Las dramáticas Marchas del Regreso que protagonizaron miles de palestinos de Gaza y su sangrienta represión provocaron en Israel apasionadas reacciones de solidaridad con las víctimas desarmadas, además de condenas a la reacción de Tzahal.
¿Es posible caracterizar el ethos de esas marchas desde Gaza de irredentismo movilizador? El escritor israelí Itzjak Laor recuerda que para los israelíes Gaza ha sido sinónimo de “barbarie” desde los años 50, cuando Tzahal intentaba “despoblar” la franja y sus refugiados eran combatidos como “fadayun” terroristas(1). Pero Gaza también es para los israelíes metonimia de Naqba, la catástrofe palestina, porque en su angosta franja aguardan ilusionados y desesperados miles de nietos de aquellos refugiados expulsados, quienes desde 1948 juraron volver a sus aldeas suprimidas: terrible pesadilla que, según Tzvi Barel, Israel intenta infructuosamente borrar de su memoria colectiva(2).
Más allá de empatía e indignación, me pregunto si el irredentismo movilizador palestino es semejante al ethos del retorno de otros refugiados desplazados por conflictos etno-nacionales en el Tercer Mundo durante procesos poscoloniales. Creo que su respuesta es una asignatura pendiente que no está aún ni siquiera empezada.
En cambio, otra asignatura pendiente, que ya empezó a ser analizada, es el modelo ofrecido por Hamas a palestinos de Gaza como movimiento político islámico resistente, conforme a la doctrina insurgente muqawama. Las bases de la insurgencia en la comunidad civil, según esa doctrina, se conciben como bloque indiferenciado entre combatientes o muyahidín y apoyos pasivos o activos no implicados en la lucha armada. El sacrificio personal del muyahid en la guerra santa (yihad) fue convertido en piedra angular de la doctrina muqawama, al comprometer la vida del combatiente y ponerla al servicio de la jihad (3). No sorprende, pues, que en este encuadre doctrinario, el ethos del retorno a Palestina haya sido afectado por la concepción territorialista de la yihad en términos de “reconquista” y no sólo de retorno, según lo exigía el nacionalismo secular de la Al Fatah. En efecto, los derechos legítimos del pueblo palestino que Hamas ha jurado garantizar mediante la jihad defensiva, se hallan íntimamente vinculados a un territorio del dar al-Islam ocupado por los “judíos infieles”, y a la obligación musulmana de recuperarlo (4). Palestina, según la Carta de Hamas, es tierra inseparable de la Ummah, y la muqawama la asocia a la firmeza (sumud) del fellah para el mantenimiento de su tierra (5).
Tampoco sorprende que en las guerras de Israel contra Gaza, Hamas haya logrado convencer a sus bases sociales de su estrategia defensiva a través de lo que Siboni caracteriza como “doctrina de la víctima”, basada en principios de la muqawama. Ella operó de mecanismo de legitimación interna por parte de Hamas para que sus bases sociales acepten ser victimizadas durante los bombardeos de Tzahal, como ocurrió en el barrio Shuja’iya de Gaza el verano de 2014; la “doctrina de la víctima” explicaría, fundamentalmente, que dichas bases sociales sienten no haber sido derrotadas cuando Hamas procuraba presentarlas ante la comunidad internacional como población civil masacrada por Israel (6).
Ahora bien: la tenacidad y sed de venganza de las actuales marchas multitudinarias de retorno se hacen más inteligibles como reconquista religiosa a la luz de la doctrina muqawama, la cual articula el conjunto de la población como combatiente en el proceso insurgente islámico para liberar en su totalidad las tierras de Palestina (Dar al-Islam); ese ineludible deber religioso de irredentismo no sólo difumina la diferencia entre población civil en la resistencia que no necesariamente se involucra en la yihad respecto a los combatientes individuales: también ayuda a convencer a las víctimas de que ciertas nociones bélicas como la derrota en combate, sea completamente diferente en Gaza respecto a su inermidad que Occidente le atribuye a los vencidos en la guerra.
Pero la sola fe irredentista no bastaría para explicar cómo la población de Gaza es capaz de aguantar la “crisis humanitaria” provocada por el bloqueo. Potentes factores de presión socio-demográficos y económicos impulsan a la doctrina muqawama, sin los cuales resultaría imposible entender la presente insurgencia irredentista. La tasa anual decrecimiento poblacional en Gaza y los efectos acumulativos del bloqueo por tierra, aire y mar impuestos por Israel desde 2007, en vez de debilitar, galvanizan la resistencia civil ayudada por la “doctrina de la víctima:
El bloqueo contra Gaza entró en su doceavo año en junio de 2018. Las Naciones Unidas han destacado en repetidas ocasiones su ilegalidad ya que continúa obstaculizando la libertad de circulación de personas y bienes, como una forma de castigo colectivo, reclamando su levantamiento completo (7).
