Otra opinión por el intercambio con Pilar Rahola:

La nueva Europa, el antisemitismo de izquierda y la paz del Medio Oriente

Me soprendió, precisamente en Nueva Sión, la reacción que suscita la denuncia de Pilar Rahola sobre el nuevo antisemitismo de la izquierda europea. Si hay en su discurso una lectura lúcidamente contundente del actual impacto de la tragedia en Medio Oriente es cuando desenmascara la gramática judeofóbica del campo progresista europeo. Ella les recuerda a los nuevos antisemitas de izquierda las estratagemas por las cuales se resisten a reconocerse como tales. No me cabe dudas: Pilar pone el dedo en la llaga al denunciar a numerosos intelectuales de izquierda que ya dejaron de tener mala conciencia porque encontraron en la demonización de la actual politíca de derechas en Israel la coartada para justificar el viejo prejuicio al apoyar a los palestinos.

Por Leonardo Senkman (Director de la revista NOAJ, Jerusalem, especial para Nueva Sión)

Argumentos hipócritas

El argumento de las izquierdas para rechazar la grave denuncia de antisemitismo esgrimida por Rahola es hipócrita: pretende invocar sólo el legítimo derecho de criticar la represión anti terrorista de Israel para ejercer la defensa de los oprimidos palestinos. Sin embargo, desde el inicio de la Intifada, ese derecho camoufla, contumaz, una lógica conspirativa que se asemeja -sin vergüenza- a la rehabilitación discursiva del antisemitismo para interpretar políticamente conflictos internacionales.
En realidad, de todos los conflictos étnico-nacionales del Tercer Mundo, el enfrentamiento israelí-palestino es el único para el cual la izquierda atribuye la incidencia de factores no sólo políticos e internacionales, sino también “antagonismos” raciales, culturales y religiosos. Desde la conferencia de Durban, descaradamente, la izquierda europea antiglobalización incorpora a su arsenal propagandistico antiimperial sólo al “enemigo sionista” junto a sus comunidades judías aliadas.
Pero jamás se les ocurriría incorporar como enemigos, por ejemplo, a los paquistaníes, los turcos o los kurdos dispersos por Europa.
Pilar denuncia esta doble lógica racista que aplica dobles estándares políticos y éticos para juzgar conflictos internacionales complejos.

Los “otros”

Ella no es la única crítica: el filósofo parisino Alain Finkelkraut en su nuevo libro “En nombre del Otro”, demuestra que hace tiempo en la esfera pública francesa los musulmanes han reemplazado a los judíos como los “Otros”.
El judío francés, completamente integrado, está visto como encarnación de los valores de la República, mientras que los musulmanes marginales son vistos como los Otros que amenazan la unidad cultural y laica de Francia. Desde esta perspectiva, los judíos serían los últimos “franceses” nacionales de una Europa comunitaria transnacional.
Una de las consecuencias de tal sustitución en la era de la antiglobalización y la transnacionalización es que ya la culpa de la izquierda por el pasado negro de Vichy y el deber de memoria a las víctimas del viejo racismo cedieron paso a lo que Finkelkraut llama “antisemitismo de compasión”.
El dice que hoy es mucho más fácil rehabilitar, “en nombre del Otro”, sentimientos judeofóbicos para solidarizarse con los débiles palestinos, transgresión de la izquierda nunca antes permitida por el deber de memoria.

