Más de una vez nos preguntamos cómo es que accedió al poder el cabo Adolf Hitler, cómo es que toda una nación escuchó y aceptó el liderazgo de semejante figura insignificante. Él no provenía de una familia acaudalada con voluntad política ni de formación universitaria. Su padre había sido un aduanero fronterizo y su madre una simple mucama que no logró defender a su hijo de las golpizas desmedidas de su marido; y él, Adolfito, un frustrado estudiante de bellas artes. Tampoco podemos decir que ha sido un psicótico porque, de hacerlo, desmereceríamos a quienes en verdad lo son y la vida nos les dio otra alternativa.
Este personaje no fue “un mesiánico surgido de las sombras que asaltó el poder por la fuerza, aunque lo intentó, sino que accedió al gobierno más o menos institucionalmente”, dice Daniel Muchnik. (1)
El ascenso de Hitler fue paulatino, respaldado por el consenso político y militar como también el económico de poderosos comerciantes e industriales. Y con todo ese séquito accede a las urnas el 30 de enero de 1933 llegando a ser canciller de una Alemania devastada moral y económicamente. Con esta figura advenediza el mundo es testigo de la muerte de la República de Weimar y el nacimiento de un nuevo “modelo” de dirigente que daría un vuelco a la historia del siglo XX, y será el padre de la historia de este nuevo siglo XXl que poco a poco comienza a perfilarse.
P.T.A.
Lo que este sujeto mejor sabía hacer era arengar. Los discursos banalizados con eufemizaciones discursivas seducían cada vez más a una masa populosa, völkisch, término que poco a poco querría decir antisemita, y con esos discursos falaces sabía cómo llegar al corazón de los hambreados, desempleados, amas de casa y marginados. Preparaba sus dichos acorde a su auditorio y así sabía cómo manipular las necesidades de sus ávidos oyentes.
Este lento ascenso lo hará acompañado de grupos paramilitares caracterizados por su antimarxismo -que era sinónimo de antisemitismo- y un nacionalismo extremo.
Apenas finalizada la Primer Guerra Mundial, Alemania no está de acuerdo con el Tratado de Versalles, se queja de la reducción de su territorio y la pérdida de sus colonias, y todo este disconformismo hace de terreno propicio para fundar partidos políticos de corte anticomunistas, antieslavos y antisemitas.
Es así como en 1918, Antón Drexler funda el PTA (Partido Trabajador Alemán) siendo su ideología la xenofobia y la segregación. El partido era tan sólo una excusa donde poner el odio y la frustración de sus afiliados.
Los años 1922-23 fueron los más dramáticos para una Alemania desmochada después de la Primer Guerra Mundial. La clase obrera pierde todo su poder adquisitivo, pero el más perjudicado fue el sector de la burguesía, empleados con sueldos fijos y pequeños ahorristas siendo que la inflación les iba comiendo sus ahorros amén de la falta de trabajo. Entonces, esta burguesía venida a menos es la que “se proletarizó” y se volcó al fascismo, no por una convicción ideológica, sino por rencor, despecho y frustración. En ese semillero cualquier doctrina encontraría terreno fértil.
¿El espejo?
Pero la inflación no fue perjudicial para todos los alemanes. “Las grandes empresas licuaron sus pasivos y algunos industriales como Hugo Stinnes duplicaron su fortuna durante este período” (1). Cualquier parecido con la actualidad es pura coincidencia.
En esos años el Parlamento perdió su fuerza de decisión política. Sus congresales eran “comprados” por los poderosos acorde a la inclinación no de la balanza de la justicia sino de la económica. Para influir y manipular la opinión pública los empresarios pagaron fuertes sumas de dinero a la prensa. Es así como Die Frankfurter Zeitung es sostenida por el dinero de I.G Farben, de la industria química en forma secreta y soslayada, por supuesto.
Con la manipulación del Parlamento, la orientación de las masas por la prensa -hecho que a los industriales les aseguraría la ausencia de disturbios gremiales- más el enriquecimiento ilícito por inflación y liquidación del pasivo, empezaron a vislumbrar al movimiento nazi (nacionalsocialista) como un buen negocio dado que reunía todo lo que necesitaban: discrecionalidad, la derrota del movimiento obrero y sobre todo la supresión del sistema democrático.