¿Irredentismo palestino sin estado o sionismo palestino en su estado-nacional?
¿Es posible caracterizar el ethos palestino del Retorno como el irredentismo de una nación extra-territorial y sin Estado propio que anhela recuperar tierras desde donde fue expulsada en la guerra de 1948 por no aceptar la partición de Palestina y convivir con otra nación diaspórica y re-territorializada?
Las dramáticas marchas recientes del retorno de palestinos de Gaza, ¿podrían ser interpretadas como intentos irredentistas de la tercera generación de aquellos expulsados de aldeas palestinas del territorio sur israelí?
Históricamente, movimientos irredentistas buscan unificar bajo una misma bandera nacional distintos territorios que habitan comunidades etno-nacionales al interior de diversos Estados. Sus adherentes ponen en el centro de la reivindicación irredentista el territorio donde viven, y es un componente primordialista fundamental del irredentismo, además del idioma, cultura nacional y religiosa, la etnicidad, una historia compartida de opresión y sueños de independencia para legitimar la creación del Estado-nación independiente. Los armenios en Nagorno–Karabaj, los rusos en Estonia y Letonia, constituyen casos de posibles irredenta, reclamados por Estados –nación vecinos étnicamente semejantes para concentrar territorialmente a todo el pueblo(8). Pero también el irredentismo y separatismo étnico es propio de crisis poscoloniales interestatales(9).
El nacionalismo palestino, en cambio, correspondería a un caso histórico de irredentismo sin Estado nación.
Las recientes marchas del Retorno desde Gaza no parecen estar motivadas por un irredentismo político que reclame la creación de un Estado palestino; tampoco exige un Estado confederado capaz de concentrar territorialmente la población de Palestina fragmentada en varios lugares bajo jurisdicción de un Estado-nación centralizada por la Autoridad Nacional Palestina. En cambio, su discurso irredentista pretende retornar hoy a aquellas aldeas y ciudades que fueron forzados a abandonarlas durante las guerras libradas por Israel desde 1947-1948, en un violento proceso político y bélico anticolonial y poscolonial. Salah Bardawili, uno de los líderes de la oficina política de Hamas, entrevistado por la televisión palestina, explicó el 15 de mayo 2018 que la “Marcha del Retorno tiene por objeto terminar con el bloqueo a la Franja de Gaza, liberar la tierra palestina y lograr el regreso de los refugiados”(10). Pero a diferencia de otras naciones irredentistas sin Estado en el Tercer Mundo que luchan por el reconocimiento estatal en territorios donde desarrollan sus comunidades etno-nacionales, el actual ethos del retorno palestino rehúsa transformarse en una suerte de ‘sionismo palestino’ capaz de convocar la concentración territorial etno-nacional mediante la creación de un Estado unificado para un pueblo palestino disperso/fragmentado en diversos países y diásporas.
Paradojalmente, tal irredentismo nacional sólo podría llevarse a cabo a partir de la creación del Estado-nación palestino, al lado (no en lugar) del Estado de Israel, y mucho menos mediante su desmantelamiento. Pero el irredentismo territorial palestino exige la incorporación de territorios localizados dentro de la fronteras israelíes actuales; estas últimas marchas fueron convocadas a modo de reparación de los 70 años de la Naqba con el designio de desmantelar a los kibutzim del Negev lindantes con Gaza a fin de permitir el retorno no sólo de refugiados de la franja: también de millones de palestinos en la diáspora.
Tal estrategia es coherente con la reforma de la Carta fundacional de Hamas anunciada en mayo 2017 en Doham por Khaled Meeshal, del ala más pragmática y conciliadora del Movimiento; conforme a los 42 capítulos de la nueva «Hoja de Ruta», Hamas por primera vez aceptaría a un Estado palestino demarcado por las fronteras de junio1967; sin embargo, Meeshal aún no acepta formalmente la solución de dos Estados, y por tanto sigue sin reconocer a Israel. La Carta exige el retorno de los palestinos como una “fórmula de consenso nacional”, y rechaza los intentos de su integración a otros países. Además, reconoce el rol de la AP para “servir al pueblo palestino, salvaguardando su seguridad, sus derechos y su proyecto nacional”. Tambien Khaled Meeshal, reconoce el papel de los niños y de las mujeres, para que jueguen “un rol fundamental en el proyecto de resistencia no-violenta”, razón por la cual “diversificar los medios y métodos [de la resistencia] es parte integrante del proceso de gestión del conflicto” (11).