Las confusiones de Rahola

De modo semejante a Rahola, además Finkelkraut explica la permisibilidad judeofóbica de la izquierda “en nombre del Otro” musulmán, a causa de la fascinación desesperada por estrategias violentas anti Occidente de los condenados del Tercer Mundo Islámico. Una prueba es la utilización de algunos razonamientos conspirativos de Tarig Ramadan, el integrista islámico nacido en Suiza y alabado por la izquierda antiglobalizacion. Sin embargo, a diferencia del peligroso pro americanismo a ultranza de Rahola, Finkelkraut y otros intelectuales amigos de Israel que se opusieron públicamente a la aventura imperialista angloamericana en Irak, distinguen cuidadosamente entre el anti- imperialismo de izquierda -que va acompañado de una estrategia revolucionaria como alternativa al capitalismo y el racismo-, de combatir el irredentismo y cruzada integrista terrorista contra los valores democráticos y humanistas del Occidente. Muy a menudo Rahola confunde el antiamericanismo, y la necesidad de la defensa de los valores de Occidente amenazados por la cruzada fundamentalista islámica, con el antiimperialismo de la izquierda.
Más aún: por un lado ataca la hipocresía y mala fe de la vieja Europa que anidó la judeofobia y el nazismo, pero por el otro lado se abstiene de criticar la teoría de la “guerra de civilizaciones” y los intereses del imperio hegemónico global que eligió como aliado estratégico en Medio Oriente al aislado pero militarmente poderoso Estado de Israel.
Sin embargo ella acierta en el juicio de que la izquierda europea se niega a reconocer que el irracionalismo y la judeofobia invadieron su horizonte intelectual.
Es menester decirlo claramente: en las líneas de fuga de su discurso político, la izquierda antiisraelí pretende derivar la actual ola contra los judíos europeos únicamente de la represión anti-terror de Tzahal (Ejército de Defensa de Israel). Pero la izquierda no es el único sector en Europa que opina de que el antisemitismo es un mero “producto importado” de la Intifada y del fracaso de las negociaciones de paz en Medio Oriente.

Europa Europa

En vísperas de la expansión de la comunidad europea con un total de 25 países, los líderes de la vieja Europa también se resisten a reconocer el escandaloso retorno del fantasma tan temido: el antisemitismo. Por eso, en el reciente primer seminario “Europa contra el antisemitismo, por una Unión en la diversidad”, organizado a nivel gubernamental, el presidente del ejecutivo comunitario atribuyó la antigua fobia nacida en Europa a “las frustraciones importadas al viejo continente del conflicto no resuelto en Medio Oriente”.
Así, a pesar que exigió acciones preventivas y punitivas enérgicas para combatirlo, la actual ola que sume en el miedo a los judíos en Francia, Bélgica, Italia, Alemania sería para Romano Prodi un mero producto “importado”, a causa del sangriento enfrentamiento israelí-palestino.
Según Prodi, no habría conexiones locales, apenas delincuentes xenofobos, porque “no hay lugar para el antisemitismo en una Unión de minorías”. Por eso supone que la irrupción del odio al judío sea un problema estríctamente político que se erradicaría con la solución negociada del conflicto mesoriental “mediante la creación de dos estados en seguridad y paz: Israel y Palestina”.
Al igual que el discurso de la izquierda, también el discurso comunitario europeo es hipócrita: hacia adentro, habla de convivir en la diversidad, aunque prohibe expresiones multiculturales como el velo de las mujeres musulmanas en los colegios franceses; mientras que hacia afuera, exige a Israel integrarse a los valores pre-modernos del mundo árabe en el Medio Oriente para vivir en paz con sus vecinos.
Los cancilleres de Italia, Alemania y Bélgica -que recientemente visitaron Israel-, por un lado, explicaron las ventajas de la inserción en la Gran Europa de países divididos, pero capaces de superar sus conflictos étnicos-nacionales como Chipre. Por el otro lado, Jack Chirac exige de Israel que coexista con el mundo normativo islámico sin demandar de los palestinos y los estados árabes reconocer el caracter judío y moderno de la sociedad israelí.
Es cierto: gracias al proceso de la globalizacion europea, los intereses económicos de griegos y turcos chipriotas cedieron hasta alcanzar un acuerdo político de unificacion federativa que pusiera fin al trágico conflicto étnico-nacional-religioso que los separó durante décadas y, de tal modo, poder ser aceptados en la Gran Europa. Pero también es cierto que ese proceso pudo llegar a feliz término porque la izquierda antiglobalizacion no demonizó a los colonos turcos de Anatolia, asentados en el norte de la isla, ni satanizó a los nacionalistas panhelénicos, así como tampoco transformó en santos a los pobres refugiados campesinos griegos despojados de sus tierras.
Todo lo contrario ocurre con el conflicto israelí-palestino: la izquierda europea es hipócrita en su discurso al silenciar la rehabilitación del antisemitismo musulmán cuando apoya unilateralmente a los débiles palestinos, y es maniquea al condenar únicamente las acciones punitivas de Tzahal, pero camoufla el terrorismo suicida de los ‘shaidim’.
Más aún: la izquierda antiimperialista miente al comparar la construcción de la valla de seguridad israelí (que parte del campo de la paz israelí impugna) como si fuera la versión “sionista” del apartheid de Sudáfrica, y también miente al homologar la ocupacion militar en los territorios palestinos con la antigua ocupación colonial de Namibia.
Rahola y Finkelkraut, junto a otros pocos intelectuales, critican este discurso mundializador y desterritorializado de la nueva izquierda incapaz de percibir las diferencias particulares y regionales, denunciando el uso de la lógica analógica (no la lógica dialéctica) para establecer comparaciones, condenas y absoluciones políticas.

