John M Coetzee, Nicholas Jose e Ivor Indyk

“El Sur también existe”

Desde Australia, el escritor sudafricano premiado con el Nobel de Literatura 2003, John M Coetzee, junto con los escritores australianos Nicholas Jose e Ivor Indyk, conversaron con nuestra colaboradora Inés Dunstan sobre sus relaciones con nuestro país, su cultura, su literatura, y su política, en el marco del proyecto Literaturas del Sur, que se propone establecer puentes entre escritores de Argentina, Sudáfrica y Australia, y que cuenta con la participación del escritor judeo-argentino Marcelo Cohen. Como resultado de esta entrevista, Coetzee invitó a Inés a cenar a su casa, en donde tuvo la oportunidad de conocerlo a nivel personal, y de conversar con la talentosísima escritora argentina Samanta Schweblin, también involucrada en este proyecto.
Por Inés Dunstan

No todos los días te invita a cenar un premio Nobel de Literatura. Sin embargo, eso es lo que me pasó después de entrevistar al sudafricano John Coetzee, supuestamente un escritor evasivo y extraño, celoso de su intimidad. ¿Cómo sucedió esto? Hace varios años, el también exitosísimo y encantador novelista australiano Nicholas Jose me comentó de la existencia de Literaturas del Sur, un proyecto iniciado por Coetzee en 2015 cuyo objetivo es explorar las literaturas de Argentina, Australia y Sudáfrica en un espacio ajeno a cualquier interferencia del norte cultural. En este contexto, y desde hace casi tres años, Coetzee dirige la Cátedra Literaturas del Sur en la Universidad de San Martín (UNSAM).
A instancias de Coetzee, escritores sudafricanos y australianos han visitado Argentina, y escritores argentinos tales como la genial Samantha Schweblin (una reencarnación femenina de Bioy Casares) se encuentran ahora mismo en Australia. La editorial de la UNSAM ha publicado en castellano la novela Original Face (Rostro Original) de Nicholas Jose, y la editorial australiana Giramondo, a cargo de Ivor Indyk, está a punto de publicar en inglés la novela Balada del judeo-argentino Marcelo Cohen. Charlando con Jose, le pregunté si podría entrevistarlo a él, a Indyk y a Coetzee para Nueva Sión, y José enseguida organizó una entrevista por email.
Grande fue mi sorpresa cuando, después de la entrevista, recibí en mi casilla personal un email de Coetzee invitándome a cenar a su casa en Adelaida, Australia. Aunque su tono era cortés y ameno, sentí nervios: Coetzee es famoso por su supuesta evasividad y frialdad social. Sin embargo, el Coetzee que conocí es poseedor de una calidez y profundidad espiritual inconmensurables, lo cual tiene absoluto sentido para cualquier lector de sus obras. Sin una pizca de arrogancia,me recibió como si fuera su sobrina, haciéndome sentir totalmente a gusto. En el jardín de su casa en Australia, mientras yo charlaba con Nicholas Jose y Samantha Schweblin, Coetzee notó la predilección que sienten los mosquitos australianos por mis pies, y no solo me trajo un ungüento para tratar de espantarlos sino que, media hora más tarde, me trajo la pomada Caladryl, comprada en la mismísima Argentina.
Coetzee celebró todos mis chistes malos, y contestó todas mis preguntas (algunas de las cuales eran personales y que por lo tanto no incluyo en esta entrevista).Como vegetarianos comprometidos, intercambiamos opiniones apasionadas sobre los derechos animales y demás cuestiones éticas como el relativismo cultural. Coetzee se mostró interesadísimo en mi vida, en mi recorrido espiritual, y en mi visión de la Argentina, país al que admira por su riqueza cultural, por la autenticidad de su gente, y porque, a pesar de desventajas muy concretas, todavía se puede vivir en un ambiente libre del tipo de control de la conducta y del pensamiento que experimentamos en Australia.
Coetzee demostró gran interés por la comunidad judeo-argentina y en particular, por la cuestión del antisemitismo en nuestro país; todo esto, proviniendo de un autor que en algún momento fue injustamente acusado de racismo por algunos críticos de medio pelo. En cuanto al proyecto Literaturas del Sur, Coetzee me contó que buscaba crear un lugar para escritores y estudiantes ‘libre de los guardianes culturales de las metrópolis del Norte; aquellos que deciden cuáles libros de Latinoamérica serán traducidos al inglés y cuáles no; qué figuras del sur serán promovidas a nivel mundial y cuáles no; y más importante aún; qué historias contadas por el Sur sobre sí mismo serán aceptadas en el repertorio de literatura universal, y cuáles no’.

