Aludía -como siempre- a su eterno romance con el triunfo. Pero ésta vez su aseveración era cierta, pero con la enorme diferencia que el beneficiario era su oponente. A partir de allí comenzó el calvario del ex presidente, recorriendo los dolorosos senderos de la derrota anunciada. Su viaje a San Luis para rogarle los votos al ubicado cuarto, el indeciso ex gobernador cuyano, su desafío para un debate que siempre escamoteó cuando se consideraba vencedor eterno, su descontrol verbal, su apelación al miedo que confronta con sus publicidades basadas en la reconciliación, sus denuncias de fraudes acompañadas por Adolfo Rodríguez Sáa, efectuadas como un sondeo para abandonar la competencia si las encuestas finalmente concretaran el vaticinio de una goleada histórica. Como esas hinchadas que se cuelgan del alambrado para que se suspenda el partido y evitar el papelón, Menem tantea todas las alternativas de un resultado amargo. Desde retirarse de la cancha con argumentos fuertes pero difícilmente creíbles para que se suspenda el ballottage y la consecuencia sea la deslegitimización de Néstor Kirchner, a lanzar una contraofensiva que le permita alcanzar un 40% de los votos lo que lo convertiría en un derrotado electoral, pero no en un cadáver político.
Para ello transforma a Kirchner en un émulo de Campora, en un nuevo De la Rúa. No cita en éste caso a las Vidas Paralelas de Plutarco como cuando leía a Sócrates. Sin ruborizarse acusa simultáneamente al gobernador de Santa Cruz de ser la reencarnación de los Montoneros. Advierte que su modelo nos conduce a ser como España, mientras que su contendiente nos acerca a Cuba o Haití. Es posible que al 60% de la población por debajo de la línea de pobreza considerarían una bendición contar con los servicios de salud, de educación e incluso alimentario del bloqueado país. No es una perspectiva a la que deba aspirar Argentina. Pero los que han motorizado la aplicación del modelo neoliberal desde hace tres décadas, deberían hacerse cargo de las consecuencias de la empresa de demolición que constituyeron la dictadura genocida, el alfonsinismo en la etapa Sorrouille, el menemismo, la Alianza y la dolorosa caída de la convertibilidad, la salida confusa y a tientas que inició Eduardo Duhalde. Más temor que arribar a la situación de otros países debería infundirnos pánico la repetición de políticas que nos han conducido al penoso presente.
Los modelos en juego
Lo que se confronta el 18 de mayo son dos visiones del país. Expresada y aplicada en forma brutal y sin anestesia por Menem. En forma titubeante y confusa por Duhalde y ahora por Kirchner. Y para aumentar las zonas difusas, Duhalde fue vicepresidente cómplice y socio de Menem durante muchos años. Para demostrar el extenso territorio de zonas grises, la confusión de los protagonistas políticos entre lo que pregonan y los economistas que consideran adecuados para instrumentarla, es bueno recordar que cuando se produjo la renuncia de Remes Lesnicov, se pensó en primer lugar en Guillermo Calvo, monetarista propulsor de los lineamientos de la década, luego en Carlos Melconian, ex colaborador de Miguel Angel Broda, postulado ahora como Ministro de Economía de Menem, y finalmente por descarte a Roberto Lavagna.
El menemismo fue la convertibilidad, la estabilidad, la apertura indiscriminada de la economía, la desregulación, el crecimiento importante de la economía y simultáneamente la distribución regresiva del ingreso, el culto fundamentalista del libre mercado, las privatizaciones instrumentadas como remate, el achicamiento del Estado como amputación para convertirlo en un mediador a favor de los ganadores, las relaciones carnales concretadas en un alineamiento incondicional con los Estados Unidos, el incremento de la deuda externa, la justicia amañada para convalidar las enormes transformaciones, la potenciación de la identificación de la política con el delito, la celebración obscena de la venta del país a favor de los bancos, de los capitales especulativos, las privatizadas, los acreedores externos. De las migajas de la fiesta (1991-1995), se beneficiaron franjas importantes de clase media y los sectores de menores ingresos, siempre que quedaran dentro del campo crecientemente estrecho de la inclusión.
La convertibilidad extendida en el tiempo produjo junto a la desindustrialización generalizada, oasis de modernización. Las economías regionales fueron devastadas. La desocupación, la exclusión creciente, la diferenciación de ingresos entre el 10% más rico y el más pobre, pasaron a ser emblemas de la época.
Hacia el futuro, Carlos Menem promete una acentuación del capitalismo que ahora califica de progresista, superávit fiscal acentuado para honrar el cumplimiento de la deuda externa sin quitas, apertura económica , estabilidad monetaria, ingreso al ALCA. Privatización de la banca pública e eliminación del régimen previsional de reparto. Represión y judicialización de la protesta social. Con relación a la legislación laboral, reducida a una pieza liliputiense y arqueológica durante la década menemista, promete avanzar sobre lo queda afectando a la indemnización por despido.