El secuestro de la política pacifista

Por su parte, la izquierda israelí pacifista ha denunciado no sólo el secuestro de la política de las negociaciones que hizo el liderazgo palestino para reemplazarla por la Intifada violenta. También denunció todos los errores posibles (e imposibles) cometidos por el actual gobierno de derechas de Israel, así como del Laborismo. Pero desde su aislamiento y trágica impotencia, la izquierda israelí sigue creyendo que en Medio Oriente la paz y el reconocimiento nacional de dos estados es la precondición para cualquier apertura revolucionaria en la region. Sin embargo, muchos miembros de esa izquierda se preguntan cómo es posible de que el viejo conflicto étnico-nacional-territorial-comunitario y religioso entre griegos y turcos chipriotas esté en vísperas de ser solucionado mediante la unidad federativa binacional, evitando la partición en dos estados territoriales divididos.
La izquierda europea casi nada se interesó en el conflicto que dividió a la isla donde la mitología dice que nació Afrodita. Desgraciadamente, en cambio, esa izquierda se interesa demasiado en la Tierra Santa que dio vida a las tres religiones monotesitas, pero solo para tomar partido a favor de una de las partes en litigio, y obstinadamente se niega a escuchar a la izquierda israelí.
La alianza estratégica de seguridad de Israel con el Imperio hegemónico americano sería el “pecado original” para esa izquierda que condenaría, a priori, al Estado judío de comparecer en el banquillo de los acusados sin apelación posible.
Esa izquierda carece de la mínima honestidad que mostró Human Rights Watch, la organización no gubernamental con base en Washington insospechable de parcialidad, la cual al tiempo que aseveró que Israel tiene no sólo el derecho, sino el deber de proteger a sus ciudadanos de atentados terroristas, sin embargo condenó como ilegal el trazado y el funcionamiento de la controvertida barrera de separación en Cisjordania. Por supuesto que esa izquierda maniquea es incapaz, política y moralmente, de apelar contra los actos de terror palestinos, de un modo simétrico pero inverso a las tres organizaciones israelíes de derechos humanos que presentaron demandas, ante la Suprema Corte de Justicia en Jerusalem, contra la valla de seguridad con el fin de proteger a miles de palestinos perjudicados por su construcción.
Sin embargo, ante la ausencia de un rol histórico por parte de la izquierda europea, afortunadamente para las fuerzas progresistas en Israel y en la Autoridad Palestina, aún existen algunas organizaciones no gubernamentales de derechos humanos y personalidades europeas respetadas que podrían ayudar a un diálogo entre ámbos pueblos enfrentados. Fue lo que hizo el conocido juez español Baltazar Garzón en el discurso de apertura del reciente simposio internacional en Jerusalem sobre “Vida Humana y Dignidad”. Dirigiéndose a los activistas israelíes y palestinos de derechos humanos, apeló en su discurso a “pactar una derrota compartida” y abandonar el mutuo y destructor “deseo de victoria” para poner fin a un conflicto que nos está desangrando.
El valiente juez Garzón, tan valorado en Argentina y en Chile, hizo esta apelacion a los representantes de ONG´s y de las respectivas sociedades civiles explicándoles que deberían reemplazar la inercia o la impotencia de las autoridades israelíes y palestinas constituídas.
Dos ejemplos que ofreció resultaron muy estimulantes: la propuesta de Ami Ayalon y Sari Nusseibah firmada por más de 200.000 israelíes y palestinos, así como los recientes Acuerdos de Ginebra impulsados por los ex ministros Yossi Beilin y Yasir Abded Rabo.
Este es el mensaje de esperanza que hoy, más que nunca, necesitamos oir en Israel: la dignidad humana y el sufrimiento de los pueblos es un deber insoslayable de la sociedad civil ante el fracaso de los gobiernos, la hipocresía de las izquierdas y la traición de los intelectuales.