Ahora bien, la estrategia retornista de Hamas al “territorio reconquistado” aliena a la causa palestina del apoyo internacional y también de su diáspora. Desde que el Estado palestino fue reconocido como «observador» en la ONU (aunque no miembro de pleno derecho), decisión tomada en noviembre de 2012, más del 90% de los países del mundo (incluidos los latinoamericanos) han reconocido la autodeterminación palestina sobre un territorio estatal a ser creado al lado del Estado de Israel según las fronteras de 1967. Sin embargo, mal que le pese a la reforma de la Carta Fundamental, la aspiración irredentista palestina desconoce esas fronteras al reclamar, en pleno 2018, ejercer el derecho del retorno hacia aquellas localidades del mapa patrio antes de la proclamación del Estado judío. Tal índole irredentista del nacionalismo de Hamas desplaza, por su inviabilidad, la viabilidad de poder discutir un debate ocluido, y que el campo de la reconciliación pide reabrir; ese irredentismo, al igual que la anexión territorial israelí, impiden la reapertura del debate sobre dilemas políticos y de seguridad en pos de una negociación que hiciera posible el establecimiento de un Estado palestino al lado del Estado judío. Un Estado palestino desde el cual se promoviera el regreso desde los campos de refugiados y se vigorice también su diáspora transnacional, proclamando una suerte de sionismo palestino. Algunos intelectuales jóvenes de la diáspora palestina incluso imaginan ser refugiados en el horizonte de una alternativa de índole transnacional a nivel político y cultural, capaz de neutralizar los efectos corrosivos del desplazamiento prolongado, la fragmentación geográfica y la marginación política de su pueblo(12).
Pero es menester recordar que el derecho al regreso o la repatriación había sido postergado en la agenda política de negociación del futuro Estado palestino, y la responsabilidad le cabe empezando por la misma Autoridad Palestina desde su constitución. Las tareas logísticas que priorizaban la construcción del Estado- nación palestino desplazaron durante los últimos años a las tareas impuestas por la resistencia armada, también la reivindicación del retorno(13). El papel asignado a Salam Fayyad, Primer Ministro de la AP a partir de 2007, fue desplazar el centro de gravedad de la cuestión palestina desde una perspectiva política hacia la economía, normalizando las relaciones con Israel. Se trataba de imponer un plan, cuyo objetivo fue estabilizar los territorios de Cisjordania procurando mejorar sensiblemente las condiciones de vida de una parte de la población. La doctrina de la «paz económica» formó parte de un cambio de paradigma en la gestión de la cuestión palestina: satisfacer las necesidades de los palestinos en tanto ciudadanos individuales, antes que las reivindicaciones de los derechos nacionales colectivos como pueblo.
La paz económica fue priorizada para cualquier arreglo posterior, incluidas demandas ante Israel sobre repatriación o compensación(14).
En contraposición, activistas y líderes en pos de los derechos de los refugiados preocupados por las implicaciones de los acuerdos de Oslo, y temerosos de que la AP limitase el reclamo al repatrio únicamente al interior del futuro Estado palestino, comenzaron a organizar un movimiento popular de base en los campos de refugiados.
Muy significativo es el hecho de que la AP se abstuvo de reflotar la resolución 194 de la ONU de diciembre 1948 que daba la opción a los refugiados de “regresar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos”, pero también recibir “compensación por la propiedad” a aquellos que “decidan no regresar y por la pérdida o daño de la propiedad bajo los principios de la ley internacional”(15).
Además, la comunidad internacional tampoco retomó alguna de estas normas luego del moribundo proceso de paz de Oslo, ni se interesó de integrar el ethos del regreso en la dinámica diplomática subsiguiente hacia una solución permanente de “dos Estados”. La excepción es la reciente resolución de la Internacional Socialista, a fines de junio 2018, que llama a reconocer un Estado palestino en las fronteras de 1967 junto con el boicot a los productos israelíes de los territorios ocupados.
Ahora bien, luego del fracaso de resistir mediante el terror de la jhihad y/o ataques de jóvenes con armas punzocortantes, no ha sorprendido del todo que el retorno irredentista haya podido ocupar su lugar y fuese lanzado no desde la Autoridad Palestina en Ramalah sino, precisamente, desde Gaza controlada por Hamas; el derecho al retorno, nunca ha sido olvidado en los campos de refugiados, especialmente en Gaza(16). Se desconoce si Hamas estuvo involucrado durante las primeras marchas del Regreso el 30 de marzo 2018, o si transcurrida una semana, sus líderes políticos se habrían enancado sobre la ola de movilización juvenil para hegemonizar las marchas, mezclados entre los heterogéneos actores sociales de los campos de refugiados. Aún es prematuro determinar cuáles fueron los núcleos impulsores y estratégicos de los iracundos manifestantes civiles dispuestos a morir en pos del ethos del regreso(17).
