Creación del Estado de Israel

¿Por qué 1948? Una lectura política de la declaración de independencia de Israel

La fundación de Israel no fue solo el resultado de la continua acción del movimiento sionista durante medio siglo, sino también del reconocimiento de un momento político internacional sin precedentes.
Por Kevin Ary Levin *

En 1948, no era evidente para todos que el 14 de mayo era el momento propicio para declarar el inicio de la soberanía judía sobre la Tierra de Israel, como lo hizo David Ben Gurion en Tel Aviv. Los detractores de la idea tenían sólidos motivos para inquietarse: abundaban preocupaciones sobre la reacción de los países vecinos (fundadas, considerando la guerra que siguió a la declaración), el estado de preparación del ishuv (establecimiento judío en Palestina) para la soberanía y la firmeza de las alianzas internacionales, entre otras.
Sin embargo, como señaló Iehoshua Arieli, Ben Gurion leyó sagazmente una oportunidad que estaba condenada a terminar rápidamente: la salida de los británicos se producía en un contexto de acuerdo entre las dos superpotencias de la Guerra Fría (Estados Unidos y la Unión Soviética) en torno a la partición del territorio y la creación de un estado judío. La votación del 29 de noviembre de 1947 había evidenciado una situación particular: el bloque comunista entendía como un avance de sus intereses la creación del estado, y el bloque capitalista veía la misma situación. De forma adicional, ambos países prestaban su apoyo en esos años a movimientos nacionales que hacían posible de forma local un buscado proyecto de descolonización.

La descolonización podía ser entendida como una motivación común tanto a Estados Unidos como a la Unión Soviética que operó a favor de las aspiraciones del movimiento sionista, pero ni una ni la otra deberían pensarse como guiadas por el idealismo: disminuir la influencia de Francia y Gran Bretaña (las dos grandes potencias que tanto poder habían ejercido sobre el Oriente Medio durante décadas) implicaba la apertura de la ventana por la cual ellas mismas podían ingresar a la región. Francia ya se había visto obligada a retirarse de Siria y Líbano entre 1943 y 1946, aunque el debilitado Imperio Británico pudo resistir algunos años más, decidido tras la pérdida de India a mantener los territorios que todavía podía. La ambigüedad en torno a la futura política exterior de Israel, que generaba la incógnita de quién ganaría con su creación, debería ser considerada una brillante estrategia política del movimiento sionista que operó a favor de la acumulación de apoyo internacional para la creación del estado judío en este contexto internacional particular.
Desde esa perspectiva, a partir de fines de 1944, la URSS comenzó a alejarse de su postura anterior que favorecía la creación de un estado binacional. Jacob Hen-Tov señaló que los esfuerzos del movimiento sionista por ganar el apoyo soviético tenían ya años, incluyendo reuniones en 1941 de Ivan Maisky, el embajador soviético en Londres, con Jaim Weizmann y Ben Gurion, donde los dirigentes sionistas se explayaron sobre las características socialistas de la colonización judía y la hegemonía política laborista, quizás suponiendo que la política exterior soviética estaba guiada por la ideología. Maisky visitó Palestina y sus kibutzim en 1943. El verdadero cambio llegó en abril de 1947, cuando el representante soviético ante la ONU, Andrei Gromyko, recibió la directiva de apoyar la creación de dos estados como alternativa al estado binacional, a la luz del “desastre y sufrimiento sin precedentes” sufrido por el pueblo judío durante la guerra. Desde una perspectiva realista, la votación de 1947 puede ser vista como un paso más hacia la construcción de un nuevo orden internacional de postguerra en el cual las dos potencias podían trazar nuevas esferas de influencia. Si el resultado del conflicto iba a ser la partición, ninguna de las dos podía darse el lujo de quedar afuera.