Nueva Sión: John, ¿cuándo y cómo empieza su interés en Argentina? ¿Cómo describiría su relación con este país?
John M. Coetzee: Supongo que mi interés en Argentina data de mis días escolares, de mi clase de geografía, cuando tenía que memorizar una lista de productos de Argentina y aprendí que el azúcar había crecido alrededor de Tucumán y las uvas alrededor de Mendoza. Los nombres de los pueblos me cautivaban.
En algún punto durante la década del 80 recibí –de la nada- una copia de una revista llamada La Mujer de mi Vida. Creo que la recibí porque una pieza que había escrito había sido reimpresa en traducción. Después muchos más números de La Mujer arribaron en mi escritorio. Me llamaron la atención varias cosas: (a) el contenido de La Mujer era más sofisticado que el contenido de cualquier revista literaria en Sudáfrica; (b) su producción física era mucho más suntuosa de lo que yo estaba acostumbrado en revistas literarias; (c) su título era más despreocupado y más libre y fácil de lo que yo estaba acostumbrado en revistas literarias; y (d) la editora (cuyo nombre he olvidado) me escribió en una forma muy amigable, como si ella y yo fuéramos antiguos amigos.
Yo ya tenía un tipo de relación con el idioma español. Estudié latín en la universidad, y el profesor a cargo de la clase de poesía en latín nos dijo que si queríamos pasar del latín a una lengua romance moderna, el español sería la más accesible porque había permanecido la más cercana al latín. A instigación suya, leí el Nuevo Testamento en español. Luego tuve una etapa de infatuación con Pablo Neruda y lo leí en traducción paralela.
No recuerdo cuándo visité Argentina por primera vez. Tal vez en 2012. Fue debido a la invitación de la Feria del Libro de Buenos Aires. Después fui invitado de vuelta y me ofrecieron una posición como Profesor Visitante en la Universidad de San Martín. He vuelto a Buenos Aires en forma regular desde entonces. También he viajado más ampliamente en Argentina.
¿Cuál es mi relación con el país? Está marcada por un profundo interés, respeto, afecto, admiración. Mis relaciones con mis amigos argentinos, de los cuales tengo ahora muchos, me sostienen y me dan gran alegría. Tiene que recordar que nací en una cultura adusta y represiva (en Sudáfrica) y que he vivido entre lo que yo llamo ‘los ingleses’ –gente que habla inglés como su primer idioma– la mayoría de mi vida.
Algunos de mis amigos argentinos hablan con gran admiración de Australia y de cuánto ha logrado Australia en comparación con Argentina. Lo que parecen tener más en mente es el reino de la ley y del orden sobre todo el país. Yo les digo que la ley y el orden tienen un precio, un precio intangible que sea, tal vez, al final, demasiado alto.

NS: Nicholas, en su novela Original Face, traducida al castellano y publicada en Argentina, usted describe un mundo de redes criminales y corrupción que los argentinos raramente asociarían con su imagen de Australia. ¿Cuál era su imagen de la Argentina antes de visitarla? ¿Y cuál después?
Nicholas Jose: Mis expectativas sobre la Argentina antes de visitarla eran casi enteramente fantásticas, aunque basadas sobre los argentinos que había conocido viajando. Mi imagen de la Argentina ahora que la he visitado es todavía más fantástica, porque sé más sobre su historia extraordinaria, su extraordinaria imaginación literaria y sus extremos de tierra y gente. La dimensión del Río de la Plata me asombró, por ejemplo, como la dimensión de Buenos Aires misma. Pero esa ciudad me sorprendió con su magnitud humana también, un aglomerado de pueblos, inclusive cuando fui a la periferia en varias ocasiones. Pude caminar por muchas millas y sentarme en muchos cafés y ver muchas cosas. Partes de ella son, como era de esperar, parecidas a Sydney. En mi primer día vi a un hombre en un café en Palermo que era un doble de Ivor, que es mi editor en Australia. ¿Redes criminales? Australia, al igual que Argentina, es un país de inmigrantes, lo que siempre significa muchas historias escondidas, muchos secretos, algunos afortunados, otros no. Argentina es un país de exiliados y diáspora, y muy rico en ese aspecto. Un país de refugiados internos también, como descubrí cuando visité una pequeña iglesia al costado de una autopista en las afueras de la ciudad, escuché historias y me sentí bienvenido. Mi novela tiene que ver con la comunidad china en Sydney, que es cada vez más numerosa y visible. No encontré la misma situación en Buenos Aires. Había un supermercado chino cerca de mi hotel que parecía parte de una historia conocida. Había un nuevo edificio bancario chino frente al río. Pero sentí que China está mucho más ‘cerca’ en Australia que en Argentina. El tema de mi libro es tal vez más exótico, por esas razones, para los lectores argentinos que para los lectores australianos. Eso solo parecía generar mayor curiosidad en la gente argentina que conocí. Pero yo sentí curiosidad también.