Pero resultan muy reveladoras las declaraciones de Yehia Sanwar, jefe de la división política de Hamas, entrevistado en Al Jazeera el 16 de mayo, e ignoradas por Israel. Él explicó por qué sería un logro el cambio en la conciencia combatiente de los milicianos al aceptar la nueva estrategia de sumarse sin armas a la protesta pacífica de la sociedad civil palestina de Gaza con la bandera del Retorno, obligando a Israel a negociar el fin del bloqueo.
Además, Sanwar aclaró que tal nueva estrategia de protesta no armada de los milicianos desmentía la acusación israelí, según la cual Hamas se propuso enviar niños, ancianos y mujeres indefensos a las marchas para enfrentar la metralla de los francotiradores de Tzahal: por el contrario, gracias “al espíritu heroico de lucha” (¿la muqawama?), Sanwar refutaba al vocero militar israelí explicando que las 52 víctimas en la marcha del viernes negro el 14.5 habían sido, precisamente, milicianos sin uniformes de las brigadas Ezzedim Al Qassam que eligieron protestar desarmados y “morir heroica y patriotamente”, mostrando a su propio pueblo palestino y al mundo que Hamas “es un legítimo movimiento de liberación nacional y no una organización terrorista”(18).
Interrogantes a modo de coda
El ethos del Retorno parece haber sido transformado de nostálgico discurso pre-político en arrollador mito movilizador para decenas de miles de jóvenes palestinos que semanalmente emprendieron marchas amenazadoras hacia la frontera con Israel, a pesar del alto precio superior a 130 muertos y miles de heridos. Pero estas marchas multitudinarias plantean interrogantes a quien procura descifrar las varias significaciones políticas de las movilizaciones: ¿se trata del resurgimiento del ethos del Retorno de la tercera generación de los refugiados de 1948, o estamos ante un cambio estratégico de la resistencia política de Hamas?; la potencialidad creativa de las movilizaciones y su discurso irredentista, ¿postularían la persistencia de una identidad colectiva inmemorial de toda la comunidad nacional palestina, o sólo de los descendientes de refugiados en Gaza?; ¿acaso estas marchas no serían sino una representación vicaria de la nación palestina, disociada de la realidad actual en Cisjordania, Jerusalén Oriental y en los campos de refugiados de Jordania, Líbano y Siria?; el ethos del retorno violento al territorio del hoy inexpugnable Estado de Israel, ¿no sonaría a oídos de la diáspora palestina como un llamado pre-político del relato hegemónico, un deseo imaginario y casi mítico de jóvenes gazaínos que sesga, sino bloquea, la viabilidad misma de crear un Estado-nación palestino? Y, por ultimo un interrogante crucial: ¿no estarían marcando estas marchas un cambio hacia una nueva estrategia política que giraría 180 grados respecto de la anterior estrategia armada de Hamas? ¿O nuevamente, como en 2006, cuando ganó las elecciones parlamentarias en Gaza, Hamas desaprovechará en 2018 la nueva oportunidad de pasar del irredentismo negacionista a la real politik?(19).
1) Itzjak Laor, “O Solidaridad o Barbarie”, Haaretz, 3.6.18.
2) Tzvi Barel, “Matar a la Naqba”, Haaretz, 16.5.18; la otra actitud es la de quienes condenan a los refugiados a vivir en los campamentos sine die, véase, Dan Margalit, “Eligieron ser refugiados:”, Haaretz, 24.5.18, véase la respuesta de Yaacov Sharet, “Los nietos no deben cargar con los pecados de sus abuelos”. Haaretz. 1.6.18.
3) Ehud, Yaari, “The muqawama doctrine”, Policy Analysis, Washington Institute for Near East Policy, 13 de noviembre de 2006. En http://www.washingtoninstitute.org/policy-analysis/view/the-muqawama-doctrine, recuperado 13.6.2018.
4) La tierra de Palestina es un Waqf (posesiones sagradas) islámico consagrado a las futuras generaciones musulmanas hasta el Día del Juicio. Nadie puede renunciar a ella ni abandonarla, como tampoco lo puede ser ninguna parte de la misma (Artículo 11 de la Carta Fundacional de HAMAS). Palestina es una tierra islámica (…) En vista de que ésta es la situación, la liberación de Palestina constituye una obligación individual para cada musulmán dondequiera que se encuentre (Artículo 13).
