-¿Cuál es el sentido de crear una nueva lista judeo-árabe para el Consejo Legislativo de Jerusalén?
-Israel incorporó Jerusalén Oriental a la ciudad hace más de 50 años. En todos estos años, Jerusalén ha sido el punto focal del conflicto palestino-israelí. A medida que la situación se agravó, cada vez hubo menos contacto entre palestinos y judíos de la ciudad. La gente está perdiendo la esperanza de que pueda ser posible la paz y la convivencia, pero nadie se va a ir a ningún lado: cerca de 40% de la ciudad es palestina. Jerusalén no es hoy una ciudad unida, es por lo menos dos ciudades, si no más. Ninguna solución surgirá de poner más muros y más divisiones. Una solución va a requerir que encontremos formas de vivir juntos y de compartir la ciudad. Mi propia preferencia es que en Jerusalén haya dos capitales de dos Estados, pero hasta que volvamos a las negociaciones para encontrar una solución al conflicto debemos construir entendimiento y cooperación entre los jerosolimitanos y su diversa población. Queremos contribuir a eso. Tenemos el potencial de obtener muchos escaños y de participar activamente en el próximo gobierno de la ciudad para proteger a los sectores más vulnerables.
-¿»Dos capitales de dos Estados» se refiere a la idea de soberanía compartida o la partición de la ciudad?
-Hay muchas posibilidades. Lo que me queda claro es que si dividimos físicamente a Jerusalén, la matamos. Jerusalén no puede existir como espacio urbano con muros y barreras internas, sino que debe ser abierta y dinámica. Los únicos muros que deberían existir son los de la Ciudad Vieja. La barrera construida luego de la Segunda Intifada, en una era de paz debe caer. Luego de eso, soberanía compartida, segmentada o dividida o lo que resulte ser la solución a largo plazo, ahora no es lo que más nos preocupa. Tengo mis propias preferencias, como delineé en mi tesis de doctorado sobre este tema, pero hoy en 2018 nos encontramos con una realidad inmediata de una ciudad partida sin existencia compartida, con poblaciones invisibles y creciente intolerancia. Eso es lo que debemos dar vuelta. Hace mucho sostengo que Jerusalén es hoy la ciudad más segregada del mundo. Hoy en día, casi no hay interacción entre judíos y árabes.
-Y a pesar de reconocer ese panorama de segregación, ¿le están pidiendo a la gente votar en una lista que va en contra de todas estas tendencias?
-Creo que nuestra lista va a generar mucho entusiasmo. Por primera vez ofrecemos la posibilidad de que los palestinos puedan votar en las elecciones con energía. Será la primera vez desde 1948 que el Consejo Legislativo de Jerusalén tendrá árabes. Del lado judío, incluiremos en nuestra lista a jaredim (ultraortodoxos) y dirigentes políticos y sociales de la ciudad. Será una lista muy diversa e inclusiva. Hoy tenemos un problema: la mayoría de los jerosolimitanos ni siquiera votan en las elecciones municipales. Los ultraortodoxos votan en masa y cuentan con mucho poder en la ciudad porque ellos sí participan. Deberíamos aprender de ellos que la participación política brinda poder, y esa idea debería circular entre toda la población.
-¿El reconocimiento de Trump de Jerusalén como capital de Israel fue el disparador para el lanzamiento de esta lista?
-La declaración de Trump dificulta las cosas. Había antes menos oposiciónn entre círculos políticos palestinos a la idea de lanzarnos en conjunto. Ahora hay más resistencia. No estoy seguro de que podamos convencer a Abu Mazen y a la OLP de darnos su apoyo, pero buscamos como mínimo que no se opongan. Trump volvió a Jerusalén en el principal tema político de la agenda palestina hoy, generando más obstáculos.
-¿Ves socios naturales en el panorama político actual de la ciudad?
-El próximo Consejo Municipal será muy diferente. No sabemos todavía quiénes serán todos los candidatos a intendente. Hay mucho todavía por definir del mapa político, pero nuestra meta es ser parte de la coalición que gobierne, logrando así intervenir en la designación de presupuestos y cargos, para poder intervenir en la realidad de la ciudad. Por ejemplo, Meretz, partido del cual soy miembro, tiene todavía que realizar sus primarias jerosolimitanas para definir a quiénes presentan.
-Con respecto al tema de Meretz, ¿te preocupa que una nueva lista por fuera de la tradicional opción progresista en la ciudad fragmente al mismo público y debilite su posición?
-Tenemos que tener en cuenta que en Jerusalén la mayoría de las personas que podrían votar por opciones progresistas no tiene fe en el sistema político y no votan por las elecciones municipales. Queremos cambiar eso. Creo que tenemos el potencial de entusiasmar a ese público y duplicar la participación. El liderazgo de Meretz vio con buenos ojos nuestra candidatura y parte de ellos propuso una boleta conjunta. Mi respuesta fue negativa, porque no queremos tener que pedirle a los ciudadanos palestinos de Jerusalén votar por un partido sionista. Queremos justamente dar vuelta un historial de boicot a las elecciones por parte de los palestinos jerosolimitanos y eso no ayudaría. Esto no descarta trabajo conjunto a futuro, o que reveamos esta decisión algún día con los miembros de la lista.
