Ilán Ramón

Un israelí en el espacio

Por Diego Melamed

Mi abuelo Bernardo me contó sobre el sufrimiento de los judíos en Europa. Fue una noche, en Mar del Plata, cuando pasamos largas horas estrellados contra esos recuerdos, conversando como nunca antes, ante la inmensidad del mar y la noche. Me contó cómo quienes querían escapar fuimos rechazados en los puertos del mundo, y también relató su viaje a Israel. Aquel relato me abrazó nuevamente cuando ví la sonrisa de Ilán Ramon, el astronauta israelí que llevó al espacio un paisaje lunar dibujado por un joven en un campo de concentración.
El astronauta israelí llevó también un experimento en el cual trabajaron seis estudiantes isrelíes durante cuatro aƒos y que revelaría los efectos de la falta de gravedad en el crecimiento de los cristales, y una Torá que el rabino Dasberg logró rescatar de Bergen-Belsen antes de ser asesinado en 1944.
Cuando nos perseguían, el mundo parecía transformarse en un no-lugar, no había Norte para nadie. Ni Sur. Como en el espacio. Una falta de espacio o un vacío lleno de desprecio.
Ese pueblo que vivió fuera de su hogar, ese pueblo resistente como ninguno, se constituía en uno de los pocos países en enviar a un embajador fuera de casa a tan solo 50 años de haber retornado a su lugar. Ya no más la estrella de David amarilla, sino la bandera del hogar judío flameando en un traje espacial.
Ilán Ramon fue entrevistado por TV y envió un mensaje de paz para Medio Oriente. Ahora que hay un hogar, se podía ir al vacío por propia voluntad. Un vacío pleno. Y pese a los continuos ataques terroristas, enviaba mensajes conciliadores. Ilán Ramon concretó una misión científica que beneficiará a la Humanidad toda.
“Desde aquí nuestra región se ve con mucha paz”, le dijo al presidente Israelí aquel hombre que supo de su pasado y eligió trabajar hacia el futuro.
Me hubiese gustado ver una entrevista en hebreo a un astronauta volviendo y hablando de paz en la tierra. Me hubiese alegrado, además, en nombre de mi abuelo. •