5) Singh, Rashmi,“The Discourse and Practice of ‘Heroic Resistance’ in the Israeli-Palestinian Conflict: The Case of Hamas.”, Politics, Religion and Ideology 13 (4),2012,:539-40.
6) Mohammed Hafez, Manufacturing human bombs. The making of Palestinian Suicide Bombers, Washington D.C.: United States Institute of Peace, 2006, pp. 33-37 y 43-46; Gabi Siboni, “Operations Cast Lead, Pillar of Defense, and Protective edge: a comparative review”.[en Anat Kurz y Shlomo Brom (Eds.), The lessons of Operation Protective Edge, Tel Aviv: INSS, 2014], pp..27-36, http://www.inss.org.il/uploadImages/systemFiles/ZukEtanENG_final.pdf; recuperado 11.5.2018.
7) UNRWA, Informe de situación de Gaza 2012, julio de 2017. https: //www.unrwa.org/newsroom/emergency-reports/gaza-situation-report-202, recuperado 12.6.2018.
8) Ramon Máiz, “Los nacionalismos antes de las naciones”, Política y Cultura, 25, primavera 2006, pp.90-91; Panayote Elias Dimitras, “Writing and Rewriting History in the Context of Balkan Nationalisms”, Southeast European Politics 1,1, October 2000, pp.41-59.
9) Anthony Smith, La identidad nacional. Madrid, Trama 1997, p.120-25; David Carment, Patrick James, Zeynep Taydas. Who Intervenes? Ethnic Conflict and Interstate Crisis. Columbus: Ohio State University Press, 2006; Stephen M.Saidenman, “Inconsistent Irredentism? Political Competition, Ethnic Ties, and the Foreign Policies of Somalia and Serbia”, Security Studies, vol.7, 3, 1998, pp.51-93.
10) https://agenciaajn.com/noticia/hamas-50-de-los-muertos-en-la-frontera-con-israel-pertenecian-a-la-organizacion-97490, Agencia de Noticias ,15.5.18.
11) “La nueva Carta de Hamas, más cerca de Fatah y menos guerrera con los judíos”, 2.6.2017 http://www.asianews.it/noticias-es/La-nueva-Carta-de-Hamas,-m%C3%A1s-cerca-de-Fatah-y-menos-guerrera-con-los-jud%C3%ADos-40620.html.
12) Maher Bitar, “El activismo de una nueva generacion de exiliados palestinos:, Migraciones Forzadas, 33, (2009), p. 54.
13) Hussein Agha y Ahmad S. Khalidi, A Framework for A Palestinian National Security Doctrine, Chatham House, Londres, 2006, pp. 84-86.
14) Julien Salingue “Reflexiones sobre la ocupación israelí, la Autoridad Palestina y el futuro del movimiento nacional”, http://juliensalingue.over-blog.com/ext/http://orta.dynalias.org/inprecor/article-inprecor?id=185, recuperado 13.5.2018.
15) UNGA res. 194, 11 de diciembre de 1948 www.badil. org/Documents/Durable-Solutions/GA/A-RES-194(III).htm; véase también www.badil.org/Solutions/restitution.htm for more background documents.
16) Saleh Abdel Jawad, «La politique israélienne envers le peuple palestinien: un sociocide», en Inprecor, 517, http://juliensalingue.over-blog.com/ext/http://orta.dynalias.org/inprecor/article-inprecor?id=185, recuperado 12.5.2018.
17) En décadas pasadas esos núcleos fueron miembros de asociaciones de mujeres, cooperativas agrícolas, sindicatos independientes de la AP y del Hamas, además comités de familias de presos, y centros culturales etc, véase, de Julien Salingue “Reflexiones sobre la ocupación israelí, la Autoridad Palestina y el futuro del movimiento nacional” http://juliensalingue.over-blog.com/ext/http://orta.dynalias.org/inprecor/article-inprecor?id=185; recuperado el 12.5.2018.
18) Ronit Marzan, “Llamado heroico a deponer las armas”, Haaretz, 23.5.2018, p.11; y B.Michael,’ “OK, ¿pero qué pasa con las demás victimas heridas?”, Haaretz, 28.5.18, p.2.
19) Ignacio Álvarez-Ossorio Alvariño, “La hoja de ruta de Hamas: del irredentismo a la realpolitik”, Diez años de cambios en el Mundo, en la Geografía y en las Ciencias Sociales, 1999-2008. Actas del X Coloquio Internacional de Geocrítica, Universidad de Barcelona, 26-30 de mayo de 2008. http://www.ub.es/geocrit/-xcol/159.htm, recuperado el 1.6.2018.