NS: John, muchos argentinos se sorprenderían de ver a la Argentina considerada junto con Sudáfrica y Australia. Muchos sentirían que Sudáfrica y Australia son culturalmente parte del Norte, de la mirada del Norte. ¿Concuerda con esta apreciación, y si ese fuera el caso, por qué cree que es así?
John M. Coetzee: Si los argentinos creen que Sudáfrica y, particularmente, Australia pertenecen al Norte, esto es porque Sudáfrica, en medida decreciente, y Australia, más y más, están integradas en lo que yo llamo la cosmovisión anglo, la visión del mundo que se expresa a través del idioma inglés, que se ha convertido en el idioma dominante de las relaciones internacionales y, más importantemente, el idioma dominante en la cultural global, la cultura creada por las fuerzas de la globalización.
Mi propia sensación es que Sudáfrica pertenece inequívocamente al Sur, mientras que la afirmación a veces agresiva de Australia de pertenencia al Norte expresa un deseo no admitido de deshacerse de su pasado colonial (sentido como un peso psíquico), así como también de una lamentable separación de su propia geografía del Sur.

N.S.: Nicholas, su novela Original Face (Rostro Original) destaca las dificultades que la barrera del idioma puede comportar en sociedades multiculturales. ¿Qué nivel de dificultad ha comportado la barrera de idioma en el proyecto Literaturas del Sur?
Nicholas Jose: Las dificultades del idioma pueden superarse con trabajo y creatividad, aunque sea sólo parcialmente. Se requiere paciencia. Sé que mi novela Original Face fue traducida al español rioplatense y me gusta la idea de que un libro que habla el lenguaje de Sydney, Australia, sea traducido al idioma de una ciudad portuaria hermana en el hemisferio sur. Cuando escuché mi novela en ese idioma, leída en voz alta, con acompañamiento musical, en una presentación en la Casa Victoria Ocampo, sentí que una transformación intensa e íntima estaba ocurriendo, y me pareció enteramente apropiada. Una de mis memorias más fuertes del río es el sonido de un pájaro con pecho amarillo llamado venteveo, que ahora siempre asocio con estas idas y venidas a través del Sur. Hablamos mucho de identidad por estos días. Un país puede ser multicultural. Pero también creo que es posible pensar sobre mi identidad como una identidad del Sur, como una forma de destino. Original Face tiene que ver con estos temas.