El modelo Duhalde – Kirchner, es un modesto programa de sustitución de importaciones surgido a la vera de la explosión de la convertibilidad, en medio de una fuga multimillonaria de capitales y la disolución del poder político. Creó una gigantesca red de protección social, endeble en cuanto al monto de los ingresos, pero que más allá de sus aspectos clientelísticos, esterilizó la posibilidad de traumáticos estallidos sociales.
Consiguió una pequeña reactivación, en medio de una impresionante caída de los ingresos fijos, que lanzó a seis millones de personas por debajo de la línea de pobreza. Carece, hasta ahora, de políticas activas y tiene bajo un paraguas precario la renegociación de la deuda externa y en el plano interno las tarifas de las privatizadas. Lo firmado con el Fondo, después de un año de negociaciones demostró que había mucho más marketing que de real resistencia estructural.
Contradictoriamente, el modelo que abre una pequeña luz en el horizonte hacia una Argentina que reinicie embrionariamente el camino hacia la producción y el trabajo ha producido en el corto plazo un acrecentamiento inmenso de la pobreza.
Hacia el futuro, Néstor Kirchner promete un cambio alto, acentuar la política de sustitución de importaciones, apoyo a la banca pública y mantenimiento y fortalecimiento del sistema previsional de reparto. Ataca la precarización del trabajo y pretende la renegociación de la deuda externa con una quita importante.
Con relación a las economías regionales, la política de Menem es equiparable -históricamente- al avasallamiento a sangre y fuego de Rivadavia y Mitre. La política hasta ahora de Duhalde – Kirchner es equivalente de alguna manera a la ley de aduanas de Rosas de 1835. Ahora es la devaluación la que actúa de barrera, de aduana, pero como en el siglo XIX, faltan las políticas de Estado de tipo keynesiano.
Las falacias
Una del pasado que está presente en cada conversación. El famoso 1 a 1.
La pregunta es sencilla ¿Puede usted que gana bien, por ejemplo $ 4.000 mensuales puede vivir como Amalita Fortabat? Usted contestará obviamente que no. La respuesta es que si puede durante un período tan corto o tan largo como los bienes que posee o la capacidad de endeudamiento que tenga. Vende todo, contrae préstamos y usted y su familia (3 hijos, y mujer) viven maravillosamente. Los vecinos dirán que es maravilloso su éxito. Que nunca las cosas le fueron tan bien. De pronto, así es la vida, usted se muere. Continúan sus hijos. El acreedor solicita que le paguen los intereses cada vez más elevados y cancela la posibilidad de nuevos créditos. Sus hijos y su mujer se encuentran que el dinero se acaba y que no queda nada para vender. Solicitan el concurso civil y se declaran insolventes. Ud. desde el más allá le echa la culpa a su mujer y sus hijos, que sin embargo continuaron su política. Muchos vecinos dicen que la equivocación es de los hijos que siguieron viviendo como Amalita y despilfarraron todo. Otros más sensatos descubren que el craso error es del padre que vendió todo y se endeudó sin sentido. Una vez terminada la ficción difícilmente los hijos elogien la inteligencia del padre. Lo cierto es que el origen del problema está en que no teniendo los ingresos y el patrimonio de Amalita, la familia decidió vivir como aquella. Eso fue atar la moneda de un país de un PBI de diez billones de dólares con la de un país, que en el mejor momento, con un dólar subvaluado alcanzó un PBI de trescientos mil millones de dólares.
Otra falacia futura es suponer que la solución pasa por la integración al ALCA. Es como si un equipo de enanos juegue al basquet con un equipo de gigantes y con el reglamento ( las reglas de juego) a favor de los altos. Eso es lo que propone EE.UU.: ellos subvencionan la agricultura, fijan protecciones o cuotas a los productos importados y exigen que sus presuntos socios abran de par en par sus economías.
Otra falacia es suponer, como de diferentes maneras proponen los dos proyectos a optar el 18 de mayo, que el libre mercado resuelve fundamentalmente el problema. Sin políticas activas de corte keynesiano, sin una quita enorme de la deuda externa y el pago del remanente a largo plazo, sin una reestructuración de un Estado activo, eficiente y mediador de conflictos, sin un control de cambios real, sin un pueblo movilizado, sin una batalla feroz que suponga la derivación de recursos a la educación, a la investigación, a proyectos industriales factibles, sin librar una dura lucha por el crecimiento, sin colocar al trabajo en el centro del problema y sin reactivar el mercado interno mediante una redistribución de ingresos, sin colocar la banca al servicio de la producción, sin una política exportadora agresiva, sin un cambio total del sistema impositivo que lo vuelva progresivo y redistribuidor, sin la voluntad política de cobrar impuesto a los intocables, los programas son meros papeles de buenas intenciones que discurren lejos de la realidad. Esa que es difícil de aprehender, si no se la seduce con convicción, con precisión y a partir de los intereses nacionales.