En Estados Unidos, el gobierno de Truman se había distanciado de la cautela de su predecesor, posiblemente influenciado por allegados judíos y la dirigencia comunitaria local, así como en búsqueda de apoyo para la reelección, garantizando su apoyo al sionismo en contra de los consejos de su personal diplomático que temía las consecuencias de esta política en el suministro de petróleo y en la contención del comunismo. En 1945, Estados Unidos exigió a Gran Bretaña permitir el ingreso a Palestina de por lo menos 100.000 refugiados judíos que se encontraban varados en Europa, pero encontró la negativa británica que, para la decepción del liderazgo sionista, continuaba después de la guerra con la política de restricción al ingreso de judíos (el llamado libro Blanco de McDonald de 1939). Los británicos decidieron también desoír las recomendaciones del Comité de Investigación Anglo-Norteamericano sobre los Problemas de la Comunidad Judía Europea y Palestina, que llamaba a flexibilizar las restricciones. El apoyo estadounidense al sionismo fue haciéndose crecientemente explícito mientras Gran Bretaña se mantenía firme y la violencia crecía en la región (por ejemplo, con el atentado del Irgún -organización armada de derecha- al hotel King David en Jerusalén).

La Partición
En noviembre de 1947, 33 estados votaron a favor de la partición de Palestina, incluyendo Estados Unidos, la Unión Soviética y sus principales aliados. A pesar del rechazo del liderazgo árabe palestino y de los países vecinos, la aprobación de la Resolución 181 y el anuncio de retirada británico eran para el movimiento sionista suficientes antecedentes para proseguir con la declaración. Truman reconoció de facto el nuevo estado minutos luego del anuncio en Tel Aviv, mientras que Stalin se adelantó con el reconocimiento de jure, que llegó el 17 de mayo.

El apoyo soviético fue clave también en la victoria de Israel en la guerra de 1948, en la cual Checoslovaquia suministró armas al estado judío. Este apoyo fue abandonado rápidamente y era sólo un recuerdo para la década de 1950, evidenciada por la renovada demonización del sionismo, como muestra el juicio Slansky en Praga iniciado en noviembre de 1952, cuando 14 dirigentes del Partido Comunista de Checoslovaquia (11 de ellos judíos) fueron condenados por participar de una «conspiración trotskista-titoísta-sionista». Esta purga estalinista implicó la ejecución de Vladimír Clementis, el artífice eslovaco de la venta de armas a Israel. Como parte de los llamados Juicios de Praga, dos dirigentes de Mapam/Hashomer Hatzair, Mordejai Oren y Shimon Ornstein, fueron condenados por supuesto espionaje para el sionismo en 1952, lanzando así a los activistas del movimiento sionista marxista Hashomer Hatzair y de la Federación del Kibutz Artzí que habían fundado (que hasta ese momento apoyaban a la Unión Soviética) a una crisis ideológica y la escisión de parte de sus militantes al Partido Comunista de Israel. Por aquellos años, la Unión Soviética comenzó su apoyo a gobiernos nacionalistas árabes, trazando una alianza con Egipto que se concretó después de la Crisis de Suez de 1956. Las alianzas internacionales que dominarían el Medio Oriente durante buena parte de la Guerra Fría comenzaban a verse.

Con respecto a la relación entre Estados Unidos e Israel, sería erróneo juzgar el pasado desde la óptica de la actualidad. Luego de Truman, Estados unidos apuntó a no cerrar sus puertas con los gobiernos árabes y se opuso a la invasión de Egipto por parte de Francia, Gran Bretaña e Israel en 1956. Por aquellos años, el principal proveedor de armas a Israel era Francia. Fue a mediados de la década de 1960 y particularmente después de la Guerra de los Seis Días de 1967 que Estados Unidos pareció dar por perdido su rol de «mediador neutro» en la región y fortaleció enormemente sus lazos con Israel, mientras sostenía su alianza con los gobiernos anticomunistas de la región, como Líbano, Jordania y Arabia Saudita. Desde entonces, la distancia temporal y cierto grado de manipulación de la historia vienen haciendo pasar a esta alianza compleja y basada en intereses como una unión eterna fundamentada en valores compartidos, como es evidente (pero no novedoso) bajo los dos gobiernos actuales. Esta situación abre la puerta a abuso y tensión en una relación bilateral que indudablemente seguirá cambiando a la par del orden internacional.

* Lic. en Sociología y docente.