-¿Cuáles serían las prioridades en la agenda de la lista si ingresa a la administración de la ciudad?
-Hay muchísimas cosas que debemos hacer en el lado árabe de la ciudad. Tenemos que terminar con la demolición de casas. Tenemos que realizar un plan urbano que le permita a los palestinos construir legalmente: hoy en día, casi toda la construcción que realizan ante una población creciente se hace sin permisos porque la Municipalidad no se los otorga. Faltan aproximadamente 2.000 aulas en las escuelas árabes. En relación al sistema educativo, me gustaría asegurarme de que todos los estudiantes de Jerusalén aprendan la lengua del otro: que los judíos aprendan árabe y los árabes aprendan hebreo en las escuelas desde primer grado. Tenemos que enfatizar una visión multicultural de la ciudad, organizando festivales y oportunidades más diversas. Esto recibe muy poco presupuesto hoy. La recolección de impuestos se realiza de una forma que yo llamaría perversa: 80% de ellos viven bajo la línea de pobreza y se les cobra lo mismo que a los habitantes de Rejavia, uno de los barrios más caros de la ciudad, por lo que debemos cambiar el sistema impositivo. Queremos ver más oportunidades económicas fomentando inversiones conjuntas entre israelíes y palestinos, algo que la ciudad podría fomentar. Del lado palestino de la ciudad casi no hay industria. Las únicas zonas económicas que hay son comerciales. Hay un gran potencial si esta parte no explotada del país se vincula con las empresas hi-tech que operan en la zona.
Otro tema relevante es la protección legal del derecho de residencia de los palestinos jerosolimitanos, considerando que en los últimos años muchos han sido despojados de su derecho a residencia. Aunque esto seguramente termine siendo decidido por negociaciones entre Israel y los palestinos, queremos que la ciudad deje de colaborar en este proceso. De la misma forma, aunque no podemos alterar desde la ciudad la barrera de separación, sí podemos intervenir para mantener dentro de la ciudad a los dos grandes barrios palestinos que quedaron del otro lado, Kafr Aqab y Shuafat, donde viven 120.000 palestinos que necesitan permisos para cruzar checkpoints para circular por la ciudad aunque sean considerados residentes. Hoy en día hay planes del gobierno israelí con la ayuda de la Municipalidad para remover a esos barrios de la jurisdicción de la ciudad. La pérdida de residencia va en paralelo al proceso de demoliciones de casas palestinas en la ciudad, que se duplicó el año pasado en relación al anterior bajo la dirección del intendente Nir Barkat.
-En una entrevista reciente a Ami Ayalon realizada por Nueva Sión, el exjefe del Shin Beth (Servicio de Seguridad israelí) dijo: “Ahed Tamimi es el espejo que nos refleja que existe apartheid en los territorios de Judea y Samaria”. El comentario, viniendo de una figura central en la política israelí de los últimos años que históricamente evita ser identificado con la izquierda, resulta llamativo. ¿Creés que la definición de apartheid aplica para los territorios ocupados? ¿Y aplica para Jerusalén?
-Al respecto de los territorios ocupados, hay dos poblaciones viviendo ahí. Una está compuesta por ciudadanos israelíes y la otra no. Una tiene privilegios que la otra carece. Hay economías separadas, redes de transporte separados, sistemas jurídicos separados. Una es controlada por la otra. No sé si la palabra apartheid es pertinente, porque la gente la asocia con el sistema específico implementado en Sudáfrica, pero es al menos una nueva forma de apartheid que no está basada en el color de piel. Hay dos sistemas legales diferentes con derechos diferenciados y una clara diferencia de poder. Un grupo vive bajo un régimen militar y el otro tiene participación en un gobierno democráticamente electo. Incluso la Autoridad Nacional Palestina, que supuestamente representa a los palestinos, está subordinada al gobierno israelí. Hay segregación y discriminación. Así que estoy de acuerdo con Ami Ayalon. Si queremos llamarlo apartheid, entendiendo que se refiere a un sistema de leyes diferenciadas y una clara asimetría de poder, llamémoslo así. Si no llegamos a ese punto todavía, muy pronto habrá más palestinos viviendo entre el río Jordán y el mar Mediterráneo que judíos. La discusión sobre si ellos son mayoría o nosotros somos mayoría me parece en todo caso estúpida. Sin importar la cantidad de palestinos, Israel no puede ser el Estado-nación democrático del pueblo judío, como se define, porque tenemos una realidad binacional y desigual. Debemos tomar una decisión. Hasta ahora, sin una decisión tomada al respecto, tenemos una realidad que no es democrática y que no es judía.
En Jerusalén, la situación es un poco más compleja. Aunque tienen muy poco poder, los palestinos tienen derecho a votar en elecciones municipales. Hasta ahora la mayoría ha rechazado hacer uso de ese derecho. En Cisjordania la autoridad real es el Ejército israelí. En el “Israel propio”, dentro de las fronteras previas a 1967, hay discriminación y una democracia en problemas, pero no tenemos apartheid.