Es así como colabora en ello la ideología del jurista Carl Schmitt que ayuda a romper con la Constitución de Weimar; y el títere de turno sería Adolf Hitler.
“El Führer así no es un representante de la ley sino que al revocarse el Parlamento él deviene en su propia persona La Ley. Entonces, cada uno del Volk, alemán o extranjero, le pertenecía.”
“Carl Schmitt niega la Teoría de la Constitución liberal a favor de que las decisiones del Estado debían estar bajo un nuevo esquema legislativo de determinaciones y que la organización estatal debía de ser puesta a cargo del Estado Total del Führer. Escribe en el año 1931 su libro La defensa de la Constitución y en él se pregunta “¿quién debe ser el guardián de la Constitución?” Allí Schmitt contesta su conocida tesis de que ningún Tribunal de Justicia puede ser el Guardián de la Constitución. Toma prestada la formulación del francés Benjamín Constant, de poder apelar a un un poder mediador neutro y dirá que el Jefe del Estado, es decir, el Presidente del Reich será el único que pueda sostener y ostentar ese noble y honroso título. Confiriendo este honor a Hitler se entra en un estado de excepción en regla y con él “quedarían destruidos los fundamentos de toda Justicia vinculada a la Ley” en las palabras de Pedro de Vega García en el prólogo del libro de Carl Schmitt La defensa de la Constitución”- (2)
Explota el huevo de la serpiente
Sobre ese trasfondo económico-político asistimos al nacimiento del huevo de la serpiente. Comienza el antisemitismo en las universidades. Los intelectuales hicieron la vista gorda a las discriminaciones, es más, apoyaron con su pluma la creación de folletines, periódicos y todo tipo de política discriminatoria.
El escritor Stefan George junto a un grupo de intelectuales adoptan la cruz gamada -die Hakenkrutz- como símbolo de la revista de la agrupación Tat a la cual pertenecían.
En medio de todo ese disconformismo, fanatizaciones y segregaciones surge el oportunista de turno: el austriaco Adolf Hitler, cuya primera misión en el Partido Obrero fue la de ser un oficial de propaganda. Los primeros fondos del nuevo partido nacionalsocialista (NSDAP) se hicieron gracias a la convocatoria que promovían los discursos del nuevo afiliado Hitler. Fascinaba sobre todo a las mujeres. Tenía una capacidad para no decir nada, simplificaba y reducía los pensamientos más elevados, y sus propios pensamientos y opiniones eran totalmente banalizados. Se decía lector de Nietzsche, Schopenhauer, Wagner, Heidegger (rector de Friburgo en 1933-34) y otros filósofos.
“El nazismo arrasó con la cultura, nos queda hoy como herencia paradigmática la propaganda publicitaria que horada las mentes en una moral colectiva de la misma manera como hacía la propaganda nazi. Y siendo así, adherimos con Walter Benjamin diciendo que “jamás se da un documento de cultura sin que lo sea, a la vez, de la barbarie“. (3)
“Cuanto peor, mejor”
Tras ese manto de humo publicitario, Alemania devaluaba cada vez más su moneda. En enero de 1923 un dólar costaba 7.525 marcos. En septiembre del mismo año pasó a costar 91.724.250 marcos. Ernest Hemingway que en ese entonces trabajaba como reportero en Europa, cuenta que la estadía en un hotel de lujo en Alemania costaba 20 centavos de dólar por día.
Pero así y todo, Hitler llamaba a esos días “cuanto peor , mejor” dado que cuanto más se resentía la economía, más fanáticos se alistaban en sus filas y mejor se los podía manipular.
La antesala de la Segunda Guerra Mundial la podemos leer en lo que aconteció con Hungría en 1929. István Bethlen de Hungría, hace una alianza de partidos de derecha. Decide recomponer la devastada economía y establece un fraude electoral. Logra controlar la inflación creando una “falsa” moneda nacional, el pengo, y con ello impulsa nuevamente a inversores extranjeros amen de relanzar las exportaciones agrícolas (en especial el trigo).
