Jack Fuchs

95.798, el número impronunciable

Antes de subir al tren que, con destino desconocido, lo sacaría de Auschwitz, a Jack Fuchs le asignaron el número 95.798, que le quedó marcado a fuego en su mente, aunque tuvo la suerte que no se lo tatuaran en su brazo de acuerdo a una práctica que resultaba habitual en los campos de concentración. Sin embargo, por esos inexplicables vericuetos que tiene la mente humana, al número que le dieron los nazis, Fuchs sólo lo puede pronunciar en alemán o escribirlo en números.

Por Martín Levin

Poca importancia le da este hombre de 78 años al hecho que no le hayan tatuado el número. Fuchs, haciendo gala de un muy buen humor, cargado de expresiones sarcásticas, sintetizó su idea del tatuaje de la siguiente manera: «Qué importa si te mataron con el número o sin el número, con música o sin música, Auschwitz fue un infierno, fue una mierda».
Durante toda la Segunda Guerra Mundial, Jack estuvo siempre bajo las garras del nazismo. A una semana de comenzada la guerra, el 8 de septiembre de 1939, Lodz fue tomada por los alemanes y a partir de allí comenzó su odisea bajo el dominio alemán.
Se hizo un ghetto en su ciudad y allí fueron colocados aquellos judíos que no pudieron o no quisieron irse antes que los alemanes sitiaran la ciudad, además de otros traídos de distintos lugares, en especial desde Alemania.
La estadía de Fuchs y su familia en Lodz se extendió hasta 1944, cuando se decidió el cierre del ghetto y el traslado de todos al peor lugar donde le podía tocar: Auschwitz.
Jack emprendió el viaje junto a toda su familia -padres y sus dos hermanas- en el mismo vagón, sin saber que esa sería la última vez que vería a su familia. Cuando llegaron a Auschwitz se hizo una primera selección, hombres y mujeres, separándose para siempre de su madre y hermanas. Luego, siguiendo las indicaciones de referentes de los judíos denominados kapos, se separó de su padre, que ya estaba muy mal de salud y lo tuvo que empujar a Jack para sacárselo de encima, sabiendo -su padre- que el destino que, irremediablemente, lo esperaba era el de los hornos.

La memoria

El tiempo pasado y un inconsciente deseo de olvidar lo terrible ha hecho que Fuchs no recuerde el rostro de su hermana menor, que tenía 8 años la última vez que la vio. En ese momento, mientras procesa sus pensamientos, el rostro de Jack cobra un cariz especial y sus ojos irradian un brillo triste, para expresar «que la memoria funciona como el hígado, elimina todo lo tóxico, en tanto que la mente deja de lado lo que no puede soportar, pero no lo olvida, ya que cuando no puedes recordar te vuelves loco, te abandonas y te mueres».
La estadía en Auschwitz no duró más de diez días pero sabía que ahí en cualquier momento su cuerpo podía ser combustible de los hornos que permanecían encendidos todo el día. Luego, ya sólo, Jack fue trasladado a Dachau -Alemania- cuando la guerra ya empezaba a expirar y crecían las posibilidades de ser un sobreviviente.

La resurrección

Cuando la rendición alemana era inminente, los que aún quedaban con vida fueron sacados de Dachau y subidos a un tren con destino incierto, pero un bombardeo de la aviación aliada averió la locomotora que arrastraba ese convoy y le dio la posibilidad de escapar de los alemanes y empezar a sobrevivir al flagelo del nazismo o mejor aún, como le gusta decir a Fuchs, de resucitar.
Mientras saborea un cortado preparado por él mismo y rasca su blanca barba con su mano izquierda, Jack reflexiona sobre cuál ha sido la causa del Holocausto y del Proceso Militar en Argentina. Concluyendo que la máxima «Mi patria por bien o por mal» es lo que le permite entender, aunque nunca justificar, las aberraciones que se cometieron en estos dos regímenes asesinos.

La naturaleza humana

Agrega que la principal tragedia humana luego de terminada la Segunda Guerra Mundial era que los alemanes lo vivieron como una derrota, no estaban alegres por haberse liberado de Hitler y de haber conservado algún pariente con vida. Jack encuentra similitudes con lo ocurrido en Argentina durante la guerra de Malvinas, ya que en la etapa previa el pueblo repudiaba al gobierno de Galtieri pero comenzada la contienda bélica, la propia gente ofrendó sus joyas, sus bienes y hasta la vida de sus hijos a la causa de un general que pretendía mantener el poder. Por eso, salvando las diferencias, Fuchs observa que este tipo de actitudes tiene que ver con la naturaleza humana.