Otra falacia activa es considerar que todo es lo mismo y por lo tanto hay que votar en blanco. No es lo mismo estar en terapia intensiva que ser visitado en el cementerio. Curiosamente la derecha extrema y la izquierda presuntamente virginal y bullanguera son funcionales al menemismo cuando llama a votar en blanco en forma explícita o implícita. Algunos liberales de las huestes de López Murphy aluden no votar por cuestiones éticas, remilgos que no exhibían apoyando a personajes con historias más que sinuosas como Manuel Solanet.
Otra falacia es la de aquellos que dicen que van a votar en blanco porque es una interna justicialista. Es una grosera impostura. En realidad, Carlos Menem representa al liberalismo y su interna la debería haber hecho, desde el punto de vista ideológico, con Ricardo López Murphy. Lo que queda de un justicialismo vaciado, podría haber realizado una interna entre Kirchner y Rodríguez Sáa. Así los agrupamientos por ideología facilitarían las internas.
Los candidatos que perdieron en la primera vuelta
Elisa Carrió fue clara y contundente. Llama a votar por Néstor Kirchner, más allá de los reparos morales que el santacruceño le produce. El probable futuro presidente titubea claramente cuando tiene que justificar el origen de los fondos de su campaña.
Adolfo Rodríguez Sáa, que realizó su campaña política diferenciándose y criticando fuertemente a Menem y Kirchner y propagandizando el programa de 125 medidas, ha tomado una posición dubitativa que -en los hechos- lo acerca a Menem: lo recibió en San Luis, lo declaró ciudadano ilustre y suspendió la decisión sobre su posición en el ballottage hasta el 15 de mayo. Mientras duda, importantes sectores de la coalición se han desplazado hacia Kirchner. El mantener la indefinición fragmenta la coalición que mayoritariamente se inclina, en sus sectores dirigenciales, en votar al gobernador de Santa Cruz. Todo esto pone un pronunciado signo de interrogación sobre el futuro del llamado Movimiento Nacional y Popular. Desde el 27 de abril, Adolfo Rodríguez Sáa viene protagonizando una ininterrumpida cadena de errores que le costará remontar.
Ricardo López Murphy tiene una posición dubitativa que se ha expresado en una sobreactuación acerca de un debate entre los candidatos, en la que se propuso rozando el ridículo, como un moderador del mismo, aunque él lo interprete como un examinador de los polemistas. Si bien es cierto que sería bueno que se produzca la confrontación, resulta una ingenuidad cómplice suponer que se necesita de un debate para saber quienes son los contendientes, a partir de lo cual tomar una decisión. La posición del ex Ministro de Defensa de la Alianza significa en los hechos que aconseja a sus seguidores el voto en blanco y en la duda el apoyo a Carlos Menem.
Mas allá del ballottage
Néstor Kirchner deberá comprender, que en las actuales circunstancias, es muy difícil gobernar sin la poderosa estructura bonaerense. Paradojalmente es esa misma estructura de la que deberá independizarse y transformarla, la que le pone una cercanía muy próxima a su horizonte. Deberá usar los cien primeros días de gobierno para crear el clima político y social propicio a una política de cambios. Hacer la plancha de la Alianza o volver a repetir las recetas practicadas hasta el hartazgo es una forma de incinerar las tenues expectativas o empezar a marchitarse sin siquiera haber intentado florecer.
De olvidos y recuerdos
El 18 de mayo es una magnífica oportunidad para enterrar lo peor del pasado. No entramos al futuro pero es bueno sepultar los aspectos más dañinos del pasado. Sería bueno que la sociedad, junto con la derrota aplastante del menemismo, sepulte los valores de la cultura de ese origen que trasciende largamente la división menemismo – antimenemismo.
Si Menem hubiera sacado 8 o 9 puntos de ventaja, estaríamos contemplando posiblemente un desplazamiento de votos hacia el riojano como hoy se apuesta masivamente hacia Kirchner. El asesino Eduardo Massera lo vivió en carne propia, cuando fue elogiado y aplaudido en sus momentos de triunfo por los mismos que en su derrota lo denostaron con el mismo ímpetu. En su alegato en el Juicio a las Juntas se refirió correctamente a ‘esa veleidosa sociedad’. La única forma de enterrar la década es dejar atrás las convicciones y los valores que la sostuvieran. De no ser así, el menemismo aparecerá bajo otras formas y otros hombres.
La vida es riesgo, y no hay compañías de seguro que aseguren el éxito. Pero es bueno recordar lo que decía Francis Bacon: ‘Lo nuevo es lo que se ha olvidado’.