Después del 27 de abril

Victoria pírrica

Cuando la noche del 27 de abril se hacía más profunda, los cómputos del escrutinio revelaban que Carlos Menem no lograba despegarse de Néstor Kirchner con la amplitud que le permitiría afrontar la segunda vuelta con posibilidades de éxito. Necesitaba revertir, con una diferencia importante, el profundo rechazo que su figura inspira en sectores importantes de la población. De ahí la paradoja que había mucho más entusiasmo en las sedes de Kirchner que en el hotel donde se alojaba el triunfador, adonde se dirigían, atraídos por el presunto triunfo contundente, la fauna de impresentables del menemismo.

Por Hugo Presman

La sociedad exteriozó, dieciséis meses después del 19 y 20 de diciembre, un desplazamiento hacia la centro derecha. Compraba como “moderados” los discursos extremos del neoliberalismo expresado en forma contundente por Menem y oculto detrás de ingeniosos spots publicitarios la descarnada brutalidad de López Murphy. Los dos vendían el orden, la racionalidad, la gobernabilidad, la previsibilidad, la felicidad automática que provocan el libre juego de las fuerzas descontroladas del mercado. Todos estas “virtudes” invocadas por el ejecutor -Menem- y el mentor -López Murphy- desde su casamata atrincherada de FIEL, están a la vista. Se encuentra la explicación en mucha bibliografía producida en estos años canallas, pero están a la vista en cada cuadra de cada ciudad, en cada economía regional, en cada desocupado, en cada excluido, en las industrias cerradas, en los pueblos fantasmas, en los jóvenes y las familias que emigran, en la desesperanza, en el futuro hipotecado, en los comedores populares, en las escuelas – comedores, en los campos de pequeños propietarios embargados, en los que revuelven los tachos de basura, en los cartoneros, en los piqueteros, en las fábricas autogestionadas por los obreros después de la fuga de sus propietarios.
El otro sector, el crítico del modelo neoliberal con profundas limitaciones y endebleces notorias, lo encarnan, al menos verbalmente, Néstor Kirchner, Adolfo Rodríguez Saá y Elisa Carrió. De los tres, el mas moderado, el menos cuestionador del establishment es el que consiguió el segundo puesto. Entre los tres primeros ubicados, dos del campo liberal y el más moderado del antagónico, reúnen más del 60 % del electorado.

El pronóstico de las vísperas

Cuarenta y ocho horas antes del 27 de abril decía en el informe: “Es evidente que la clase media antiperonista urbana está produciendo un enorme deslizamiento hacia López Murphy. Parecería que ubica en la Alianza y el duhaldismo a los responsables mayores de la hecatombe. No sería el modelo neoliberal, con Menem como ejecutor y López Murphy como mentor el principal responsable. Eso afecta a Kirchner como exteriorizacion del peronismo renovador”, continuador del duhaldismo y a Carrió como paradigma de la ingobernabilidad del progresismo.
A Rodríguez Saá lo debilita al levantar banderas lejanas al conservadorismo predominante. Sin embargo es probable que el escenario definitivo sea aquél en donde el crecimiento de López Murphy disminuya el porcentaje que alcance Menem, que igual probablemente supere por varios puntos, considerablemente más que lo que predicen las encuestas al segundo, que puede ser Kirchner si finalmente centraliza el deslizamiento del voto antimenemista. Estaríamos en presencia de una elección que de alguna forma recuerda la de 1999: una alianza antimenemista centrada ahora en franjas importantes del justicialismo con una pata aliancista. En ese contexto caen las posibilidades de Rodríguez Saá y Carrió, con un discurso alejado de un electorado de extrema moderación.
A pesar de un bombardeo publicitario infernal, resulta improbable que el ballottage se defina, como se sostiene en éstas últimas horas, entre dos representantes del modelo neoliberal.”
El error del pronóstico queda limitado a una sobrevaloración del caudal electoral de Menem, que de haber alcanzado una diferencia de 10 puntos volvía al ballotagge en un escenario propicio para el ex presidente contra la opinión de la totalidad de los encuestólogos.