Instinto animal

Jack ha realizado, luego de 78 años de vida, una teoría emparentada con el instinto animal de los humanos para entender los genocidios ocurridos en la humanidad, uno de cuyos ejemplos más trágicos resulta el Holocausto o la Shoá, como lo llaman los propios judíos. Para explicar el primer eslabón de su pensamiento se retrotrae a una charla con chicos de un colegio religioso católico, cuya primera pregunta fue “por qué se la agarraron con los judíos”, a lo que Fuchs contestó con la historia del nacimiento del hombre: «Dios hizo el mundo en siete días, luego hizo al hombre que estaba sólo, por ello creó la mujer y entre ambos, Adán y Eva, tuvieron dos hijos, Caín y Abel. Posteriormente Caín mató a su hermano, asesinando de esta manera al 25 % de la población mundial», haciendo una nueva demostración del mordaz humor que posee.
Lo que quiere expresar este sobreviviente de los campos de concentración del nazismo es que “asesinar a los hermanos es propio de los humanos, las matanzas comenzaron desde el asesinato de Abel, ya que en el día 5 de la humanidad no había judíos, árabes, musulmanes, comunistas, liberales, orientales o cualquier otra diferenciación que se pretenda hacer”. Siempre se encontrará antagonismos, políticos, ideológicos, raciales o de cualquier otra naturaleza, y en esos se ha basado el hombre para justificar sus matanzas o las guerras entre humanos.
En tal sentido, Jack no guarda grandes esperanzas respecto del devenir del mundo y cree que las guerras y matanzas proseguirán tanto como la historia misma. Siendo posible, inclusive, que se den otros holocaustos. Haciendo hincapié en palabras de otro sobreviviente de los campos, Primo Levi, expresó que los alemanes no son peores que otros.
La tragedia del nazismo no sólo fue para el judaísmo, también los alemanes sufrieron de las locuras de Hitler y su entorno, por eso Jack considera que lo primero que hubo fue un Holocausto alemán, aclarando que esa palabra etimológicamente significa autosacrificio, y los germanos sacrificaron 6 millones de compatriotas peleando en el desierto, en el aire, en el mar. Los chicos alemanes murieron porque fueron convencidos que valía la pena morir por Hitler y su país. Les habían hecho un lavado de cerebro.

Yankele

El protagonista de esta historia nació como Yankele en su Polonia natal, luego convertido a Jacob después de su liberación de los nazis y hasta que llegó a Estados Unidos asistido por un grupo comunitario de rescates de víctimas de la guerra, donde los nuevos amigos estadounidenses consideraron complicado ese nombre y lo bautizaron Jack, como hoy se lo conoce.
Recientemente recibió el premio de Derechos Humanos otorgado por la agrupación B´nai B´rith, lo que se agrega a los múltiples reconocimientos que le han otorgado en todo el Mundo, no obstante lo cual expresó que se emocionó tanto en el acto que se realizó en la Cámara de Diputados al punto tal de no poder expresar demasiadas palabras al momento de recibir el premio que compartió, entre otros, con el obispo de San Isidro, Monseñor Jorge Casaretto.

La vida es bella

Hace casi cuarenta años que llegó a la Argentina y constituyó una familia: contrajo matrimonio con una francesa, Ivonne, que falleció hace algunos años. Juntos tuvieron una hija, Mariana (36) quien le dió tres nietas que se llevan gran parte de su tiempo.
Jack, le afirma a Florencia, Débora y Milena -sus nietas- que “la vida es bella”. Hablando del terma con nosotros, y haciendo alusión al título de la película, entrecerró su ojo derecho y empezó a elaborar mentalmente su respuesta, mientras arremangaba su camisa y se restregaba su blanca y tupida cabellera. Finalmente contestó: «si no lo dijera no sería honesto, por más que me autoengañe. Si yo no dijera que la vida es bella sería una contradicción tremenda, sería un torturador, porque no debería haber traído una hija al mundo si pensara que éste es una mierda, aunque no se cómo funciona. En realidad yo tengo más preguntas, así que un día te llamo y te entrevisto».•