A menos de 45 días de la elecciones presidenciales, y a 27 años del cruento golpe de Estado que instalara una feroz dictadura autóctona, que introdujera la Doctrina de Seguridad Nacional con su consecuente plan económico neoliberal que arrastró al vacío (y al vaciamiento) al país y a la mayoría de sus ciudadanos, la gente sigue preguntándose a quién votar para detentar una verdadera opción de lucha democrática y reivindicatoria en las urnas. A pesar de ello, la opción de la esperanza sigue muy alejada de las necesidades populares.
El abrazo de Carlos Menem con Alfredo Martínez de Hoz en el lanzamiento que el riojano hiciera ante 280 empresarios, o el cruce del menemista Daniel Scioli, actual Secretario de Turismo y Deporte de la Nación, a las filas de Duhalde y Kirchner -quien lo eligiera como su vicepresidente- habla, al menos, de dudosos cambios que vayan más allá de la cosmética por el lado del peronismo. Y en más o en menos, esta actitud de que “todo cambie para que nada cambie” no parece ser diferente en el resto de los postulantes a sustentar una gobernabilidad que garantice el continuismo de las economías globalizadoras neoliberales.
El terrorismo de Estado, derrotado formalmente en la Argentina en 1983 -sin embargo- logró sostener sus postulados económicos hasta la fecha. Lo que no pudieron legitimar a través de la continuidad de la mano de hierro y las desapariciones, lo han continuado a través de una dirigencia política inepta para procesar cambios estructurales.
Ya no hay desaparecidos ni muertos por “fugas” o secuestros. Los desaparecidos de la democracia los aporta el hambre; el enfrentamiento con los cuerpos policiales; los políticos inescrupulosos como los tucumanos que propusieron auto homenajearse con medallas de oro de trescientos dólares mientras los pibes de su tierra siguen muriendo por desnutrición; la cuasi desaparición del sindicalismo combativo; los exiliados, que siguen emigrando frente a la falta de oportunidades y una justicia casi inexistente. Duele, todo duele, el país sigue doliendo…
¿Quiénes ganaron la partida luego de 27 años de haber comenzado la cruenta dictadura?
La recordación del 24 de marzo como fecha fatídica para el país y la región (no nos olvidemos del Plan Cóndor instaurado en la región en la década del ´70) no debe ser un mero y simple ejercicio de la memoria.
La globalización y las sucesivas traiciones a la credibilidad del pueblo, que ejecutara interrumpidamente la clase política casi en su conjunto, arrastró al país a esta situación. Y no es un dato menor a la hora del recuerdo y la reflexión: el cajón incendiado de Herminio Iglesias; la Obediencia Debida; el Punto Final; las “felices Pascuas”; el “síganme que no los voy a defraudar”; el salariazo y la revolución productiva; la Guerra del Golfo; el atentado a la Embajada de Israel (del que se cumple un nuevo, penoso y vergonzoso aniversario -ver contratapa-) y a la AMIA; el compromiso de la Alianza; un “Chacho” Alvarez débil (y asmático -sin aire-) ante las presiones del poder; las denuncias irreprochables pero lanzadas al vacío por Elisa Carrió; un De la Rúa ciego, sordo, mudo y además inepto; las cacerolas, la represión, los muertos y las renuncias; cinco presidentes en pocos días; uno no electo por las mayorías hasta el 27 de abril y ahora la escandalosa no votación en Catamarca con Barrionuevo a la cabeza -el de la famosa frase en la que aseveraba que hay que dejar de robar por un tiempo para que el país mejore-.
Ningún postulante, por ahora, marca la diferencia entre la continuidad y una alternativa posible que rompa con la deseperanza. A 27 años, las malas herencias no han sido superadas.