Publicación de Haaretz, 14.06.2018

Sin quererlo, trajimos a Israel un sospechoso de crímenes contra la humanidad

Teodoro Aníbal Gauto es buscado por crímenes de lesa humanidad, incluyendo secuestro, tortura y asesinato, durante la última dictadura militar argentina.

Por Adriana Katz *

El 10 de julio, el Estado de Israel deberá elevar a decisión de la Corte Suprema el inicio de los procedimientos para denegar la ciudadanía israelí de Aníbal Teodoro Gauto, ante la evidencia irrefutable de que entró al país de manera fraudulenta, al ocultar el hecho de que en aquellos momentos estaba procesado por fraude en perjuicio del Banco Central de la Argentina.

Mucho se ha dicho y escrito sobre Gauto, que es buscado también por su presunta implicación en crímenes de lesa humanidad perpetrados durante la dictadura militar en la Argentina en los años setenta, en el campo de concentración La Cacha, incluidos casos de secuestro, tortura y asesinato. Mucho se ha hablado de los terribles crímenes cometidos durante la dictadura, en particular contra detenidos y detenidas judíos. Esta sospecha debe ser dilucidada por el Poder Judicial de la Argentina, del que Gauto ha logrado escapar durante años aprovechando la maraña de la burocracia israelí.

Otra faceta en la historia de Gauto, que hasta ahora no ha sido tomada en cuenta, es la forma en que se aprovechó de la buena voluntad de los empleados de la Agencia Judía que ayudaron a la comunidad judía en la Argentina sumida en una grave crisis, para emigrar a Israel y obtener la ciudadanía israelí de manera fraudulenta.

Entre 1999 y 2003 me desempeñé en la Argentina como emisaria principal de inmigración a Israel, en nombre de la Agencia Judía. Hacia fines de 2001, a raíz de la decisión del gobierno argentino de congelar las cuentas bancarias, la gente no podía retirar su dinero. Además, se decidió devaluar el peso argentino, que hasta ese momento estaba fijado al dólar estadounidense. Muchos se vieron afectados por la crisis económica, incluidos los judíos. Se formó un gran grupo de clase media baja que colapsó, y la pobreza creció significativamente en el seno de la comunidad judía.

Desde fines de 2001 empezó a llegar a las oficinas de la Agencia Judía una gran cantidad de solicitudes de personas que deseaban inmigrar a Israel. Las largas colas se extendían fuera del edificio de AMIA (la comunidad judía), la presión aumentaba y tuvimos que crear un mecanismo mucho mayor que el que ya existía. Hasta entonces nuestro equipo contaba con 13 empleados, y debimos ampliarlo con otros 40 para atender al gran número de solicitantes. Organizamos cursos intensivos de capacitación para nuestro equipo, para que pudiera brindar las respuestas requeridas. Tomamos contacto con un sector de la población judía que hasta entonces era desconocido para la mayor parte del personal: los nuevos pobres, familias judías que vivían en plazas públicas o debajo de puentes, algunas de las cuales se mantenían con la venta de papel y cartones que recogían de la basura.

A fin de proporcionar soluciones a la angustia económica, se creó un programa especial para familias carenciadas: el Proyecto Tikva en la sede de Tzavta en Argentina. Además, se acordó la cooperación con el Joint, que también nos ayudó a abordar la angustia económica de quienes acudían a nuestras oficinas. Como parte de estas actividades se detectó a las familias con problemas económicos, se abrió un curso de capacitación profesional para mejorar las posibilidades de integración profesional en Israel de los postulantes a la aliá, se abrió un centro de aprendizaje de la lengua hebrea y se ofrecía comida caliente a cada familia. En algunos casos, también se proporcionaban soluciones de alojamiento a familias sin techo.

Todo el equipo lidió con la nueva angustia que había brotado repentinamente. En 2001-2003 inmigraron a Israel alrededor de 10.000 personas, diez veces más que el promedio de inmigrantes en años anteriores. La gran cantidad de postulantes y la difícil situación económica de muchos de ellos implicaban un dilema: debíamos acelerar el proceso para permitirles llegar a Israel y encontrar amparo y una solución a las necesidades básicas como la alimentación y la salud, o gestionar los procesos en profundidad para garantizar una mejor preparación profesional de los candidatos a inmigrar.

Según tengo entendido, Gauto entró a Israel aprovechando el estado de angustia en el que se encontraba la comunidad judía en la Argentina. En otras palabras, abusó de la buena voluntad del personal de la Agencia Judía, que estaba totalmente dedicado a proporcionar respuestas apropiadas a la situación. Nuestro equipo se ocupaba principalmente de brindar soluciones inmediatas a las dificultades económicas de los solicitantes. Nos sorprendió descubrir esta situación de pobreza, desconocida para la mayoría de nosotros.

Considero con suma gravedad el accionar de Gauto, que logró engañar al personal de la Agencia Judía y a los equipos de diferentes jurisdicciones de Israel que viajaron a la Argentina para proponer a los postulantes diversos programas de integración, con la única intención de ayudar a los judíos de Argentina. En primer lugar, dado que efectuó declaraciones falsas, nos indujo a mí y al equipo que trabajaba conmigo a trabajar sobre la base de datos falsos. La Agencia Judía creía que los documentos presentados eran auténticos. Éramos minuciosos para no infringir las normas legales argentinas e israelíes, y por eso pedíamos los documentos que debíamos presentar, para asegurar que los postulantes cumplieran con los criterios de inmigración. No realizábamos pruebas ante las autoridades argentinas o la comunidad judía para verificar la autenticidad de los documentos y las declaraciones, porque no pensábamos que alguien podría falsificar documentos o engañarnos con sus declaraciones. En mi opinión, si hubiéramos examinado cada documento y cada declaración, no habríamos logrado que inmigraran a Israel en un lapso razonable los candidatos que acudían a nosotros y que padecían una angustia real.

La decisión de seguir brindando amparo a Gauto afecta el buen nombre de Israel en relación con su política de inmigración, porque permite que una persona sospechosa de crímenes, no judía, reciba asilo al amparo de una norma de la Ley del Retorno, por fuer de su vínculo con su esposa judía, a pesar de que es obvio que mintió en sus declaraciones. En mi condición de ciudadana israelí vinculada con la comunidad judía en la Argentina, por mi conocimiento de la situación en Israel y por haberme dedicado a la inmigración de judíos de la Argentina, confío en que Israel decida colaborar para llevar a Gauto ante la justicia y no acepte permitir su permanencia en el país.

* La autora fue emisaria de la Agencia Judía en la Argentina en 1999-2003.

Traducción: Orna Stoliar