Chalabi es el dirigente más destacado del Congreso Nacional Iraquí (CNI), una coalición que hasta el derrocamiento de Saddam no era más que una dividida e inoperante amalgama de exiliados. El apoyo que le brinda el Departamento de Estado norteamericano y privilegios, como disponer de su milicia particular, han catapultado a Chalabi al primer plano y alimentado su ambición de convertirse en el próximo presidente del país.
El antiguo opositor, que además de disponer de hombres armados se las ha arreglado para montar su propio servicio de información, insiste en que el ex dictador se desplaza de un lugar a otro, protegido por un puñado de guardaespaldas, y que ninguno de sus antiguos ministros y hombres de confianza está al tanto de su paradero.
Los soldados aliados han conseguido atrapar a 20 y matar a uno de los 55 personajes retratados en la baraja de “Sujetos más buscados de Irak”, pero siguen sin la menor idea de dónde puede esconderse Saddam.
Por las calles de Bagdad corren rumores de que el tirano está en Rusia. Hay quien dice que se oculta en Siria y hasta abundan los que lo sitúan en la Costa del Sol española, pero tanto los expertos de la CIA como los políticos locales coinciden en que lo más probable es que siga en la gigantesca y laberíntica capital.
A favor de esta tesis juegan el hecho de que la inmensa mayoría de los prebostes atrapados hasta ahora lo han sido en Bagdad y que todos han dado a entender en los interrogatorios que Saddam estaba todavía en la ciudad cuando los marines llegaron al aeropuerto.
La rendición de los líderes iraquíes
Las autoridades estadounidenses no han revelado muchos detalles sobre los arrestos efectuados hasta ahora, pero se han filtrado datos significativos. Al menos seis de los naipes se entregaron a los soldados de la coalición, porque consideraron que sus vidas estarían más seguras en manos de funcionarios norteamericanos que expuestas a la furia de las turbas que saquean ministerios o a la venganza de los agraviados por el antiguo régimen. Otros dos se rindieron al CNI de Chalabi, que inmediatamente transfirió los cautivos a las fuerzas ocupantes.
De los siete descubiertos en sus guaridas o sorprendidos cuando escapaban, cuatro lo fueron por soldados norteamericanos, uno por los milicianos de Chalabi, otro por los peshmergas kurdos que patrullan la frontera con Siria y otro por la propia policía iraquí, que necesita hacer méritos para borrar su mala imagen.
El único fallecido, de los más buscados, es Alí Hasan Al Majad, alias Alí, el Químico, quien fue localizado en un edificio de la ciudad de Ramadi y volatilizado con seis bombas guiadas por radar. Alí, el Químico unía a su condición de primo de Saddam, el dudoso honor de haber sido autor del gaseamiento de 5.000 kurdos en Halabja y responsable del aniquilamiento de 100.000 chiíes en Basora.
El arresto de Aziz
Tanto la localización de “el Químico” como las de la mayoría de los 20 detenidos, estuvieron precedidas por delaciones de otros prisioneros o por confidencias de ciudadanos. En el caso de Tarek Aziz, el vicepresidente de origen cristiano, que durante dos décadas actuó como la cara amable de la dictadura, fue su propio hijo quien negoció la entrega con los estadounidenses.
Los soldados se presentaron con cuatro blindados en la casa que les habían indicado, tomaron todo tipo de precauciones temiendo una emboscada y se quedaron de piedra al ver que el propio Aziz les abría la puerta.
Otras capturas, como la de Barzan Ibrahim Hasan o Watban Ibrahim Hasan, ambos hermanastros de Saddam, fueron más dramáticas. Barzan se rindió en Bagdad cuando llegó a la conclusión de que los tanques iban a hacer picadillo el edificio donde se ocultaba y Watban fue sorprendido cerca de Mosul, tras fracasar en su intento de cruzar la frontera siria.
Una táctica bastante habitual de los “más buscados” es conceder una entrevista a los periodistas antes de entregarse o usar mensajeros para dejar patente que están vivos y en perfecto estado de salud. Con muy escasas excepciones, los que no han aparecido en Bagdad, lo han hecho en una localidad próxima.
“El cerco se va estrechando poco a poco, dice Ahmed Chalabi. Y no pasarán muchos días antes de que caiga también Saddam”.