El día después

Carlos Menem hizo una pobre elección en comparación con sus expectativas, pero significativas con relación al cadáver político que era veinte meses atrás cuando estaba procesado y detenido en la quinta de Armando Gostanián. Ganó en doce provincias, el 50% del total, fundamentalmente las del centro y norte, con triunfos categóricos como en Córdoba, donde el menemista a destiempo, José Manuel de la Sota, ha reemplazado a la Córdoba contestataria del Cordobazo.
Néstor Kirchner obtuvo el segundo puesto que se propuso, quedando a escasa diferencia del primero. De ésta forma, quedó óptimamente posicionado para triunfar en la segunda vuelta. Basó su triunfo en la Provincia de Buenos Aires, donde el aparato duhaldista superó todas las previsiones.
Ricardo López Murphy hizo una buena elección sumando al tradicional caudal de la derecha, cuya último referente electoral fue Domingo Cavallo, los votos del radicalismo.
En los días posteriores al 27 de abril, adoptó una posición dubitativa que se traduce en los hechos a favor de Menem, incitando al debate funcional al menemismo, del que se propone insólitamente como moderador.
Elisa Carrió, con una precariedad de recursos palpable, con una fuerte campaña en su contra y con una política de alianzas que concluyó en una diáspora, realizó una brillante elección, quedando a 8 puntos del segundo que contó con el apoyo oficial y la aceitada maquinaria de la Provincia de Buenos Aires. Después de las elecciones, exteriorizó una coherencia sólida con relación a su discurso de campaña, apoyando con enormes reticencias y sin aceptar canjes o favores a Néstor Kirchner, considerándolo el mal menor, en relación al inmensamente mayor que representa Menem.
Adolfo Rodríguez realizó una elección que sin ser un estruendoso fracaso, estuvo muy lejos de las posibilidades ciertas que un momento encabezó. La patética presencia de su hermano Alberto, tratando de verlo ganador tomando mesas aisladas, la penosa ausencia de Adolfo Rodríguez Saá asumiendo la derrota, y el fatídico encuentro con Menem en San Luis de espalda a lo sostenido en la campaña, parece poner en liquidación a la coalición que encabezó.
Los partidos de izquierda hicieron una penosa elección, mezcla de errores tradicionales reiterados y de cambio en el humor social.
El voto en blanco, anulado o la abstención, exteriorizaciones del “que se vayan todos”, que alcanzó un porcentaje importante en las últimas elecciones legislativas de octubre del 2001, alcanzó cifras irrelevantes. Algunos grupos de izquierda llaman a votar en blanco o abstenerse en la segunda vuelta, incapaces de admitir matices, considerando que es lo mismo permanecer en terapia intensiva que ser visitado en el cementerio.

Hacia el 18 de mayo

La victoria pírrica del 27 de abril deja a Menem en situación desfavorable. Puede esperar obtener algunos apoyos de la base popular del adolfismo y de un porcentaje de Recrear de López Murphy. También deberá intentar frenar el drenaje del voto fluctuante que siempre juega a ganador en el justicialismo. Desarrollará una política publicitaria agresiva, alejará a los rostros más impresentables, pedirá la realización de un debate que Menem nunca quiso en las tres contiendas presidenciales en las que participó, invadirá a los medios y hará hincapié en la ingobernabilidad de un presidente dependiente de Duhalde, lo asemejará a la Alianza y prometerá desde la privatización del Universo a la distribución de “la leche” de la Vía Láctea.
El menemismo está acorralado y sería insensato despreciar su audacia, su falta de escrúpulos, y el talento negociador de algunos de sus epígonos. Una figura del staff permanente de los economistas liberales, Carlos Melconián, con un lenguaje menos académico y con más calle que los gurúes más significativos, intentará dar la imagen de un aggiornamiento publicitario como el conseguido por López Murphy.
Néstor Kirchner tiene la presidencia al alcance de su mano. Deberá recrear un espacio propio, hacer del duhaldismo un aliado y no su base de sustentación, evitar cometer errores groseros e intentar un gobierno cuyo fracaso puede volver a resucitar el rostro impresentable del menemismo. Su programa tiene una moderación inversamente proporcional a la gravedad de los problemas que deben afrontarse.

