligados por la realidad a la que nos fuerzan los actos del terrorismo”, y por eso no son tanto un dilema moral sino más bien algo que hacemos en el orden de nuestra propia supervivencia.
Justificaciones morales
Así las cosas, se trata de confrontar el resultado de nuestras acciones de acuerdo a ciertas justificaciones, por ejemplo: “En los casos en que la conclusión es que el daño es significativamente mayor que los beneficios, el ataque no debiera ser llevado a cabo, o hay que buscar otras alternativas» (Yuval Yoaz, «Reglas de conducta durante un conflicto armado”,Version 1.0,» Haaretz, 10/03).
Otra: «Daño y beneficio» (cuando está en riesgo la vida de niños pequeños).
Otra: el concepto del “would be bomber”, o sea un sujeto sospechoso de ser un suicida (o cómo pararlo aún sin estar seguros de que es un suicida de verdad) …
Pero cuando se les opone el concepto de que la ocupación no es ética, y por tanto, todo acto derivado de ella, tampoco lo es, eso ya no les resulta aceptable y el argumento es rechazado de plano, porque la cuestión de la ocupación y la “guerra de los asentamientos” es, para los militares, un asunto político, y por ello no relevante para sus consideraciones éticas.
¿Y qué dicen de los checkpoints y del muro de separación?: primero usted establece una docena de checkpoints (que para nuestros militares, desde su punto de vista de la seguridad, son más costosos, en tanto su único objetivo es tranquilizar a los colonos y actúa solo para consolidar un castigo colectivo, y no para prevenir el terrorismo), y luego siéntese a establecer los códigos de ética y algunos arreglos convenientes para consolidar tanta parodia…
El ejército construye un muro arbitrario y agresivo a lo largo de una ruta que es el verdadero clímax de lo inmoral. Después, cuando se les expone el daño hecho a cientos de miles de personas, súbitamente descubren que deben formular un “código de ética” que haga posible que los chicos palestinos puedan ir al colegio y los enfermos palestinos a los hospitales.
Un código imposible
No cabe duda que habría que cursar algún postgrado para poder entender tanta maldad y concluir en alguna clase de moralidad que nos diga qué hacer en consecuencia.
Intentar camuflar y enmascarar un sistema cínico y manipulativo, cubriéndolo con algún ropaje más respetable es un intento hipócrita: no hay código de ética posible para actos que son ilegales y estrictamente inmorales.
Este sistema, que nos envenena y nos corrompe cada vez más, día a día, se aprovecha de la candidez de la gente sensible que cree en los valores morales y que cree que toda mejora aquí y allá será para mejor, aun cuando todo el sistema es malo y arbitrario.
No es otra cosa que la continuación de un síndrome establecido en lo más hondo de nuestro sistema social, (obligado por la ocupación), el “síndrome de tirar primero y llorar después”.
Es el síndrome que nos hace creer que aún somos buenas personas y de cierta altura moral cuando nos hace pedir disculpas (por ejemplo cuando nuestros helicópteros disparan misiles a un auto que circula en la Franja de Gaza, matando inocentes, aparte de la persona buscada).
Es el síndrome que sólo contribuye a consolidar nuestra hipocresía y que justifica que continuemos con nuestras acciones más malvadas profesando la creencia en la “justicia de los medios” que utilizamos.
Es tiempo de dale un punto final a todo esto.