Diálogo de locos

¿Sin espacio para laicos?

Por Mario Faust

Mi amigo el doctor Mijael todavía no es psiquiatra: es un médico joven, cursando la residencia, que vino de los Estados Unidos; usa kipá, camisa blanca y corbata.
El jefe (por jefe), él (por religioso) y yo (por argentino) solíamos siempre ser los mejores vestidos del área, llena de médicos en remeras y sandalias y una presencia general bastante desprolija.
Mijael es un buen tipo, es amigo, y juntos tratamos muchos pacientes en el Servicio de Psiquiatría del hospital Tel Hashomer.
El se ocupaba siempre de los pacientes religiosos, y la verdad es que no me importó mucho su subespecialidad hasta que atendí a un joven braslaver que, baruj hashem, sólo estaba allí para discernir entre el bien y el mal, pruebas que el Altísimo le ponía día a día, sin que nada estuviera en sus manos, más que esperar de El, las señales del camino.
La discusión con mi colega Mijael sobre el diagnóstico de los «pensamientos delirantes» de mi paciente braslaver, serían dignos de un libro aparte en donde yo, es muy probable, terminaría presentando mis respetos a su “savoir faire” sobre lo que es loco y lo que no, en un paciente religioso de ieshivá.
Como sea, dicho esto, se puede entender que para mí, Mijael es un bicho raro: aunque cuando hoy me lo encontré nuevamente, él me saludó con un «Macho» señalándome el segundo botón de mi camisa abierto, mostrando el pecho, en una actitud que considera machista y extravagante.
– ¿Cómo estás?, pensé en vos cuando escuche del atentado en Kfar Saba -lugar donde vivo-.
– Sí, es cierto, la pasamos mal.
– Es que no se qué haces acá todavía…
(¿Escuché bien?, ¿el doctor Mijael me esta preguntando qué hago aquí, en Israel?)
– Es que no entiendo qué haces aquí todavía, me dijo en una mezcla de inglés y hebreo que le daba más privacidad a nuestra conversación, a salvo de cualquier enfermera rusoparlante curiosa que anduviera por ahí.)
– Y vos ¿qué haces acá, me querés decir?
– Acá estoy mas cerca de Dios, me contestó con cara de psiquiatra.
– Mijael, vos no me podés decir eso, andá a Nueva York, que ahí también hay Dios, ¿para qué necesitas estar acá?
– No es cierto -me escupió mi interlocutor devenido en el sionista numero uno- acá se esta más cerca de Dios. Es por eso que estoy aquí, y por eso no entiendo que es lo que haces vos acá siendo laico.
– Vine aquí porque soy judío y siempre pensé que los judíos deben vivir en Israel, le contesté, buscando una salida rápida al tema.
– No digas estupideces, me contestó Mijael, sólo quedaremos los religiosos y los árabes.
Reconozco que Mijael, cada vez más, lograba derrumbar sistemáticamente mi capacidad de asombro.
– Es que esta tierra está llena de milagros: por eso sólo quedarán los que están más cerca de Dios; los árabes también se quedan por eso. ¿No te diste cuenta que esta es una tierra de milagros? ¿Acaso no viste que por cada atentado ocurren, indefectiblemente, cien milagros?
La verdad es que Mijael me tenía knockout, totalmente desconcertado: tan confundido me vio, que recordó que en el centro del país, por Kfar Saba y Raanana, hay un par de rabinos que están tratando de formar una comunidad abierta a los latinoamericanos: – no dudes en acercarte a alguno de ellos, agregó, eso te traerá mucha paz.
Cuando mi interlocutor se alejó no pude evitar quedarme enmarañado en el tema, metido en una especie de tormenta de ideas, que se precipitaba sin que pudiera hacer nada para detenerlo:
1) En esta loca necesidad de encontrar justificación al sinsentido, parece que nuestros religiosos tienen hoy sus 100 milagros para compensar las 100 vírgenes que atraen inexorablemente a los kamizazes palestinos.
2) Me quedé preguntándome cuál es el significado del 100 en la cábala.
3) Me espantó la convicción de identificación con el enemigo: «ellos y nosotros» somos los únicos que entendemos que en esta tierra estamos más cerca de Dios.
4) Ya no se trata de una tierra para judíos, se trata de una tierra para creyentes.
5) Me sorprendió la contundencia de la afirmación: «aunque seas judío, si sos laico, no tenés nada que hacer acá».

¿Es que no habrá, en verdad, más espacio para los laicos en el Medio Oriente?