El parecido con la Argentina de hoy es escalofriante. Aquí se acuñaron otras “falsas” monedas como el patacón, el lecop y otras. Hungría, al igual que la Argentina, quedó presa de la deuda exterior dada la fluctuación de los precios internacionales. (1)
Las víctimas de otrora fueron los húngaros, hoy somos los argentinos los que quedamos atrapados. La diferencia, quizá, sea que los húngaros -al igual que el resto de Europa- usó de chivo expiatorio de su perdida economía nuevamente al eterno judío.
Mientras los prolijos antisemitas tuvieron y tienen con quien ensañarse, vemos que antes de que comenzara a popularizarse la figura de Hitler, ya sobresalía la del Duce Mussolini, creador de las camisas negras (pardas) y del Partido Nacional Fascista. En un Congreso, éste partido declara “sin duda deseamos servirle (al pueblo), educarlo, pero también estamos dispuestos a azotarlo cuando cometa errores” (1).
Nos resulta imposible pensar cómo se hace para educar, gobernar, y analizar a un ser humano después de las enseñanzas de Freud ya que al respecto definió a esas tres actividades del orden de lo imposible (unmögliche Berufe). Sólo los buenos déspotas y demagogos bien pueden hacerlo (educar y gobernar de manera totalizante) .
Su narcisismo -nos referimos a Mussolini- no lo llevó “a posar y retratarse en visón” pero sí con el torso desnudo aparentado ser “el primer campesino” y otras argumentaciones demagógicas.
Los socios del horror
Los socios del horror que comenzaron a encabezar la lista acompañando a Hitler fueron: Emil Gansser, ejecutivo de la empresa eléctrica Siemens, Ernst von Borsig, constructor de locomotoras, calderas y componentes de industria pesada. Muchas de estas fábricas fueron luego las que suministrarían las calderas y hornos de los crematorios y cámaras de gas.
Gerhard Schröder, antiguo jefe de la Marina alemana le allana a Hitler el camino a los círculos militares superiores. Este fue un gran espaldarazo, dado que sin el apoyo económico, y sobre todo militar, Hitler no hubiera podido realizar una industria armamentística y de exterminio como la que ha realizado y de la que el mundo fuera un testigo silencioso.
Siguiendo con la lista de socios del nazismo tenemos ahora a los banqueros suizos, también a los aristócratas alemanes como Max von Scheubner que con su influencia recolectó dinero para la “tan buena causa nazi” de sus compatriotas industriales, banqueros, burgueses, aristócratas y otros para que financiaran el horror.
También suman a la serie de colaboradores y simpatizantes del nazismo.
También se ha beneficiado en negociar con el nazismo el señor Watson de los Estados Unidos. Dueño de la IBM, el nuevo nombre de las tarjetas de invención alemana Hollerith. Ofreció la tecnología de las tarjetas para censar a la población alemana en 1933 y, de ahí en más, haría una fortuna ya que las tarjetas fueron usadas en los campos de concentración para codificar el trabajo de sus encarcelados, clasificar sus aptitudes, resaltar sus rasgos personales y si eran aptos para alguna experimentación en particular por los médicos nazis. Con quienes más se ensañaron en investigar y experimentar fueron con los mellizos dado que sus resultados son hoy aplicados en las técnicas de clonación. (3)
Otro americano eminente que se benefició con negocios pronazis ha sido Henry Ford. Es más, en 1931 Hitler mencionó que “Ford es mi inspiración” palabras dichas en un reportaje de esa época.
La empresa Ford en Francia, en la ciudad de Poissy, se ocupó del montaje de aviones y camiones del ejército alemán. Business are business. Los Diarios The Washington Post y Clarín fechados el 1º de diciembre de 1998 comentan que la Ford Motors es acusada de usar mano esclava y estafar a víctimas del Holocausto.
El embajador americano en Inglaterra Joseph Kennedy -padre del futuro presidente-, amigo del nazi Mooney, permite que éste lo presente a Göring para ser persuadido a colaborar en la recaudación de fondos para el Plan de Cuatro Años a favor de la causa hitlerina. (1)
La lista se hace interminable, no sólo apoyaron al nazismo los buenos hombres de negocios en el afán de incrementar sus dividendos, sino que otros se acercaron por un odio ilimitado hacia los judíos y todos aquellos que no fueran blancos, católicos o protestantes.