N.S.: Ivor, ¿cómo descubrió la novela Baladade Marcelo Cohen, de próxima publicación en Australia en inglés?
Ivor Indyk: Yo ya lo conocía a Marcelo Cohen como traductor, y nos conocimos hace unos años cuando mi centro de investigación en la Universidad de Western Sydney organizó un simposio sobre traducción literaria y Marcelo fue uno de los presentadores invitados. Chris Andrews, que es mi colega en la Universidad de Western Sydney, y un traductor reconocido internacionalmente (Bolano, Aira), había recomendado a Marcelo. Nos hicimos buenos amigos, y me volví a encontrar con él en Buenos Aires en 2016, en un almuerzo memorable con John Coetzee. Allí Marcelo nos contó sobre su país imaginario, El Delta Panorámico, y quedé cautivado. Veo la creación de países imaginarios como una de las características de la literatura del sur. Le pregunté a Marcelo cuál de sus libros proveería la mejor introducción al Delta Panorámico, y él recomendó Balada. Era una novela ganadora de premios, y Marcelo está muy bien considerado en Argentina. Más aún, Chris Andrews tenía gran interés en traducirla. Entonces ¡se formó pareja! No elegí su novela por sobre otras. Siempre estamos buscando novelas de Argentina, Chile, Perú… para formar parte de nuestra serie Southern Latitudes (Latitudes del Sur). Y también Nueva Zelanda y Sudáfrica. Pero lo que me interesó de Balada fue la creación de un país imaginario, su uso discreto pero inquietante de elementos futurísticos, su comprensión sofisticada de la complejidad emocional de las relaciones personales, y su juego con el idioma, lo que Chris Andrews, siendo él mismo un poeta, fue capaz de interpretar con gran habilidad en inglés. Si me pregunta qué es lo que más me gusta de Marcelo, diría que es su curiosidad intelectual y su maravilloso sentido del humor.

N.S.: Me intriga saber más sobre el proceso de traducción del trabajo de Marcelo Cohen, debido a que es tan increíblemente único, divertido, y peculiar, y tan profundamente argentino.
Ivor Indyk: Chris Andrews tiene una sensibilidad aguda y fue capaz de involucrarse con el juego lingüístico de Marcelo, y en particular con su amor por los neologismos, para los cuales Chris inventó equivalentes ingleses rigurosos y a veces muy graciosos. Estoy pensando en incluir en nuestra edición de Balada, para nosotros Melodrome, el glosario preparado por Chris, mostrando los neologismos de Marcelo y los equivalentes de Chris en inglés. En cuanto a la rareza peculiar del trabajo de Marcelo, se trata de una cualidad que valoro en particular. Es lo que hace único a un trabajo literario. Me gusta pensar que los trabajos del Sur tienen epistemologías similares, especialmente cuando tienen fondos tan similares como Australia y Argentina. Entonces, sobre esa base, lo que es profundamente argentino también debería ser profundamente australiano y viceversa.

N.S.: John, hablando de comparaciones entre Argentina, Australia y Sudáfrica, me interesa saber qué opina sobre el delito violento que existe en estos países. Los argentinos usualmente lo explicamos como el resultado de factores tales como la pobreza, la drogadicción, el machismo cultural, etcétera. Sus personajes en su novela Disgrace (Desgracia) lo explican como una venganza histórica, como un impuesto demandado de los usurpadores blancos. ¿Está de acuerdo en que, en comparación con los australianos y los sudafricanos, los argentinos están menos al tanto de su historia como una historia de relaciones explotadoras estructuradas sobre la base de la raza? Si ese fuera el caso, ¿por qué cree que esto es así?
John M. Coetzee: Soy cauteloso a la hora de presentarme a mí mismo como un comentarista de la historia o la cultura argentina, especialmente cuando se trata de cuestiones emocionales o psíquicas profundamente arraigadas. Estoy de acuerdo en que, en general, los intelectuales argentinos no se presentan a sí mismos como herederos de un pasado explotador con la frecuencia o la obsesión con que lo hacen los intelectuales australianos o, más marcadamente, los intelectuales blancos sudafricanos. Si esto dice algo sobre la condición psíquica relativa de los tres países no me animaría a decir. Pero no tiene que ser cierto que los argentinos estén, como usted sugiere, ‘menos al tanto de su historia’. Es posible que, a un nivel psíquico, los argentinos hayan asumido su pasado histórico en una forma en que los australianos o los sudafricanos blancos no han hecho.
La pregunta es profunda. Toco sobre el tema en mi libro The Good Story (El buen relato), escrito conjuntamente con Arabella Kurtz.

N.S.: John, dado que esta es una entrevista para un periódico judío, no puedo evitar preguntarle: ¿hubo alguna intención detrás de la representación de los personajes de Disgrace (Desgracia) como judíos?
John M. Coetzee: La identificación del personaje principal en Disgrace  como judío depende, hasta donde puedo ver, de un único dato: el nombre Lurie. Uno debería preguntarse si este sólo dato es suficiente para proveer certeza.