Permítasenos, en primer lugar, señalar aunque más no sea que someramente, el papel que han jugado durante largos meses las encuestas preelectorales, muchas de ellas intencionalmente direccionadas. Tal el caso de las ‘elaboradas’ por Ambito Financiero y sostenidas por Julio Ramos, que afirmaban el triunfo en primera vuelta y sin ballottage de la fórmula Menem-Romero. Ha sido indudable, también, que otros órganos de prensa han jugado a influir políticamente durante varios meses, alentando el triunfo de la fórmula López Murphy-Gómez Diez en ballottage con la fórmula Menem-Romero. Asimismo, la Empresa Rouvier ‘encuestó’ el triunfo de la fórmula López Murphy-Gómez Diez en ballottage con la fórmula Kirchner-Scioli. Por su parte, Mora y Araujo y Catterberg sostuvieron el ballottage entre Menem-Romero y López Murphy-Gómez Diez.
Los resultados electorales permiten sacar varias conclusiones. Es más que evidente la significativa mayoría justicialista: 23,98 %, 21,97 % y 13,93 %, hacen un total de 59,88 % pero, al mismo tiempo, queda claro que hay allí muchos votos no justicialistas y que la unidad del amplio arco de derecha a izquierda que era posible en tiempos del liderazgo del general Perón hoy es absolutamente inviable, al punto que confrontarán en el ballottage del 18 de mayo dos proyectos justicialistas absolutamente distintos.
En lo que al justicialismo se refiere, en el que perviven verdaderos feudos, queda claro que el menemismo marcha hacia su eclipse total y definitivo, eclipse que arrastrará inevitablemente a las cabezas visibles de los apoyos de última hora: Barrionuevo, Pierri, Mercuri, Granados y muchas otras que apostaron a lo que ya es hoy una marcha sin retorno.
El otro gran derrotado ha sido la Unión Cívica Radical que, con menos del 3% de los sufragios, el menor resultado electoral en toda su historia, deberá iniciar, si quiere subsistir, el largo y difícil camino de retomar banderas que hoy están en otras manos. Creemos, asimismo, que tras esta debacle, el ‘alfonsinismo’ concluye su influencia política partidaria.
De las 5 fórmulas más votadas, que reúnen el 91,91% de los sufragios, ninguna representa a un partido político sino a frentes electorales, lo que en alguna medida está denunciando la crisis que viven los partidos y, en buena medida, la ausencia de liderazgos.
La crisis de la izquierda
El asambleismo nacido después del 20 de diciembre del 2001 con su slogan nihilista de ‘que se vayan todos’, más allá de la rica experiencia participativa acumulada, sin conducción o con conducciones equívocas, y los grupos políticos que levantaron similares slogans han recibido el rechazo de un pueblo que ha visto la necesidad de aceptar las opciones y votar positivamente para evitar males mayores.
La izquierda en sus tres variantes, comunista, trotskista y socialista, más allá de sus intenciones y de su normal aumento electoral en las elecciones de legisladores, tampoco ha resultado una vía posible para canalizar las angustias y necesidades del pueblo argentino y, a nuestro juicio, deberá replantearse métodos y objetivos para superar la triple crisis: ideológica, de crecimiento y de representatividad.
Se ha ido conformando un polo conservador, aunque pretenda autocalificarse como de centro-derecha, encabezado por López Murphy y al que confluirán grupos incluidos hoy en otras fuerzas políticas. Tras la desaparición de las viejas fuerzas conservadores, y las frustradas experiencias del alsogaraismo, no es malo que las fuerzas conservadores se den una forma política institucional que las aleje de los intentos golpistas, hoy inviables, y las encamine francamente a la contienda electoral.
El ARI, que ha hecho una excelente elección, aparece hasta hoy como una fuerza de centro que tiene la falla de una indefinición política en términos ideológicos cuando no de una confusa visión del proceso histórico y del devenir y que, por su falta de estructura orgánica, tiene un funcionamiento dedocrático en el que pesan las determinaciones de su creadora y conductora, Elisa Carrió, lo que le ha producido algunas escisiones que no han pesado a la hora de los resultados electorales por la imagen de anticorrupción que ese agrupamiento ha instalado.
Creemos que ha terminado el voto cautivo y todo hace suponer que en el ballotage triunfará ampliamente la fórmula Kirchner-Scioli que, a nuestro juicio, es la que aparece como con las mejores condiciones para gobernar. Claro que gobernar una provincia, por más exitoso que haya sido esa gestión, no es lo mismo que afrontar las complejidades de un gobierno nacional.
No está mal, y ello ha influido, sin duda, en los resultados electorales, que se haya adelantado la continuidad de los ministros Lavagna en Economía, de González García en Acción Social y de Scioli, que retendrá Turismo. Los esperan varios millones de desocupados y subocupados, una no fácil relación con la conducción del movimiento obrero, una alta marginación social, cuevas subsistentes de corrupción, una deuda externa impagable, una conflictiva relación con el Fondo Monetario Internacional y una amenazante actitud del Imperio que vería de buen grado el triunfo de la fórmula Menem-Romero, lo que le aseguraría ‘relaciones carnales’ y el ingreso de Argentina al ALCA en detrimento del MERCOSUR.