Evaluación macro electoral

Hemos presenciado un nuevo capítulo de la larga contienda Menem – Duhalde, batalla particularmente significativa después de la devaluación de los sectores políticos patentizado en las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001.
La caída estrepitosa del modelo neoliberal ha producido la fragmentación del sistema de representación y el vaciamiento de los dos partidos hasta ahora mayoritarios.
El desastre neoliberal no ha significado el naufragio de las ideas liberales en la versión trucha y mentirosa que sus mentores transmiten. Franjas muy numerosas de la clase media usufructuarias y víctimas de la convertibilidad, compran el modelo que en su versión vernácula los expulsa del sistema y produce la emigración o la exclusión de sus hijos. El hecho que encuestas realizadas en la Universidad dieran un voto mayoritario a López Murphy, revela que el vaciamiento económico tiene un correlato cultural que ha minado la posibilidad de acceder a una visión del mundo desde una posición nacional, lo que lleva a que las víctimas, presumiblemente informadas, voten a sus verdugos.
Queda claro que el fracaso económico y la posible derrota política futura no significa que se haya podido revertir la victoria neoliberal en el lenguaje y práctica cotidiana de los argentinos. El equilibrio fiscal visto, no como una redistribución progresiva de los ingresos sino como una relación de ingresos y egresos, donde los primeros son fijos porque los sectores de mayor ingresos, dueños del país y financiadores de las campañas, evaden o eluden legalmente y entonces es imposible tocarlos. Siguiendo esta matriz de razonamiento, lo que se considera racional y de lógica pura es bajar eufemísticamente el gasto público, es decir lo destinado en salud, educación, justicia e insfraestructura. Repiten como loros un discurso que al aplicarse los excluye. Colonizados, les resulta indiferente que se fuguen alegremente capitales, que las petroleras dejen el 70% de sus ventas en el exterior, que la explotación de una mina deje para los argentinos apenas el 2%, y si el producto sale por puertos patagónicos no recibamos nada y paguemos encima un 3%. Que se privilegie el consumidor al ciudadano, las industrias lejanas a las propias. Que Eurnekián o Macri no paguen los canon de sus concesiones y que se subsidien desde los ferrocarriles a los peajes. Eso si, nada de aumento de sueldos, de legislación laboral, de educación y salud gratuita, porque eso atenta contra la racionalidad del modelo. No estamos lejos que si un empresario inteligente ofrece un aumento de sueldos, los empleados lo rechacen, preocupados por la continuidad de la fuente de trabajo al entorpecer la tasa de ganancia.
La victoria en el campo de las ideas es condición imprescindible para revertir la situación. Si no es así siempre habrá una nueva versión de Cavallo y López Murphy o un ganador pírrico que sortea la cárcel merecida por una candidatura surgida de la impunidad que brinda el entramado judicial y los miembros del establishment, cuya gula es proporcional al hambre que azota a los argentinos.

La realidad y sus ironías

Menem y Rodríguez Saá se encontraron en una finca llamada “La Madriguera”. Duhalde solía visitar una finca de los Peirano llamada “Los Chorrillos”. Manzano se radicó durante varios años en San Diego. Los ferrocarriles más deplorables son presididos por un ex montonero de apellido Montoto.
Mientras nos sumergimos en las campañas electorales, el país real sigue con sus chicos desnutridos que se mueren, con su desocupación, con su exclusión, con sus miles de fábricas abandonadas, con sus campos hipotecados, con la gente revolviendo los tachos de basura, con el Fondo esperando pasar sus facturas, con la impagable deuda externa esperando que continúe apretando nuestros cuellos. Y si las imágenes reemplazan a la realidad, si los publicistas sustituyen a los pensadores, si los gerentes reemplazan a los militantes, si el negocio es la cara de la política, la realidad aparecerá siempre para recordar que es indomesticable. Y ahí está el Río Salado dejando a Santa Fe bajo las aguas. Una enorme alegoría dramática sobre un país inundado desde hace más de treinta años por fuerzas mucho más destructivas aún que las aguas.