La discriminación podría ser enunciada en la simple frase emitida por Henry Ford: “la verdad es una y no puede ser confundida”. En la versión actualizada de ese espíritu totalitario la tomamos de las palabras del presidente Bush (h) que recitan: “nosotros somos el Bien”, entonces???, al Mal hay que erradicarlo pues es de los otros.
Business are business
Nunca ha estado tan vigente el lema de acuño americano “business are business” como durante la ascensión de Hitler al poder. Bajo la excusa de frenar el avance comunista, el mundo empresarial americano y europeo fue socio de Hitler en su rápida escalada. Todos pagaban por tener un lugar a su lado y ser socios de la repartición de un nuevo mundo. Es así como Henry Deterding, director de la Shell angloholandesa, ferviente antisemita, hace un préstamo de 30 millones de liras al futuro Führer a cambio de que le otorgase el monopolio del petróleo. (1)
La planta de automotores Ford en Colonia y Berlín estuvo sostenida por el trabajo esclavo “de recluidos tras los alambres de púas, maltratados y desnutridos” dice Daniel Muchnik en su libro Negocios son negocios (página 104).
La corporación petrolera Standard Oil de la familia Rockefeller también se ha beneficiado con su socio nazi. La sucursal francesa del Chase Manhattan Bank, perteneciente a la familia Rockefeller apoyó al régimen nazi haciendo de intermediaria entre los bancos alemanes y sus sucursales del exterior ya que muchos bancos americanos habían clausurado sus operaciones en Europa, amén de que “sin esperar órdenes de las fuerzas de ocupación alemanas, el Chase les cerraba las cuentas a los judíos” (1) pág. 106, hecho que también habría que hacer recordar a los clientes actuales del Chase , muchos de ellos judíos olvidadizos: business are business.
Final
La creación de este monstruo del siglo XX no ha sido un acto solitario, sino una lenta, sistematizada y pensada ejecución en el trenzado y armado de una política discriminatoria y cultural en las ansias de horadar las mentes de los simples de espíritu, hambreados algunos, pero sobre todo causado y sostenido por los ávidos de siempre que no importa cuánto se llenen sus arcas, igualmente siempre piden por más.
Hitler, en su libro Mi Lucha, nos da el espíritu de su pensamiento:
“Ningún sacrificio social será excesivo cuando se trata de conquistar la muchedumbre para el movimiento nacional. No obstante, el movimiento que aliente el propósito de recobrar al obrero alemán para la nación alemana, debe comprender que los sacrificios económicos no constituyen un factor esencial en tanto que no esté amenazada por ellos la conservación de la independencia nacional”.
Conocemos de sacrificios como tener “que pasar el invierno”, de la reducción de los salarios, de la suba de impuestos, del “corralito” económico y mental, de la defensa de las Islas Malvinas dejando un tendal de jóvenes sacrificados por nada, de la utilización de las urnas de las masas obreras pero que el destino de sus votos será usado en sostener los intereses de los acaudalados. Del futuro basurero nuclear como pago por una deuda que se hace cada vez más impagable, de la fuga de capitales, de las tarifas telefónicas fuera de los valores en comparación con sus sucursales europeas, de la privatización de los servicios públicos, de la desocupación a mansalva o de empleos sin respaldo gremial ni patronal.
El parecido con la política socio-económica de la Alemania de la preguerra es alto con la Argentina actual.
Todo esto lo hemos recibido como aprendizaje y herencia de la Shoá, el genocidio sin precedentes que marca un nuevo rumbo de la historia. Y esa maldad es la que nos vuelve día a día.
El Holocausto y los “Hitlers” no son pasado.
Con esta herencia nefasta inauguramos el siglo XXl. Sus consecuencias están a la vista, pero sus anuncios debemos leerlos en los pequeños detalles, los cambios constitucionales, la falta de leyes que protejan el derecho de las personas, pero de sobremanera debemos poner una especial atención cuando se banaliza el sufrimiento y el discurso se eufemiza con palabras huecas en para sostener los favores de la política en manos de unos pocos.
¿Dónde leer los pequeños indicios que abren poco a poco el camino a vislumbrar la violencia?
Desde ese desamparo y desprotección, hoy, somos todos homeless, hoy “somos todos judíos”.