Para los judíos que vivieron de cerca el Mayo Francés, haber participado en él resulta aún hoy una experiencia inolvidable.
Uno de ellos, Aarón Levy, un judío de origen marroquí residente en Israel, que ejercía como docente en propaganda y contra propaganda política en los cursos dictados -en la década del ´80- por la Unión Mundial de Estudiantes Judíos, solía contar muy pragmáticamente cómo defendieron el valor de las posiciones sionistas progresistas frente a los embates de los universitarios franceses de izquierda.
“Estábamos con ellos pero no podíamos perder de vista nuestro sionismo como un movimiento de liberación nacional con fuertes valores y contenidos también de izquierda para nosotros” -explicaba Levy casi tan preocupado como en aquella época-.
“Entonces se nos ocurrió, luego de varios ataques a nuestra gente, imprimir un afiche que salimos a pegar por las calles de la ciudad y en los pasillos de la Universidad. Era simple, dividido en dos verticalmente, en una de las mitades aparecía la cara de Marx y en la otra mitad se nos ocurrió escribir el siguiente texto: Si Marx viviera, él también estaría en un kibutz en Israel”.
“Fue suficiente, finalizó Levy, para que los grupos radicalizados entendieran el mensaje y de qué lado estábamos”.
Un ejemplo de hasbará (esclarecimiento) espectacular del que la dirigencia judeo argentina sionista, los preocupados por la imagen del sionismo e incluso el aparato de propaganda israelí debería tomar en cuenta para ratificar que no todo es cuestión de grandes dimensiones o movilizaciones sino, en todo caso, de inteligencia y recursos bien aplicados.