Atacaron la sede de Hashomer Hatzair en París

¿Libertad, igualdad, fraternidad?

El 22 de marzo pasado, en París, en el transcurso de una marcha en repudio a la invasión anglo-americana a Irak, una columna de la manifestación, conformada en su mayor parte por jóvenes de origen musulmán, atacó a tres miembros de la filial parisina del Movimiento Hashomer Hatzair. La agresión constituyó una doble paradoja porque, por un lado, los supuestos manifestantes pacifistas incurrieron en la violencia y, en segundo término, porque las víctimas, castigadas por el sólo hecho de ser judíos, forman parte de uno de los pocos reductos judíos y sionistas que aún apuestan al diálogo con el pueblo palestino. El hecho desenmascaró las contradicciones que aquejan a la sociedad francesa y, en especial, a su izquierda política.

Por Sebastián Kleiman

El 22 de marzo, participantes musulmanes de una marcha “pacifista” propinaron una paliza a tres miembros del Movimiento Hashomer Hatzair francés, por el sólo hecho de ser judíos. La agresión fue filmada por los miembros de una página de Internet llamada Digipresse.com (http://digipressetmp4.teaser.fr/jt2ie.htm), en donde está disponible para quien quiera corroborar lo sucedido. En el video puede verse a jóvenes armados con bastones correr hacia la sede del movimiento, al grito de: “Hay judíos ahí”. En la secuencia siguiente, otro joven musulmán, también participante de la manifestación, arenga a un grupo de exaltados: “Nosotros, los árabes, podemos pasearnos con la cabeza alta por la calle -profería-. Ellos -por los judíos-, en cambio, están obligados a esconderse.”
La siguiente escena muestra a un miembro de la Coordinación de convocatorias a una Paz Justa en Medio Oriente (CAJPO, en francés) que, acusado de proteger a los jóvenes agresores, no encontró mejor manera de defenderse que acusando a las víctimas: “fuimos provocados por el Betar -organización judía de derecha- cuyos miembros agredieron a dos chicas. Entonces los jóvenes reaccionaron.”
Aún cuando hubiese existido tal provocación, los energúmenos que perpetraron la agresión, como supuesta reacción a una ofensa, deberían algún día llegar a saber que descargaron su furia, injustificada bajo todo punto de vista, en el sitio más equivocado.
La brutalidad de la agresión puede leerse en las palabras azoradas de Shana Fleisher, una joven de la sede Najshón de Venezuela, y actual madrijá del ken (sede) París: “La manifestación vio a unos judíos cerca de ellos y directo les cayeron encima. Dos de ellos se encuentran ahora en el hospital. Uno herido en el ojo, y otro en la cabeza. El resto algunos morados… y los bogrim (jóvenes) traumatizados por la escena que pasó delante de nuestros ojos. La policía estaba en la manifestación, en el cortejo, y no en nuestra calle… los llamamos y vinieron quince minutos después, la ambulancia tomó también un tiempo, mientras tanto estábamos encerrados con dos personas que tenían sangre por doquier.”
El Consejo Representativo de Instituciones Judías Francesa (CRIF) expresó, en un comunicado, su conmoción y exigió a la policía el arresto de los culpables de “este ataque anti-judío”. Hashomer, por su parte, envió una carta a los organizadores del desfile en la que declara “tenerlos por responsables de aquello que se asemejó a una tentativa de linchamiento. Ustedes no pueden seguir haciendo valer sus ideales humanistas si al mismo tiempo marchan codo a codo con personas que esconden otras intenciones. Deberían advertir con carteles: “antisemitas, ustedes no tienen lugar en nuestro desfile”.

Las culpas de la izquierda francesa

Antes de que los miembros de Hashomer hubieran sido agredidos, varios incidentes ya habían opacado los desfiles de la izquierda francesa: remeras con la efigie de Bin Laden, banderas israelíes decoradas con cruces gamadas, estrelladas de David equiparadas con la SS, banderas de Hezbollah, etc. Los responsables políticos -de izquierda, notablemente- tardaron en reaccionar. Tras lo sucedido el 22 de marzo, la impresión es que han tomado la palabra sólo porque la prensa se hizo eco de lo sucedido. Las primeras reacciones fueron puramente técnicas: servicios de orden reforzados, etc; las condenas de estos actos “incalificables” fueron siempre seguidas de comentarios tales como “desvíos propios de toda manifestación” o “elementos aislados”.
La izquierda francesa, por lo tanto es responsable. No de haber participado en este movimiento pacifista, donde ciertamente tiene su lugar, sino de desfilar como lo viene haciendo desde 1995, sin consignas políticas claras para no importunar “la parole” de los ciudadanos y no ahuyentar a los nuevos militantes que pregonan la recuperación del partido.
Esto comporta una responsabilidad: rehusarse a ejercer una influencia intelectual, moral y política sobre un movimiento que marcará a toda una generación.
En épocas de la primera Guerra del Golfo, la izquierda francesa estaba en el poder; también lo estaba cuando lo del 11 de septiembre. El PS -a excepción de la izquierda socialista- no tenía entonces ganas de salir a la calle. Hoy, en cambio, el Partido Socialista ha conocido una de sus peores derrotas electorales en lo que va de la Quinta República. Desde la oposición, intenta renovarse con el Movimiento Antiglobalizador, el mismo que, anteriormente, Lionel Hospin había desdeñado. Hoy, por primera vez, los socialistas franceses constatan que los jóvenes de los suburbios parisinos, que antaño se disputaban las organizaciones de izquierda, salen a la calle con ideales y entusiasmo sin igual. “Es la primera vez que le ofrecemos a una población que habitualmente no tiene otra opción que el encierro o el camino de la mezquita, la posibilidad de integrarse en la comunidad republicana y en un movimiento mundialista”, explicó uno de los responsables de la LCR, refiriéndose a la gran cantidad de musulmanes que pasaron a engrosar las filas de la izquierda francesa en los últimos tiempos. La pregunta es: ¿cuál es el precio de la integración de estos musulmanes a la vida republicana? ¿Acaso la exclusión de los judíos?

La responsabilidad
de los intelectuales

En una conferencia de prensa organizada por Hashomer Hatzair, Marek Alter, uno de los fundadores de SOS-Racismo, expresó su MEA CULPA: “No hemos hecho nuestro trabajo de intelectuales. Esta agresión debería llevar a la izquierda, partisana y asociativa, a asumir sus responsabilidades, aún a riesgo de desgarramientos internos. Los grupúsculos que intentan manipular a los protestantes de origen magrebí deben ser expulsados pronto”.
Marek Alter ilustró su moción apelando al absurdo, mediante un cuento de Amos Oz, llamado “Historia del beduino que le confiscaron el prado para hacer pasar un tren”. La locomotora pasa tres veces por día. Cada vez que la oye pasar, el beduino se enfada, echa pestes, injuria al tren. Un día va a ver a un amigo al pueblo. El agua para el té empieza a hervir en la pava. El beduino se levanta, arroja la pava al suelo, rompe todo. El amigo le dice: ¿estás loco? ¿por qué haces eso? El beduino le responde: “a estas máquinas hay que matarlas cuando son chiquitas”.•